Presidencia de Taiwan / AP
Por: Guillermo Alvarado
Sin ninguna necesidad, el gobierno de Estados Unidos dio un lamentable paso en falso con la visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, que probablemente haya dañado para siempre las ya precarias relaciones de Washington con China.
Para el Gigante Asiático esa isla siempre ha constituido parte de su territorio nacional, a pesar de que desde 1949 las tropas reaccionarias encabezadas por Chiang Kai-shek se refugiaron allí para huir de la victoriosa Revolución, sin cesar nunca en sus intentos de separarla con el apoyo de occidente.
La inmensa mayoría de países en el mundo reconocen y tienen vínculos diplomáticos o comerciales con la República Popular China, y apenas un grupito, ocho en América, uno en África, otro en Europa y cuatro en Oceanía lo hacen con Taiwán, varios de ellos a cambio de jugosas “donaciones”.
En tal sentido, la visita de Pelosi constituye una clara intromisión en los asuntos internos de otra nación, pero también una violación a su soberanía que traerá sin duda graves consecuencias no sólo en las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Beijing, sino en otras partes del planeta.
Es muy difícil responder a cuáles fueron las verdaderas intenciones de la Casa Blanca de un gesto innecesario, peligroso y repudiable.
Se puede pensar que fue un intento de apuntalar la decaída imagen del presidente Joseph Biden, en particular de cara a las elecciones de medio término de noviembre próximo, que anuncian la pérdida de la mayoría del partido Demócrata en las Cámaras de Representantes y de Senadores.
Si ese fue el caso, resultó un fiasco porque excepto declaraciones de algunos exaltados legisladores, demócratas y republicanos, no hubo que se diga un estallido de júbilo en la clase política estadounidense.
Puso ser también una demostración de fuerza, un signo de poder y prepotencia y un vano intento de humillar a China, lo que hablaría peor aún de quienes están dirigiendo a la primera potencia económica y militar.
Es verdad que hubo un gran enojo en Beijing, pero ese país por su cultura milenaria y una larga tradición política, no se deja llevar por arrebatos y su respuesta será sin duda bien meditada, profunda y abarcará muchos sectores.
Como advirtió el columnista Josh Rogin, del diario The Washington Post, "la mayor repercusión de la visita de Pelosi se producirá después de su regreso a casa, a lo largo de semanas, meses y años", una advertencia que en la Casa Blanca no deben tomar a la ligera.
De entrada, lo más notorio será un mayor acercamiento entre China y Rusia, primera señal de que en esta desafortunada jugada política, a Estados Unidos el tiro le saldrá por la culata.