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Por Roberto Morejón
En su afán de plegarse a la política exterior estadounidense, la delegación del gobierno de Argentina se propuso dinamitar la decimonovena cumbre iberoamericana, efectuada en la ciudad ecuatoriana de Cuenca.
Los ataques a Cuba sobresalieron en la agenda de la representación del país sudamericano, como señal de una política exterior agresiva, aislacionista y discordante con consensos logrados en América Latina y el Caribe.
A causa del obtuso enfoque ordenado desde Buenos Aires por el ultraderechista presidente Javier Milei, la cumbre iberoamericana no pudo llegar a una declaración final, en la que se abordaban importantes conceptos.
El mismo gobierno que acaba de votar en solitario en la Asamblea General de la ONU contra una resolución promotora de la eliminación de la violencia digital contra mujeres y niñas, ordenó a su representación en Cuenca obstruir una expresión en la declaración final contra el bloqueo de Estados Unidos a Cuba.
Ningún país apoyó a los diplomáticos argentinos y para evidenciar su aislamiento baste señalar que las restantes naciones emitieron una declaración especial demandando el fin del cerco contra el archipiélago caribeño.
También se manifestaron por la exclusión de la mayor de las Antillas de la lista de los que en Washington califican de patrocinadores del terrorismo.
Pero en cumplimiento de las instrucciones de los inquilinos de la Casa Rosada, la delegación argentina también se mostró cáustica en otros temas.
Así lo hizo al tratar de borrar de los documentos finales la defensa de la igualdad de género y los derechos de los pueblos indígenas y tratar de imponer la peregrina postura de que el cambio climático no existe.
Esa perspectiva del gobierno ultraconservador de Argentina coincide con la del estadounidense Donald Trump.
Ante el triunfo electoral del magnate inmobiliario, Milei fue el primero en felicitarlo y después viajó a la Florida para hacerle galas personalmente.
Como señalara el diplomático cubano Rodolfo Benítez, jefe de la delegación cubana en la cumbre iberoamericana de Cuenca, Argentina llegó a ese encuentro con la instrucción de debilitar y fracturar uno de los foros multilaterales.
Ese propósito lo intentaron ocultar en Cuenca cuando el embajador argentino en Ecuador, Eduardo Acevedo, recubrió su discurso en la cumbre de un ropaje agresivo contra Venezuela, Nicaragua y Cuba, país este último al que rotuló por lo que calificó de violación de los derechos humanos.
Tanta hipocresía era notoria, pues el actual gobierno de Milei sí transgrede las prerrogativas ciudadanas, al llevar a la población a la pobreza, el desempleo, rebajar salarios y pensiones y perseguir judicialmente a la oposición política.