Vietnam- Franja de Gaza. Imagen:MC
por Guillermo Alvarado
Durante la década de los 60 y los primeros años de los 70 del siglo pasado la sociedad estadounidense se vio estremecida por multitudinarios actos de protesta contra la guerra de Vietnam, un conflicto donde esa potencia no tenía absolutamente nada que ver.
El 24 de abril de 1971 en Washington, se congregaron medio millón de personas para expresar su rechazo a una aventura militar que terminó en un desastre para el país norteño, no sólo por la cantidad de efectivos muertos y el dinero mal gastado, sino por la imagen negativa proyectada al mundo.
Pues bien, en nuestros días está sucediendo un fenómeno similar, cuyo foco está en los recintos universitarios por ahora, y que tiene que ver con la complicidad de Estados Unidos con el genocidio contra la población palestina en la Franja de Gaza.
Es común decir que se trata de un crimen de lesa humanidad perpetrado por el Estadio sionista de Israel, pero se debe recordar que esa bestialidad no sería posible sólo por la voluntad de Benjamín Netanyahu y su camarilla, sin la aprobación explícita del presidente Joseph Biden y el involucramiento financiero de las elites más poderosas de la nación norteña.
Jamás Tel Aviv habría lanzado un misil o un artefacto no tripulado sobre la Franja de Gaza sin antes consultar con la Casa Blanca y obtener su beneplácito, lo cual convierte a Biden no sólo en un cómplice, sino en un coautor de la barbarie más grave conocida en el siglo XXI.
Cada palestino muerto pesa sobre la conciencia de Netanyahu, pero también de manera directa y precisa sobre la del presidente de Estados Unidos y su gabinete de seguridad, incluyendo a la vicepresidenta, Kamala Harris, y el secretario de Estado, Artur Blinken.
Por eso, pienso yo, decenas de miles de estudiantes universitarios están ocupando los campus y terrenos aledaños a los centros de altos estudios para repudiar los crímenes, que son responsabilidad directa de la Casa Blanca y de los cuales se están haciendo culpables rectores y académicos de ese país.
En efecto, la hasta ahora prestigiosa Universidad de Columbia, la más antigua de ese país, fundada en 1754, advirtió con expulsar a los alumnos que participen en actos de solidaridad con Palestina y por ese camino van otros centros del “país de las libertades”.
Lo cierto es que en un mundo ideal, el mejor de los mundos posibles según el Cándido de Voltaire, el día que se juzgue a Netanyahu por crímenes de guerra, a su lado, en estrecho abrazo, deben estar el presidente de Estados Unidos y buena parte de los directores del mundo académico de ese país.