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Por: Roberto Morejón

El aniversario 60 de la educación especial se recuerda en Cuba en momentos de acentuadas complejidades relacionadas con la pandemia por el nuevo coronavirus.

Esta modalidad de instrucción tiene gran realce en la mayor de las Antillas porque beneficia a todos los niños y adolescentes con discapacidades y debe adaptarse a las coyunturas del país.

Es el caso de la Covid-19 , con sus obligadas disposiciones higiénicos-sanitarias, a las que también tuvieron que adecuarse más de 35 mil 600 matriculados en esta nación caribeña en el referido patrón de enseñanza.

Por supuesto, las reglas para llevar mascarillas, desinfección frecuente de manos y el distanciamiento físico también son de riguroso cumplimiento para los más de 15 mil 200 maestros y profesores a cargo de impartir los conocimientos.

Si a ellos los elogian por su abnegación, profesionalidad y amor, en fase de pandemia por la Covid-19 su ejercicio gana más admiración.

Muchos de los docentes debieron ir a las casas de sus alumnos para explicarles los contenidos, durante el largo confinamiento a causa del alza de contagios por el virus SARS-Cov-2.

Es cierto que estaban garantizadas clases por televisión, pero los registrados en la educación especial requieren ciertos cuidados y atenciones, solo viables presencialmente.

A su favor, los pedagogos cubanos dedicados a tan hermoso cometido tienen el respaldo de una red de instituciones educativas, líneas de atención, recursos y soportes técnicos para desempeñar la misión.

A ellos los auxilian más de 200 Centros de Orientación y Diagnóstico para identificar y evaluar las necesidades concretas de las personas.

Igualmente, los maestros en la educación especial deben trabajar estrechamente con las familias, todos imbuidos de la sensibilidad para garantizar el éxito de tan indispensable quehacer.

Las escuelas con la misión de acoger a niños y jóvenes con situaciones complejas en su instrucción también trabajan en correspondencia con las características de cada territorio.

Así ha ocurrido en los últimos 60 años a pesar del bloqueo estadounidense y ahora con la Covid-19 , cuando ha sido indispensable introducir y validar nuevas tecnologías de la información y la comunicación para facilitar el acceso de niños y adolescentes a diversos tipos de aprendizaje.