Por: Roberto Morejón
La cadena de hechos armados en Estados Unidos aumenta la alarma mientras muchos defienden portar un fusil o una pistola y hasta llevarlos a las escuelas.
La más reciente de la lastimosamente interminable sucesión de ataques ocurrió en el estado norteamericano de Oklahoma.
Allí un hombre mató a cuatro personas en un hospital, para vengarse de un médico que lo operó, pues aun después de recibir el alta persistieron dolores.
Con tan desconcertante argumento, Michael Louis compró un rifle AR-15 y una pistola, con los cuales abrió fuego en el sanatorio y más tarde se quitó la vida.
El desenlace fatal se reportó apenas una semana después de que Salvador Romero, de 18 años, matara a 19 estudiantes y dos maestros en una escuela en la ciudad de Uvalde, estado de Texas.
Con ambas tragedias, Estados Unidos compila este año la pavorosa cifra de 233 tiroteos masivos, suficientes como para volver a poner sobre el tapete el debate acerca de la libre posesión de armas y movilizar hasta el Congreso y al presidente Joseph Biden.
Pero mientras se agita el legislativo a fin de analizar eventuales proyectos de leyes para limitar si acaso el acceso únicamente a los fusiles de asalto, en varios Estados toman iniciativas peligrosas.
La Cámara de Representantes de Ohio aprobó un proyecto de ley que permitirá a los maestros y otro personal de las escuelas armarse, con el intrascendente requisito de capacitarse durante 24 horas.
En un plantel del estado de la Florida rifaron varias armas, incluidas pistolas y rifles semiautomáticos, con el fin de recaudar fondos para la institución, a pesar de la reciente masacre en la escuela de Uvalde.
El alcalde de Nueva York, Eric Adams, está tan sobresaltado por la violencia que nombró a un comisionado al frente de un grupo para combatirla, mediante el envío de trabajadores comunitarios a barrios considerados más propensos a dirimir los altercados a balazos.
Estados Unidos asumió de tal forma la cultura de la posesión de pertrechos y la Asociación Nacional del Rifle y otras élites tienen tanto poderío sobre la economía y los políticos, que la sociedad parece cada día más atrapada ante la crisis.
Allí donde zanjar porfías y reprender a un adversario se hace portando un fusil fácilmente adquirido, parecen tan extraviados como para llegar a aceptar en Ohio ataviar a los maestros con una pistola al cinto, junto a la tiza y el borrador, para garantizar el orden escolar.