El perdón de los pecados

بقلم: Maite González
2022-07-26 11:51:30

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El Papa besa la mano del superviviente de una escuela cristiana Elder Alma Desjarlais, en Edmonton (Canadá).N. DENETTEAP

Por: Guillermo Alvarado

El papa Francisco está de visita esta semana en Canadá, en lo que él mismo denominó “un peregrinaje de penitencia” para pedir perdón a las víctimas de los horrores perpetrados por representantes de la iglesia católica, que colaboraron en un etnocidio contra pueblos indígenas de ese país.

Desde hacía algunos años que se esperaba este gesto del pontífice, habida cuenta de la magnitud de los daños ocasionados a decenas de miles de niños en las mal llamadas “escuelas residenciales”, fundadas por el Estado canadiense, pero operadas por congregaciones religiosas.

Entre 1890 y 1997, es decir durante más de un siglo, alrededor de 130 entidades de este tipo funcionaron en el país norteamericano, donde por lo menos 150 mil niños de indígenas fueron separados de sus padres, familiares y sus comunidades y encerrados por la fuerza en ellas.

Allí fueron sometidos a un proceso de “integración” para destruir su cultura, identidad e historia, se les prohibió hablar su idioma, vestir sus ropas, practicar juegos y entretenimientos ancestrales, y hasta el uso de sus nombres originarios para transformarlos en cualquier cosa, menos lo que eran.

Sólo esa idea es aberrante e indigna, para no usar términos que serían inapropiados, pero desafortunadamente no fue lo único que debieron soportar.

Las tales “residencias” fueron centros de horror, donde se practicaron todo tipo de abusos físicos, laborales, psicológicos y hasta sexuales. Se estima que por lo menos entre cuatro mil y seis mil pequeños murieron por los maltratos y la falta de atención médica y sus cuerpos enterrados en fosas comunes.

Willie Sellars, jefe del clan Williams Lake First Nation, dijo que muchos cadáveres fueron lanzados a ríos y lagos o arrojados a incineradoras. “"Para esos niños, agregó, no habrá ninguna lápida, ninguna tumba sin marcar, ningún pequeño fragmento de hueso, que sea analizado de forma forense".

Los descubrimientos hechos en lugares como la Misión de Saint Joseph, en la Columbia Británica, la isla Kuper, en el oeste de Canadá, o el internado de Kamloops, no tienen nada que envidiarle por crueldad y sadismo a los campamentos nazis durante la II Guerra Mundial.

Aquellos que sobrevivieron a esos sitios sufren graves secuelas, algunos con adicción al alcohol o las drogas o agudos períodos de depresión y angustia.

De esto se trata el viaje del papa Francisco a Canadá, de pedir perdón por esos pecados, que no son suyos, sino de sectores desviados de su iglesia y que no sólo se demandará a los pueblos concernidos en esta tragedia, sino a toda la humanidad, que es ofendida cada vez que se cometen tales crímenes.

Pienso que es bueno que lo haga porque podría animar a revelar otros horrores escondidos en tumbas desconocidas por buena parte de nuestra región, donde yacen miles que son buscados por padres, madres, hijos o hermanos que viven entre el dolor y la esperanza. 



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