Por Nicanor León Cotayo
Publicó este lunes un artículo en el Nuevo Herald que se titula “Visita del presidente Obama a la pérfida Cuba”. El investigador de la Universidad de Miami escribe que le va bien el calificativo “porque no cumple su palabra”.
Luego expone un inventario de engaños que, a su juicio, atañen a la dirección cubana.
Se atreve a decir que la víctima de esas continuas falsedades ejecutadas por La Habana ha sido la comunidad internacional.
De inmediato se adentra en su objetivo esencial, el cercano e histórico viaje del presidente Obama a la nación vecina.
Al respecto opina que al hacerlo “legitima a un gobierno que no ha dado muestras de apartarse de su historial”.
Con la intención de resultar un tanto más creíble echó mano a la firma del mencionado académico.
Este último, sujeto a un venenoso guión, comenzó por explicar el significado del término “Pérfida Albión” en el contexto de las relaciones internacionales.
Puede llamársele también Traicionera Inglaterra, escribió Azel, concepto utilizado para referirse a la deslealtad, engaño y traición diplomáticos utilizados por Gran Bretaña en la búsqueda de sus intereses.
Pérfida, explicó el académico del Herald, se refiere a quien no cumple su palabra, y Albión deriva del antiguo nombre griego para la isla de Gran Bretaña.
Sostenido en la tradición, dijo Azel, me refiero a “Pérfida Cuba” para analizar el engaño utilizado por la Cuba de los Castro en sus relaciones internacionales.
A renglón seguido comenzó a desbordar achacosas mentiras fabricadas en Washington desde 1959.
Dijo que desde sus primeros días en el poder, Fidel Castro buscó repetidamente engañar a la comunidad internacional.
Solo algunos ejemplos, entre muchos, como cuando escribe que a meses del triunfo revolucionario “Castro comenzó a adueñarse de toda la propiedad privada.
Falso, porque cuando desde el Norte lanzaron su primera campaña contra la Revolución, en el escenario de sus primeros 15 días de existencia, esa propiedad no había sido ni rozada.
Días más tarde, el 21 de enero de aquel mismo año, durante una rueda de prensa un reportero mejicano preguntó al líder cubano qué harían si Washington les imponía un bloqueo económico.
¿Causa de una interrogante como esa a menos de tres semanas del arribo a La Habana del Ejército Rebelde que comandaba Fidel Castro?
Las brutales declaraciones que funcionarios gubernamentales, parlamentarios y voceros periodísticos ya hacían contra la Revolución.
El 17 de marzo de 1960, el entonces presidente Dwight Eisenhower dio luz verde a un denominado Programa de Acciones Encubiertas contra Cuba.
Trascendió que en una parte de sus instrucciones hizo constar, “que nuestras manos no aparezcan mezcladas en esto”.
Cuando, paralelamente, su Agencia Central de Inteligencia (CIA) organizaba una brigada mercenaria que invadiría Cuba en abril de 1961 y fue derrotada en menos de 72 horas.
Cuando La Habana denunció tal embestida militar, en Washington declararon que sus ataques aéreos fueron perpetrados por pilotos desertores del proceso revolucionario.
A principios de 1962, formalizaron su bloqueo contra la isla, al que llamaron “embargo”, y en su texto puntualizaron que, por razones humanitarias, no incluían los alimentos ni las medicinas.
Pero el 14 de mayo de 1964 las sumaron, zarpazo que al día siguiente el periódico The New York Times censuró duramente.
“No será privando a los cubanos de alimentos y medicinas que Estados Unidos ganará amigos en ese país”, advirtió.
Toda esa política, aún presente, ha representado fuertes daños a la diplomacia y la imagen de Washington en el mundo.
¿Quiénes la han alentado durante más de 50 años? La ultraderecha de su Congreso y grupos de origen cubano anclados en Miami.
Debido a eso, como ha reconocido Barack Obama, fracasó su comportamiento de muchos años hacia Cuba.
Y por lo tanto debían emprender al respecto un nuevo camino bilateral que arrancaría con la normalización de los nexos diplomáticos.
Pero ahora el señor Azel no duda en afirmar que Obama es displicente cuando dice: “no estoy interesado en pelear batallas que comenzaron antes de yo nacer”.
Y en una demostración de asimetría diplomática, visitará este mes a Cuba, concluye resignadamente el académico.
Antes hizo constar, una visita presidencial es el mayor reconocimiento que un gobierno puede conferir a otro.
José Martí dejó para siempre un pensamiento de oro entre cuyas riquezas hay una que dice: Honrar Honra, ¿la conoce el ilustre doctor José Azel?.
(Tomado de Cubasí)