Por: Roberto Morejón
Los pasajeros alemanes del crucero World Voyager reciben el positivo influjo de un mar tranquilo, el benigno invierno cubano, la buena organización y visibilidad de hermosos paisajes y de ciudades con rico patrimonio, en una muestra más de cómo la mayor de las Antillas sabe acoger a los interesados en esa variante de turismo.
Ochenta y cuatro pasajeros decidieron recorrer la oriental ciudad de Santiago de Cuba, con ricos tesoros históricos y cultura singular.
Quienes disfrutan del periplo en el buque de paseo también tienen la escala en la ciudad de Cienfuegos, modélicamente pulcra y con vestigios franceses, y luego La Habana, con más de 500 años de fundada, y un Centro Histórico por el que han velado la Oficina del Historiador y el mítico Eusebio Leal.
Los turistas alemanes no son los únicos invitados a la animación en tales predios y de otros, solo que a los estadounidenses, deseosos de intercambiar con los hospitalarios cubanos, les está prohibido hacerlo.
El ex presidente Donald Trump impartió una orden brutal al aplicar más de 240 disposiciones para cortarles a los cubanos contacto con el exterior.
Fue así que debieron levantar anclas de la Bahía de La Habana los cruceros de la compañía Carnival, cuyos directivos, por cierto, dijeron estar listos para reanudar los viajes, ante el advenimiento de una nueva administración en la Casa Blanca.
Los demócratas han mantenido la irrazonable interdicción trumpista.
Pero el edificio Sierra Maestra, aquí en la capital, está listo para acoger a los estadounidenses, y de cualquier nacionalidad, con los trámites aduaneros.
Así ocurrió luego de la disposición propicia durante el mandato de Barack Obama.
También están prestos a ofrecer sus creaciones los artesanos y otros trabajadores por su propia cuenta, hoy castigados en sus bolsillos por la caída de ingresos, al cesar las travesías de los cruceros desde Miami.
Y eso que las administraciones en el país norteño afirman que sus sanciones solo castigan, dicen, al régimen cubano.
Mientras tanto los excursionistas alemanes y, según se anuncia otros europeos, comienzan a adentrarse en estas aguas despejadas del Caribe, en lo que se augura como el reinicio de los cruceros a la mayor de las Antillas, sin abandonar estrictas disposiciones higiénico-sanitarias porque la pandemia persiste.