RHC
Por María Josefina Arce
Brasil optó por el cambio. El ex presidente Luiz Inácio Lula Da Silva, del Partido de los Trabajadores, ganó la segunda ronda de las elecciones generales de este domingo, las más polarizadas y tensas de los últimos tiempos y que mostraron un país altamente dividido.
En una sumamente reñida contienda en que la diferencia entre los dos candidatos fue mínima, Lula Da Silva se impuso con 50,83 % de los sufragios, mientras que el actual mandatario, el ultraderechista Jair Bolsonaro, quien aspiraba a la reelección, logró un 49,17%.
El ex presidente también había resultado vencedor en la primera ronda del pasado día 2, en la que ya Bolsonaro tuvo un repunte, detalle que no se puede pasar por alto y que enciende las alarmas, ante el crecimiento, alertan los analistas, del extremismo en el territorio brasileño.
Lula Da Silva, que concluyó sus dos mandatos, de 2003 a 2010, con más de 80% de aprobación, es el primer jefe de estado que regresa al Palacio del Planalto por tercera ocasión.
Con su voto los brasileños decidieron poner fin a cuatro años de una polémica y pésima gestión de Bolsonaro, que en todo momento desafío a las instituciones democráticas y esgrimió un discurso a favor de armar a los brasileños y de odio contra la oposición.
La ciudadanía no olvidó la mala respuesta a la COVID 19 del gobierno presidido por el ex capitán del ejercito, que calificó a la enfermedad causada por el nuevo coronavirus como una simple gripe, se opuso al uso de la mascarilla, al necesario aislamiento social para evitar la propagación y retrasó el proceso de vacunación.
Como resultado Brasil se convirtió en el segundo país a nivel mundial con el mayor número de fallecidos a causa del virus, con cerca de 700 MIL víctimas mortales.
Los brasileños también dieron un voto de castigo al actual mandatario por su cuestionada política ambiental. Bajo su mandato se alcanzó una cifra récord de deforestación de la Amazonía, invadida por la minería ilegal, la tala indiscriminadas y los negocios agropecuarios, que incentivó en todo momento.
Los actuales comicios estuvieron precedidos por una campaña, en la que dominó la violencia política y una fuerte proliferación de falsas noticias, generadas por el equipo y seguidores de Bolsonaro.
De hecho el Tribunal Superior Electoral tomó cartas en el asunto. Monitoreó las redes sociales, canceló perfiles y apoyó la investigación sobre un grupo digital que operaba con dinero público para deslegitimar la democracia.
Ha sido tal la agresión verbal y los intentos de desacreditar al candidato del Partido de los Trabajadores que en el camino hacia esta segunda vuelta se ha quedado fuera la discusión de importantes temas.
Bolsonaro por demás, para socavar el voto por Lula Da Silva repartió ayudas económicas directas a la población más pobre. Apuntan los analistas que el gasto público se acrecentó en los últimos tres meses.
La pregunta ahora es sí Bolsonaro aceptará su derrota, luego de haber cuestionado insistentemente al sistema electoral brasileño y la posibilidad de un fraude en su contra, una narrativa a la que siguen recurriendo sus seguidores.