Por: Guillermo Alvarado
A pesar de la ausencia de argumentos jurídicos o pruebas contundentes, así como de la oposición de la mayoría de los intelectuales, políticos progresistas y organizaciones sociales y populares, el Senado de Brasil consumó el golpe de Estado contra la presidenta Dilma Rousseff al autorizar el inicio de un juicio político a la mandataria por un presunto crimen de responsabilidad.
Se trata de un comportamiento escandaloso de los legisladores, que ceden ante los poderosos intereses del sector empresarial, los consorcios mediáticos y la derecha nacional e internacional con el solapado apoyo de Estados Unidos.
Grandes corporaciones, como la funestas Monsanto y Syngenta, grupos financieros encabezados por Goldman Sachs, unieron sus nombres a los grupos brasileños Globo, la revista Veja, Folha de Sao Paulo, los diarios británicos Financial Times y The Economist, y el estadounidense The Wall Street Journal, entre otros, para confundir a la opinión pública y favorecer la asonada.
Unas 18 horas de discursos necesitaron 55 senadores para aprobar el impeachment contra Dilma, que sólo contó con 22 defensores en ese cuerpo legislativo. De esta manera el Senado siguió los pasos de la Cámara de Diputados, en un evento vergonzo, sólo comparable con los cuartelazos en Honduras, contra Manuel Zelaya, y en Paraguay, donde con artimañas se depuso al presidente Fernando Lugo.
Entre la larga serie de infamias, uno de los espectáculos más lamentables lo protagonizó el presidente interino de la Cámara de Diputados, Waldir Maranhao, quien luego de aceptar un recurso de la defensa de Dilma Rousseff y anular la votación del 17 de abril, dio una brutal marcha atrás que avergonzaría al mismo Nicolás Maquiavelo.
Otro nombre que pasará a la historia de las iniquidades es el del vicepresidente Michel Temer, cuyas ansias de poder lo orillaron a abandonar la coalición gobernante y dar la espalda al Partido de los trabajadores para aceptar las 30 monedas de plata ofrecidas por los ricos y poderosos y dar a Dilma el beso de Judas.
De existir el infierno de Dante Alighieri, el susodicho Temer estaría destinado a la parte más oscura del noveno círculo, la cuarta zona, donde se castiga a los traidores, pero de manera particular según el poeta florentino, a quienes defraudaron a los grandes benefactores de la humanidad.
Una vez consumado el golpe, quedan ahora 180 días de lucha, judicial y popular, que serán encabezadas por la misma Dilma, así como por el fundador del Partido de los Trabajadores, Luis Inacio Lula da Silva y toda su plana mayor.
Organizaciones como el Movimiento de los sin Tierra, los bloques Brasil Popular y Brasil sin Miedo, las centrales sindicales y movimientos estudiantiles tendrán las calles como escenario en una postrer defensa de la dignidad, la democracia y la libertad, amenazadas por quienes pretenden devolver a nuestros pueblos al sometimiento y la iniquidad, a convertirnos de nuevo en patio trasero de un imperio anacrónico, que busca salvar su vida, a costa de las nuestras.