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Por Roberto Morejón
En el aniversario veinte de su creación, el ALBA, Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos, busca ganar nuevos aires, un empeño difícil por la coyuntura por la que atraviesan algunos de sus miembros y las tensiones internacionales.
Los diez países integrantes de la plataforma insistieron en la cumbre número 23 efectuada en Caracas en su validez para la unión, el diálogo, el respeto, la cooperación y la concertación política en la región.
Creada a partir del pensamiento y acción de los líderes de Cuba, Fidel Castro, y de Venezuela, Hugo Chávez, el ALBA trazó una agenda de trabajo adaptada a los tiempos espinosos que corren en la región.
Los presidentes, primeros ministros y otros representantes de los países del bloque diseñaron un derrotero actualizado, con la vista puesta en objetivos superiores, acorde con las facilidades existentes.
Sobresale entre los acuerdos de la vigésimo tercera cumbre la aprobación de ALBA 2030, con siete líneas de trabajo, para captar recursos, el relanzamiento de PETROCARIBE y la creación del plan ALBA Alimentos.
Igualmente se vislumbran coordinaciones para estimular el desarrollo científico, cultural, la reanimación del plan ALBA Salud y de una agencia para la mitigación de los impactos del cambio climático.
Como se aprecia, los puntos contemplados se asocian a los contextos y premuras de los miembros del ALBA.
Algunos de ellos, como Nicaragua y Venezuela, son blanco de medidas coercitivas y Cuba sufre un bloqueo recrudecido, todo ello ejecutado por Estados Unidos.
Para el presidente venezolano, Nicolás Maduro, la agenda 2030 tiene un carácter integrador, de unión y motivacional.
Muy válida la intención en tiempos en que en América Latina se observa una articulada contraofensiva de la derecha.
Es cierto que el ALBA no ha podido sustraerse a los apremios de los tiempos que corren y algunos de sus programas estrella debieron atemperarse, a causa de la restricción de recursos y el peso de sanciones y cercos de Estados Unidos.
Pero como se evidenció en la cumbre caraqueña, es oportuno evocar con satisfacción aciertos como la alfabetización de casi cinco millones de personas y la devolución de la vista a más de seis millones de pacientes mediante la Operación Milagro.
Con aquellos progresos en mente, al que se añade la calificación de miles de jóvenes como médicos, es posible hoy trazarse rumbos, acondicionados a los recursos vigentes, sin olvidar los objetivos sociales vislumbrados por el ALBA.