Por: Guillermo Alvarado

Como producto de la creciente pobreza, la violencia y la desintegración familiar, cada vez es mayor el número de niños y adolescentes de la región centroamericana y México que optan por iniciar sin compañía de adultos el peligroso viaje hacia Estados Unidos, con la esperanza de encontrar un futuro mejor o reunirse con sus parientes.

De acuerdo con un reciente comunicado de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, sólo en el período que va de octubre de 2015 hasta finales de enero de este año, la cifra de infantes que viajan solos retenidos en ese país creció en un ciento por ciento.

En los dos últimos años fueron deportados en total 14 mil menores originarios casi todos de los tres países del llamado Triángulo Norte de Centroamérica, Guatemala, Honduras y El Salvador.

Pero este penoso fenómeno no se circunscribe sólo a esta area, pues entre 2013 y 2014 la patrulla fronteriza de Estados Unidos detuvo a 51 mil niños, de los cuales más de 12 mil eran mexicanos.

Ante el crecimiento de este flujo, en lugar de seguir los procedimientos establecidos, la patrulla los retiene en lugares inadecuados donde sufren hacinamiento y otros males que afectan su desarrollo y salud emocional.

Se trata de un drama con un denominador común, que es la pobreza y la falta de oportunidades, así como la ausencia en algunas naciones de políticas públicas destinadas a fomentar la inclusión, la escolaridad y la certeza de encontrar un trabajo para la población joven al final de la etapa de capacitación.

A este flagelo se le sumó en las últimas décadas otro negativo fenómeno, como es la violencia generada por las pandillas juveniles, las denominadas « maras » que siembran el terror en varias comunidades y se convierten en una amenaza por la práctica de reclutar por la fuerza a niños y adolescentes y ejecutar a quienes se oponen o intentan salir de sus filas.

Además de estos grupos existe el accionar del crimen organizado, de manera particular el narcotráfico, que utiliza a los niños como vigilantes o para el trasiego de pequeñas cantidades de drogas.

Un estudio del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados titulado « niños en fuga » reveló que el 39 por ciento de los infantes mexicanos detenidos en la frontera con Estados Unidos declaró que la causa de su intento de migrar era el reclutamiento y la explotación criminal.

El texto indica también un cambio en los flujos migratorios, con una participación creciente de niñas en edades cada vez pequeñas, lo cual demuestra un alto grado de desesperación por las condiciones en que deben vivir en sus comunidades.

Se trata de una crisis humanitaria silenciosa que debe mover hacia una acción regional coordinada, cuyo objetivo fundamental debe ser eliminar las causas que la provocan.

Quizás sea muy dificil, si no imposible, devolver a estos niños ya afectados por el azote su inocencia perdida, pero debe evitarse a toda costa que otros sigan por ese pedregoso y casi siempre estéril camino.