Imagen de archivo/RHC

Por Roberto Morejón

Con el legado de Hugo Chávez, los venezolanos siguen resistiendo las adversidades derivadas de las sanciones estadounidenses, ahora en vías de reactivación.
 
El militar de nueva talla inició su primer mandato el dos de febrero de 1999 y desde el primer momento evidenció su fuerza telúrica, en el podio de comunicación, en conversación informal con sus compatriotas o en la trinchera política.
 
El estadista inició una nueva etapa en Venezuela, encarnó las esperanzas de millones de ciudadanos y trazó el camino hacia la anhelada justicia social y soberanía.
 
Fallecido en 2013 tras una penosa enfermedad, Hugo Chávez nutre el ideario nacional, adornado por sus cómodas victorias en cuatro elecciones presidenciales.
 
Quien puso fin a cuatro décadas de gobiernos de derecha regresó con bríos luego del golpe de estado de 2002 y desde el palacio de Miraflores, sede del ejecutivo, marcó la revolución bolivariana.
 
Sería un camino de aciertos, sinsabores, adversidades y acciones de la oposición radical para derribar al gobierno por cualquier vía, hasta la de tomar juramento en una plaza, entre un puñado de seguidores, a un titulado Presidente, perfilado en Washington.
 
Impulsor de la nueva Constitución, Chávez dejó el camino a Nicolás Maduro, quien también debió enfrentar las penalidades estadounidenses, causantes del deterioro de la economía y del nivel de vida de los venezolanos.
 
En los últimos días las fuerzas del orden detuvieron a una treintena de personas acusadas de estar vinculadas con conspiraciones antigubernamentales.
 
El proceso coincide con la revelación de un informe secreto, obtenido por la agencia AP, sobre una operación encubierta de la DEA, Administración de Control de Drogas de Estados Unidos, para “fabricar” supuestos nexos entre Caracas y el narcotráfico.
 
La vicepresidenta Delcy Rodríguez advirtió que si Estados Unidos intensifica la agresión económica contra Venezuela, el país respondería, en primer lugar con la cancelación de vuelos de repatriación de migrantes venezolanos.
 
En esa nueva tensión se inscribe un proceso de consulta nacional con fuerzas de diverso signo para delinear un cronograma electoral.
 
Del resultado debe emerger una propuesta que sería entregada al Consejo Nacional Electoral, competente para convocar a una cita en las urnas.
 
De manera que como hiciera Chávez, el gobierno reafirma su disposición a dialogar con variados actores políticos, sin ceder un ápice en la defensa de la soberanía.