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Por: Guillermo Alvarado
En un comentario publicado hace casi seis años, el 16 de julio de 2016, explicaba que el axioma jurídico que reza así: “a confesión de parte, relevo de pruebas”, significa que cuando alguien acepta haber cometido una falta, un delito o un error, libera a la contraparte de tener que probarlo.
Me refería entonces al estatuto colonial de Puerto Rico, pero el tema viene muy bien a mano ahora después de que el antiguo asesor de la Casa Blanca, John Bolton, reconoció sin ningún rubor ante la prensa que ha organizado golpes de Estado en otros países por cuenta de Washington.
No es algo que no se sepa, por supuesto, pero cuando viene de la parte directamente implicada sirve para comprobar lo que durante décadas hemos dicho, que la potencia norteña es el principal peligro y el foco de desestabilización en nuestra región y en el mundo entero.
Bolton sabe muy bien de lo que está hablando, porque él fue el arquitecto de la guerra contra Iraq en 2003, que estuvo basada en la mentira de que el presidente Saddam Houssein tenía armas de destrucción masiva en su poder y estaba dispuesto a utilizarlas.
Esa aventura militar destruyó al país mesopotámico y lo dejó a merced de bandas armadas irregulares, grupos terroristas y otras fuerzas oscuras.
Pero su largo y tenebroso expediente no termina allí. Cuando los republicanos estaban fuera del poder continuó abogando por soluciones militares en las relaciones internacionales.
Sugirió, entre otras cosas, que por medio de Israel se bombardeara a Irán para destruir su programa nuclear a pesar de que nunca hubo una sola prueba de que estuviese destinado a construir armas.
En 2018 Donald Trump lo sacó de las sombras y lo nombró Secretario de Seguridad de Estados Unidos, dedicando entonces buena parte de su tiempo a tratar de desestabilizar a la Revolución Bolivariana de Venezuela y derrocar al legítimo presidente Nicolás Maduro.
No en balde en mayo de 2019 la publicación británica The Guardian, aseguró que Bolton es “el hombre más peligroso del mundo” y lo caracterizó como un tipo sin escrúpulo alguno para manipular información, con tal de seguir adelante con su agenda belicista.
Conoce muy bien los hilos que se deben manejar, pues durante la presidencia de Ronald Reagan trabajó en la coordinación de programas y políticas de la Agencia para el Desarrollo Internacional, USAID, punta de lanza de penetración de Washington en el planeta.
Personaje sombrío para el que difícilmente haya un círculo adecuado en el infierno de Dante, como no sea, quizás, al lado del mismo satanás.