RHC
Por María Josefina Arce
A lo largo de la llamada "Crisis de octubre", Cuba tuvo una postura digna, transparente e intransigente, que mantuvo al conocer las negociaciones, de las que fue excluida, entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética sobre la retirada de suelo cubano de los misiles soviéticos, emplazados como una forma de disuasión ante la agresiva política norteamericana y para eliminar la ventaja que tenía la vecina nación con su armamento en Turquía, Italia y Reino Unido.
La historia volvía a repetirse recuerdan los historiadores, al referirse a 1898 cuando la Mayor de las Antillas era obviada de las conversaciones entre España y Estados Unidos y la posterior firma del Tratado de París. A los cubanos les era arrebatada su independencia, tras años de lucha contra el yugo colonial español.
Washington se apoderaba de la nación caribeña, luego de haber intervenido oportunamente en la contienda, dejando claro sus intereses geopolíticos respecto a nuestro país.
Ahora nuevamente se negociaba a sus espaldas y se quedaban fuera medulares cuestiones que atañian a la preservación de la independencia y soberanía de la nación, que como la historia había demostrado no podía confiar en la palabra de Estados Unidos de que no invadiria nuestro territorio.
Enérgico fue al respecto el líder histórico de la revolución Fidel Castro, quien dejó clara la postura cubana ante las amenazas imperiales y enunció un plan de cinco puntos a tener en cuenta, que comprendía el cese del bloqueo económico, de todas las actividades subversivas, de los ataques piratas, de todas las violaciones del espacio aéreo y naval y la retirada de la base naval de Guantánamo y la devolución de ese territorio del oriente cubano.
Fidel también rechazó cualquier inspección en nuestro país, como exigía Estados Unidos, para verificar la retirada de los cohetes, pues Cuba no había violado ninguna ley Internacional. Firme fue la actitud de la máxima dirección de la revolución.
Desde aquellos tensos días de octubre de 1962, en que el mundo estuvo al borde de una guerra nuclear, se ha demostrado una y otra vez cuán certero era el accionar de Fidel. Todavía en la actualidad se mantiene la base naval de Guantánamo, que ha servido para acciones provocadoras contra el pueblo cubano y constituye una afrenta a nuestra soberanía.
El bloqueo norteamericano es una realidad, a pesar de las constantes denuncias de Cuba sobre los daños económicos y humanos que provoca, y las 29 resoluciones de condena adoptadas por la Asamblea General de la ONU.
Una unilateral medida recrudecida incluso, en medio de la pandemia de la COVID 19 y que impidió al país adquirir medicamentos y otros insumos, que podían marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
Se han mantenido las acciones agresivas contra nuestro país, que hoy con el avance de las tecnologías de la comunicación se han trasladado a las redes sociales, desde las cuales se busca subvertir el orden constitucional.
Pero Cuba como hace sesenta años mantiene una postura firme y digna, y a pesar de todos los obstáculos sigue trabajando para construir una sociedad mejor.