Tras las huellas del Apóstol (+Fotos)

بقلم: Maite González
2023-01-13 07:38:21

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Recibiendo de manos de Carlos Rafael Rodríguez el Premio Nacional José Martí de periodismo por la obra de 1989 en televisión.

Todo cubano debe sentir el orgullo de ser martiano. Martí es el apellido de Cuba.

 Y eso soy desde la noche en que, en la ciudad de Santa Clara, guiados por Ramón Pando Ferrer, participé en la Marcha de las Antorchas y fuimos fuertemente reprimidos por la policía de la dictadura de Batista.

Fue el 27 de enero de 1953. Pando, mi vecino de la calle San Vicente en Santa Clara, era también, como yo, aunque un año mayor, estudiante en el curso nocturno para trabajadores de la Escuela Profesional de Comercio de Santa Clara. Y con José Julio Rivas Herrera, Francisco Ramos, Armando Choy, Luis Peralta y otros estudiantes nos opusimos al golpe militar del 10 de marzo de 1952.

 Éramos seguidores de Fidel Castro, el más preclaro opositor al dictador Batista, y Fidel contribuyó a convertirnos en martianos cuando proclamó al mundo que José Martí había sido el autor intelectual del histórico Asalto al Cuartel Moncada, en la ciudad de Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1953.

En 1963, cuando cumplía en Chile mi segunda misión diplomática --pues la primera había sido en Ecuador--, tuve el honor de acompañar al poeta Nicolás Guillén en el acto de inauguración de una escuela donada por Cuba a los niños del poblado minero de Lota.

Recuerdo que recorrimos más de quinientos kilómetros hasta la región sureña de Bío Bio bajo una pertinaz llovizna, e hicimos escala en la ciudad de Concepción, donde nos recibió el profesor de filosofía Enzo Mella, entonces activista de la solidaridad con Cuba.

Enzo Mella, quien fue profesor en la Universidad de Oriente, en Santiago de Cuba, fue atendido de cáncer en La Habana por el eminente oncólogo cubano Zoilo Marinello, quien a mí me hizo la primera operación de cáncer de piel en la década de los años ochenta del pasado siglo.

Inaugurando con Nicolás Guillén en 1963 una escuela donada por Cuba a los pobladores mineros de Lota, en Chile

Pero lo más significativo del viaje a Lota fue enterarme muchos años después, gracias a un reportaje del periodista de Juventud Rebelde Yoerky Sánchez Cuéllar, que el busto de José Martí colocado a la entrada de la Escuela, fue escondido por los pobladores de la ciudad minera a raíz del golpe militar de Augusto Pinochet, el 11 de septiembre de 1973, y vuelto a colocar en su sitio luego del fin de la dictadura, 17 años después. Algo que me había contado poco antes una joven estudiante chilena de la ELAM, Escuela Latinoamericana de Medicina, perteneciente a una familia del poblado minero de Lota.

En Chile, donde permanecí casi dos años y nació Ernesto, el segundo de mis cuatro hijos, pude conocer la gran admiración hacia José Martí de la Premio Nobel de Literatura 1945 Gabriela Mistral, a quien cantó muchas veces nuestra trovadora martiana Teresita Fernández.

En 1982 realicé mi primera visita a Venezuela y aproveché ese viaje en misión periodística, que se inició en Barquisimeto, capital del Estado Lara, para conocer la Plaza Bolívar y allí la estatua ecuestre del Libertador, que fue colocada el 7 de noviembre de 1874. Allí estuvo José Martí el 21 de enero de 1881, un día después de llegar a Venezuela “sin sacudirse el polvo del camino ni preguntar donde se comía o se dormía”.

 Recuerdo que, con la grabadora que me acompaña siempre –hasta hoy-- en mis andanzas periodísticas, hice una crónica frente al impresionante monumento a Bolívar –tal vez cerca del lugar donde estuvo nuestro Apóstol-- y uno de los ancianos presentes en el parque me oyó mencionar a Cuba y preguntó si era un periodista cubano. Sí, le contesté en medio de mi sorpresa. Y el hombre me dijo que en el parque estaba también un venezolano que había perdido un hermano en Cuba. Quién es, le pregunté, y me señaló con el índice de su mano derecha el banco donde estaba sentado el hermano mayor de Carlos Aponte, caído junto a Antonio Guiteras en El Morrillo, Matanzas, el 8 de mayo de 1935.

Nunca olvidaré ese momento de mi estancia en Caracas en octubre de 1982, donde me alojé en la casa de Eduardo Machado, uno de los fundadores del Partido Comunista, quien vivía muy cerca de la Plaza Bolívar y estaba casado con Doña Gertrudis, una muy amable y revolucionaria estadounidense, quien preparó el sitio para que yo durmiera en la biblioteca de la residencia que compartía con Eduardo Machado, quien, por cierto, me llevó a conocer en Caracas a su amigo Abelardo Raidi, decano de los periodistas deportivos de Venezuela y América Latina.

Recibiendo de manos de Armando Hart en
2005 el Premio Nacional de Periodismo JOSE MARTÍ
por la obra de la vida que otorga la UPEC

En 1983, año de la infame invasión yanqui a la pequeña Granada, estuve por segunda ocasión en la tierra del gran Rubén Darío, otro admirador de José Martí, a quien el autor de “Azul” había conocido en la ciudad de Nueva York en 1893.

 Así que dos figuras cumbre de Nuestra América y de la lengua española, el nicaragüense Rubén Darío y la chilena Gabriela Mistral expresaron sin rodeos su admiración por el cubano universal.

Tres años antes de conocer a Rubén Darío, y también en la ciudad de Nueva York, nuestro Apóstol conocería al ecuatoriano Eloy Alfaro. Ambos fueron presentados por el colombiano José María Vargas Vilas el 20 de octubre de 1890.

Martí dijo que Alfaro, conocido como el Viejo Luchador, “era uno de los pocos hombres de creación en América”. Pocos meses después de la heroica caída de Martí en Dos Ríos, Alfaro fue el primer Presidente de América en abogar por la independencia de Cuba ante las autoridades coloniales españolas.

Recuerdo haber sido invitado en 1995 por la Prefectura de Pichincha a un evento celebrado en la Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión”, en Quito, con motivo del Centenario del triunfo de la Revolución Alfarista. Y en ese evento mi ponencia versó sobre las relaciones históricas entre Alfaro, Martí y Antonio Maceo.

Años después, en La Habana, sugeriría a esa Prefectura que, en el lugar conocido como La Ciudad Mitad del Mundo, veinte kilómetros al norte de Quito, debería erigirse un monumento a José Martí que simbolizara la búsqueda incesante del equilibrio del mundo por el prócer cubano.

Propuse por su nombre al escultor cubano Andrés González González para realizar la obra, algo que fue aceptado por el Prefecto de la época, y fue Armando Hart, Director del Programa Martiano y de la Sociedad Cultural José Martí, quien inauguró en 2015 el hermoso monumento de Martí en la Ciudad Mitad del Mundo, que yo pude visitar años después con Verenice, una de las hijas de Guayasamín.

A finales del mes de junio de 2012 se efectuó en Quito la VII Reunión del Consejo Mundial del Proyecto José Martí de Solidaridad, a la cual tuve el honor de brindar cobertura periodística. El Encuentro, que sesionó en la sede de la cancillería ecuatoriana y la hermosa e impresionante Capilla del Hombre, inaugurada por Fidel Castro y Hugo Chávez el 29 de noviembre de 2002, tenía por título de “José Martí, Eloy Alfaro y el ideal integracionista”.

RHC

El martes 23 de octubre de 2012, día exacto en que se cumplían 150 años de la primera carta del niño José Martí a su madre doña Leonor Pérez Cabrera, presentamos en la sede del Centro de Estudios Martianos de La Habana el calendario de bolsillo de Radio Habana Cuba de 2013 con la imagen del José Martí del pintor Oswaldo Guayasamín.

En ese acto, que estuvo presidido por el doctor Armando Hart Dávalos, Director de la Oficina del Programa Martiano y Presidente de la Sociedad Cultural José Martí, entregamos lienzografías con el hermoso retrato de Martí a los familiares de los Cinco Héroes Cubanos, así como a los embajadores de los países del Alba-TCP, donadas, como los calendarios, por nuestro entrañable amigo Gabriel Navarrete Martínez, Presidente de la Asociación española Cultura y Cooperación Internacional.

Otra lienzografía con la imagen del Apóstol fue donada a la sede de la ACNU, la Asociación Cubana de las Naciones Unidas, dirigida entonces por el doctor Carlos Amat Forés, quien me la había pedido por mi condición de Presidente de la Comisión de Prensa de la ACNU y Subdirector de Radio Habana Cuba.

La directora del Centro de Estudios Martianos era entonces la doctora Ana Sánchez Collazo, a quien en una ocasión entrevisté en su residencia de El Vedado para mi programa ENTRE CUBANOS de Radio Habana Cuba.

En diciembre de 1996, cuando todavía era yo Diputado Nacional en Cuba, el guatemalteco Guillermo Toriello Garrido me pidió lo acompañara a su país, al acto de firma de los Acuerdos de Paz.

 El ex Canciller Toriello, fundador de las Naciones Unidas en 1945 y el único diplomático que, por antidemocrático, se opuso al veto, le pidió al Comandante Fidel Castro que el Presidente del Parlamento cubano, Ricardo Alarcón, me autorizara a viajar con él.

 Y así fue que acompañé el amigo Toriello en ese viaje con escalas en Panamá y Costa Rica, donde a mí me otorgaron la visa de entrada a Guatemala, y a Toriello su pasaporte diplomático guatemalteco como ex canciller de su país. Otorgado por decisión del presidente de Guatemala, Álvaro Arzú.

Toriello viajaba, como lo hacía yo, con pasaporte diplomático cubano, pues él se había radicado en La Habana en 1981, era el Presidente y fundador del Tribunal Antiimperialista de Nuestra América, y tenía muchos reconocimientos en Cuba, uno de ellos del Canciller cubano Raúl Roa García, quien le dedicó uno de sus libros titulado “Retorno a la Alborada” con esta palabras: “Al primer Canciller de la Dignidad de Nuestra América”.

A mí me contó que vino por primera vez a Cuba como deportista a los II Juegos Centroamericanos y del Caribe, efectuados en La Habana en 1930, y que su primer acto de solidaridad con los estudiantes cubanos fue vendarse la mano para no dársela al dictador Machado, quien recibió a las delegaciones.

 Yo mantenía una estrecha y fecunda relación con el doctor Toriello, y lo había acompañado a Nicaragua, Granada, Brasil y Libia. El acababa de cumplir los 85 años de edad, y siempre repetía que había nacido en Guatemala el once, del once, del once.

Durante algunos años fui el continuador del periodista venezolano Freddy Balzán, director de la Revista Soberanía, órgano oficial del Tribunal presidido por Toriello.

En su casa de La Habana, situada en el Municipio Playa, en Calle 62 esquina a Novena, donde compartí muchas veces con él, me mostró una réplica del yate Granma obsequiada por su amigo, el Comandante Fidel Castro.

Recuerdo que, en su 80 cumpleaños, celebrado en su casa, estuvo como animador el cantor de la Revolución Cubana Carlos Puebla, a quien yo había conocido en Quito en 1961, cuando en mi presencia Oswaldo Guayasamín le hizo un retrato, que, por cierto, ilustra el calendario de bolsillo de 2023 de Radio Habana Cuba, editado en Madrid gracias a la solidaridad del amigo español Gabriel Navarrete Martínez.

No existían relaciones diplomáticas entre Cuba y Guatemala cuando fueron firmados el 29 de diciembre de 1996 los Acuerdos de Paz, y recuerdo que en mi presencia Toriello le dijo a Arzú: “Oscarito, cuando vas a restablecer las relaciones con Cuba?” A lo cual el primer mandatario guatemalteco respondió: “Muy pronto, amigo Guillermo”. Y así fue.

 Recuerdo haber entrevistado a varios de los dirigentes de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, la noche de la firma de los Acuerdos de Paz, y que muy cerca de donde nos sentamos junto a Toriello, en el patio del edificio de la Presidencia, estuvo Rigoberta Menchú, quien tres años antes había recibido el Premio Nobel de la Paz, y fue una de las personalidades que posó para el pintor Oswaldo Guayasamín.

A Rigoberta la habíamos entrevistado vía telefónica desde Radio Habana Cuba, y lo volvimos a hacer a raíz del fallecimiento de Toriello en La Habana, el 24 de febrero de 1997, poco más de un mes luego de nuestro retorno de Guatemala.

Con Guillermo Toriello recorrimos en Guatemala todos los sitios relacionados con José Martí, incluso la Logia Masónica No. 1, que lleva el nombre del Apóstol en una zona céntrica de la capital guatemalteca.

Veinticuatro años de edad tenía José Martí cuando en 1877 llegó a Guatemala procedente de México. A poco de llegar a la capital del país del Quetzal fue el Apóstol a encontrarse con su compatriota José María Izaguirre, quien dirigía la Escuela Normal. Izaguirre lo hospedó y dio empleo en la Escuela como profesor de los cursos de Literatura.

Ya a finales de mayo Martí es contratado por la Universidad San Carlos de Guatemala, donde ejerce como profesor de Filosofía y Letras y tiene vínculos con otros intelectuales cubanos, entre ellos José Joaquín Palma, autor de la letra del himno nacional de Guatemala.

Recuerdo que en 1988 hice uno de mis 42 programas ANGULO ANCHO, para la televisión cubana, dedicado a Guatemala, e invité a Frank Fernández a tocar en su piano, como si fuera una marimba, las notas del precioso himno nacional guatemalteco. Y el gran Maestro lo hizo.

Lo cierto es que la experiencia de Guatemala fue para el Apóstol muy enriquecedora. Allí se hizo maestro y tuvo un hermoso romance con la Niña de Guatemala, a quien dedicaría uno de sus Versos Sencillos. Escribió el ensayo GUATEMALA y se fortalecieron sus sentimientos antiimperialistas, así como su conocimiento sobre las poblaciones indígenas de Nuestra América. La dictadura guatemalteca que provocó la salida de Martí no impidió que el Apóstol definiera esa tierra como “la hospitalaria, rica y franca Guatemala”.

A Toriello le debo haber viajado a Guatemala y conocer allí, con él, los principales sitios martianos, complementados años después por el escultor cubano Andrés González González, quien levantó en la capital guatemalteca un gran monumento al Apóstol de la independencia cubana.

En casa museo que evoca encuentro entre Máximo Gómez y José Martí
en Montecristi, República Dominicana en 2008.

Y a mi hermana Igna Sofía, compañera de estudios de Teresita Fernández, le agradezco haber conocido la ciudad de Montecristi, en República Dominicana, donde Martí suscribió el histórico Manifiesto junto al dominicano Máximo Gómez, documento que sirvió de base al programa de la Revolución independentista cubana.

Igna Sofía, nacida en Santa Clara el 17 de mayo de 1932, tiene entre sus méritos históricos haber sido ahijada de confirmación del líder revolucionario Antonio Guiteras, amigo de nuestro padre Enrique Martínez Pérez. Y de haber participado siempre en La Habana en los Encuentros Nación y Emigración, en uno de los cuales cumplió su sueño de saludar al Comandante Fidel Castro.

Recuerdo que de la escuela fundada en Santiago de los Caballeros por mi hermana –ya fallecida-- salí por carretera un domingo de elecciones en República Dominicana, en un recorrido de más de 100 kilómetros con amigos oyentes de Radio Habana Cuba para conocer la casa donde se encontraron Máximo Gómez y José Martí, y que la entrevista que me hicieron en Radio Montecristi fue reportada por una cubana residente en el oriente cubano.

El 5 de mayo de 2017 recibió el Presidente de Ecuador, Rafael Correa Delgado, la Orden José Martí de manos de su homólogo cubano Raúl Castro en ceremonia efectuada en el Palacio de la Revolución de La Habana. “Toda mi vida he sido martiano”, afirmó Correa en esa, su última visita a Cuba como primer mandatario de Ecuador.

No conté en este recuento histórico la entrevista que hice en París a nuestro Embajador en Francia, en 1988, porque el Primer Ministro francés Jacques Chirac se oponía a la colocación de un busto de Martí en París. En esa ocasión también entrevisté a nuestro Embajador ante la UNESCO, Alfredo Guevara, quien reconoció que los funcionarios cubanos en Francia no habían hecho toda la divulgación que merecía la obra del prócer cubano.

Nunca olvidaré que los franceses a cargo de la Torre Eiffel no conocían lo que José Martí dijo sobre esa torre emblemática de la capital francesa: “¡El mundo entero va ahora como moviéndose en la mar, con todos los pueblos humanos a bordo, y del barco del mundo, la torre es el mástil!”

Y a uno de los más solidarios españoles con Cuba, Gabriel Navarrete Martínez, lo calificó siempre con palabras martianas al identificarlo como “el español bueno y útil” que desde hace más de veinte años financia y edita en Madrid los calendarios de bolsillo de Radio Habana Cuba.

Honrar, honra, fue la distinción que me entregó el doctor Armando Hart en 2009, en el teatro del Memorial José Martí, y seis años después, en la sede de la Sociedad Cultural José Martí, la distinción UTILIDAD DE LA VIRTUD.

Ellas me acompañan en la larga marcha tras las huellas del Apóstol.



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