Por María Josefina Arce

Estados Unidos no ha sido capaz de dar solución a una problemática que atenta contra la seguridad de su ciudadanía, y que se ha convertido en una epidemia, un problema de salud: la violencia armada.
   
El dolor y el luto a causa de los tiroteos masivos ha llegado a muchas familias de Estados Unidos, un país que se acerca a alcanzar la segunda mayor tasa anual de estos sucesos  en los últimos nueve años.
  
El 2021 ha sido considerado el más letal en cuanto a estos incidentes violentos. Cerca de 49 mil estadounidenses murieron a causa de armas de fuego.
  
Un estudio de la Universidad Johns Hopkins, precisó que una persona falleció cada 11minutos como promedio en ese año, marcado por la pandemia de la COVID 19, pero en el que las muertes por estos artefactos  siguió marcando una tendencia en aumento.
    
Y 2023 no ha empezado nada bien. Hasta la fecha ya se han registrado más de 340 tiroteos y la preocupación crece entre los estadounidenses. Uno de cada cinco ha admitido que no se siente seguro ante la proliferación de las armas de fuego.
    
De acuerdo con la organización Archivo contra la violencia armada, de mantenerse ese ritmo el territorio norteamericano podría superar los 679 incidentes de esta naturaleza en el presente año.
  
Las cifras son alarmantes, pero lamentablemente se están volviendo habituales en una nación donde  el  número de armas supera al  de habitantes. Con una población de poco más de 330 millones de personas, en suelo estadounidense hay cerca de 400 millones de armas de fuego.
  
El debate sobre su necesario control cobra fuerza cada vez que tiene lugar un hecho de este tipo, como los reportados el pasado 4 de julio, Día de la Independencia, y en las jornadas posteriores.
  
Los tiroteos con armas de fuego  ya forman parte del dia a día de la sociedad estadounidense, que también ha lamentado la muerte de menores.
  
De hecho la violencia armada se ha cobrado más vidas de niños y jóvenes estadounidenses que enfermedades y accidentes, de acuerdo con investigaciones.
  
Sin embargo, detener la proliferación de las armas de fuego es bien difícil; choca con grandes intereses como los de la Asociación Nacional del Rifle, un lobby de fuerte influencia en Washington.
  
Estados Unidos que, con su habitual doblez, dice preocuparse por el bienestar y seguridad de los habitantes  de otras naciones, tiene una gran deuda con su ciudadanía. Han pesado siempre más los intereses políticos y económicos que la vida.