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Por Pedro M. Otero Cabañas
Hace poco tiempo comenté la invisibilidad de África en los medios de prensa de casi todo el mundo. Nada ha cambiado, quizás unos puntos para peor. Y si el estado del continente es tema de nadie, peor es la situación de las naciones subsaharianas, el África Negra, esa, radicada en el imaginario popular, a través de novelas e historias de los colonizadores europeos.
África es hoy uno de los continentes más pobres y peor gestionados. Su economía básica se engloba en el comercio, la industria y los recursos naturales.
En 2020, unas mil 320 millones de personas habitaban en los 55 países que la integran. Un elevado por ciento de ellas vive por debajo del umbral de pobreza. La emergencia climática de algunas zonas agudiza la situación de precariedad. Largas sequías, inundaciones y altas temperaturas consiguen generar un escenario devastador. La discriminación y desigualdad continúan arraigadas en la región.
Un factor que igualmente incide con la crisis multifactorial que padecen muchas naciones africanas son las guerras. Estas afectan sobre todo a la población civil. Actualmente prevalecen más de 10 guerras o conflictos armados en la región. En este momento se viven conflictos armados a gran escala en Burkina Faso, Somalia, Sudán, Yemen, Myanmar, Nigeria y el Congo.
Todo este engrudo provoca, como es lógico, una migración permanente en busca de nuevos horizontes de vida, cuyo destino es, para la mayoría, Europa, aunque también se registra un éxodo notable dentro de la misma África, de acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones.
Según la fuente, en 2020 unos 21 millones de migrantes africanos vivían en naciones del continente. A su vez, el número de mujeres radicadas en otras regiones del mundo superó los 19 y medio millones en el mismo año.
Etiopía, Kenia, Chad, Uganda, Camerún y Sudán del Sur son los países africanos que reciben más refugiados.
Por su parte, los dos países europeos con mayor número de inmigrantes subsaharianos son las otrora dos grandes metrópolis: Gran Bretaña, donde viven cerca de 1, 2 millones de nativos de aquella región, y Francia, con poco más de un millón.
En el país de destino los migrantes generalmente sufren, con menor escala pero con la misma intensidad una serie de abusos laborales, culturales y sociales, tales como la explotación, trabajo forzado, inequidad salarial, malos tratos, xenofobia, racismo, discriminación e inseguridad social.
Todas estas razones son virtualmente preteridas por los grandes medios de información y por ello África no existe para una buena parte del mundo.
Donato Ndongo, escritor y periodista de Guinea Ecuatorial, opinó que lo poco que se sigue informando sobre África se hace de manera vaga, estereotipada y con gran desconocimiento de la realidad de los países.
Según este periodista, todos los males de África hoy tienen su origen en la explotación inadmisible que no cesó con la independencia de cada nación, y que a menudo se pasan por alto en las noticias.
Independencias ficticias –dijo--que crearon Estados sin soberanía, donde se primó la estabilidad en lugar de la libertad y por gobiernos que son un estorbo para la convivencia y el desarrollo.