por Guillermo Alvarado
Con numerosos temas importantes pendientes en su agenda y con cada vez menos tiempo para cumplirlos, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, comienza su último año al frente de la Casa Blanca, donde será sustituido por quien resulte ganador en los comicios programados para aproximadamente dentro de 11 meses en el país norteño.
Luego de dos períodos en su cargo, al primer mandatario norteamericano los días se le cuelan como arena entre los dedos, mientras siguen sin resolverse graves problemas en el Oriente Medio, en particular el cese de las agresiones israelíes y la proclamación del Estado de Palestina, como fórmula para poner fin a décadas de inestabilidad y guerras que afectan a todos los países vecinos.
Todo parece indicar que Obama tampoco verá desde el sillón presidencial el fin del autodenominado Estado Islámico, hijo espurio de la violencia que occidente implantó en esa región del planeta y que parece destinado a traer más dolor y sufrimiento durante mucho tiempo sin que, aparte de la coalición ruso-siria, haya ningún intento serio para neutralizarlo, sobre todo en el tema de sus enormes fuentes de financiamiento que hasta el momento restan prácticamente intocables.
Cuesta trabajo pensar, también, que el presidente estadounidense logrará encontrar tiempo para cerrar el infame campo de prisioneros en la ilegal base de Guantánamo, promesa hecha hace 8 años y aún incumplida.
Asimismo, está en el aire una reforma migratoria integral que de solución a los millones de indocumentados que con su trabajo contribuyen al desarrollo de la primera economía del mundo, donde carecen de identidad y son violados de manera cotidiana sus derechos más elementales.
En las últimas semanas arreció un programa de búsqueda y expulsión de decenas de miles de personas sin papeles. Según denunciaron organizaciones humanitarias, el departamento de Seguridad Nacional comenzó las redadas en Georgia, donde entraron a varias viviendas y detuvieron a mujeres y niños de origen latinoamericano.
Otras medidas son más difíciles de implementar para Obama, aunque sea de manera parcial, entre ellas la normalización de las relaciones con Cuba, que implican el levantamiento del bloqueo, la devolución del territorio ocupado en Guantánamo, el cese de todo tipo de agresiones y una compensación al pueblo cubano.
El presidente tiene en contra el dominio del Congreso por el opositor partido Republicano, pero podría hacer algo gracias a su autoridad ejecutiva, si hubiese la voluntad necesaria.
A medida que transcurran los días la atención política y pública se separará de la Casa Blanca para concentrarse en la campaña electoral, cuyos primeros escarceos comienzan en febrero próximo con las primarias republicanas en el Estado de Nueva Hampshire, donde se irán deslindando las posibilidades de los candidatos.
Ya entrado el año, las posibilidades de Obama de completar su agenda serán remotas, y pasarán a la historia como promesas rotas, igual que el Premio Nobel de la Paz que recibió, pero no supo ganárselo.
