Estados Unidos colaboró decididamente en el aplastamiento de todas las prerrogativas en Chile. Pinochet (I) y Kissinger (D).
Por Roberto Morejón
Próximo a cumplirse medio siglo de uno de los crímenes más abominables en América Latina, el golpe de estado contra el presidente chileno Salvador Allende, todavía muchos sectores en el país austral ahondan en la verdad de los hechos.
Mediante su embajador en Washington, Juan Gabriel Valdés, Chile insta a Estados Unidos a desclasificar más documentos indicativos del creciente papel de la potencia del Norte en el cuartelazo del 11 de septiembre de 1973.
Valdés solicitó formalmente a la administración de Joseph Biden la publicación de legajos de 1973 y 1974 sobre lo dicho en la Casa Blanca por el expresidente Richard Nixon y sus colaboradores, acerca de la asonada contra el gobierno socialista en Chile.
Recordemos que la injerencia burda de Washington terminó con la vida de Allende y dio paso a una feroz dictadura, fundadora del terrorismo de Estado en el que Augusto Pinochet y sus secuaces hundieron a Chile por 17 años.
Por órdenes del general, fue asesinado en Washington el ex ministro de Allende, Orlando Letelier, el 21 de septiembre de 1976.
Ni ese crimen ni la larga noche golpista han sido condenados por la derecha chilena, como si no fuera verdad que Pinochet y la Junta militar desataron una cacería de opositores políticos a través de los más repudiables métodos de tortura.
Ellos ordenaron ejecuciones extrajudiciales, encarcelamientos, desapariciones forzadas, exilio, despidos laborales y dieron cuenta de la vida de más de 40 mil chilenos.
Se trata de una tiranía sobre cuya ejecutoria en Estados Unidos se han resistido a colaborar hasta las últimas consecuencias.
Pero a partir de documentos desclasificados parcialmente, libros y artículos de prensa se sabe de la hostilidad de Nixon y el secretario de Estado, Henry Kissinger hacia Allende, aun antes de asumir como primer mandatario.
La CIA, Agencia Central de Inteligencia, apoyó y financió a grupos para desestabilizar al gobierno y en general los inquilinos de la Casa Blanca alimentaron la resistencia, respaldaron a la derecha y financiaron huelgas y sabotajes, como subrayó el embajador Juan Gabriel Valdés en entrevista a la agencia EFE.
Estados Unidos, autodenominado paladín de los derechos humanos en el mundo, colaboró decididamente en el aplastamiento de todas las prerrogativas en Chile, y muchos ciudadanos en ese país y fuera de él quieren conocer los detalles del complot.
Porque no por casualidad Kissinger llegó a decir a raíz de la asonada: “En tiempos de Eisenhower nos habrían tratado de héroes”.