por Harold Iglesias Manresa
Con el 1ro de enero de 1959 Cuba cambió. La Revolución irrumpía, despojaba de desigualdades al país, y comenzaba a dar pasos en la construcción de un modelo de sociedad socialista. El deporte, no estuvo exento de ese pictograma inmenso dibujado por Fidel. De hecho, siempre lo consideró una esfera medular, de ahí que para el año 1961, con la creación del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (Inder) su visión de deporte como derecho y deber de todo el pueblo, comenzaba a inocularse en la sangre de los cubanos.
Incluso, desde antes, corría ese gen por sus venas. Narran que a principios de la década de los 40 del pasado siglo, en el colegio de Belén, formó parte del equipo de fútbol que dirigía el sacerdote catalán Pedro Pablo Ferré Elías: “Era un futbolista de calidad regular. Pero era corpulento, musculoso, un jugador muy fuerte y, sobre todo, muy bravo. Ocasionalmente jugaba. No era un jugador titular en el equipo, pero le gustaba el fútbol”, recordó Armando Montes de Oca Arce, quien fuera compañero de equipo suyo.
Luego, en la Universidad, se inclinó por el béisbol. El baloncesto lo acompañó siempre. De hecho, en sus poquísimos ratos libres, convocaba a otrora miembros de las preselecciones nacionales para disputar pequeños partidos fraternales. Una canasta, una sonrisa, un contragolpe. Acciones que servían de aperitivo para mostrar su profundo interés por cada cuestión asociada a una disciplina en particular, expresión viva de una de sus pasiones.
Pero hablamos de su obra, de esa capacidad para cimentar las bases de nuestro movimiento deportivo, ese que para enero del 59 solo contaba con el 0.25 % de la población vinculada de alguna manera a la práctica deportiva o actividad física.
Sus ideas funcionaron como un motor de innumerables caballos de fuerza. Para 1961 se incorporó la Educación Física a todos los niveles de enseñanza. El año 1962 marcó el inicio de la pelota revolucionaria con la I Serie Nacional y en el 63 vieron la luz los I Juegos Escolares Nacionales, bajo la antigua división político-administrativa.
Cabe destacar en este sentido que en los albores de la Revolución, Cuba era la principal fuente de jugadores extranjeros para el béisbol de Grandes Ligas.
HUELLAS…
Así, de a poco, como mismo fuimos creciendo como país, la solidez de nuestro deporte fue latente, desde su práctica masiva, hasta resultados en el alto rendimiento. Una mirada al contexto olímpico tras enero del 59 arroja que en estos 56 años desde Roma 1960 hasta Río 2016, nuestros deportistas han sido capaces de labrar su prestigio a fuera de rendimientos, épicas como las del Barco Cerro Pelado, dolor profundo como el del Crimen de Barbados, swines contundentes como los del Mundial de Boxeo de La Habana 1974, pinchos de viento como los de Figuerola en Tokio 1964, zancadas elegantes y de coraje puro como las de Juantorena en Montreal 1976…
Out 27 en la Copa Mundial de La Habana 1984, remate o torre a cuatro manos dorada de las Espectaculares Morenas del Caribe desde Barcelona 1992 hasta Sydney 2000. Simultáneas gigantes de ajedrez, Panamericanos de La Habana 1991, Inauguración de la Escuela Nacional de Gimnasia. Partidos de béisbol trascendentales versus los Orioles de Baltimore, I Clásico Mundial…
Detrás de todas y cada una de esas imágenes, estuvo siempre la mano y la mirada aguda de Fidel, su acompañamiento fiel. Confieso que desde muy pequeño se destapó mi afición por los deportes. Practiqué algunos, guardo muy gratos recuerdos de los Panamericanos del 91, la victoria del equipo de polo acuático masculino sobre su similar de Estados Unidos, que un mes antes se había proclamado titular mundial, los 44.52 segundos dorados de Roberto Hernández en la vuelta al óvalo, los 2:15.50 de Mayito González en los 200 pecho…
Confieso que mi afición creció al verlo presente, partícipe, artífice de cada suceso, sonriendo con cada triunfo, reflexionando sobre cada nuevo proyecto, combatiendo la mercantilización desmedida disfrazada de profesionalismo, contrastando criterios, escuchando y rectificando el curso luego de un error cometido.
Eso también, porque su visión aguda, como la de todo ser humano, era perfectible amén de su grandeza. Primaba en él ese profundo sentido de humanismo, de asumir los retos, de la incitación constante a escoger el camino de la disciplina y el esfuerzo, a establecer la relación inseparable entre estas cuestiones medulares y los resultados deportivos.
A disfrutar de la gloria, porque las medallas de nuestros deportistas, esos momentos de felicidad que por montones han sido capaces de obsequiarle a nuestro pueblo, están a resguardo en las vitrinas de la Revolución.
Pienso en el Fidel amante de los deportes y veo a Maradona. Su imagen al borde de la pista e interactuando con Juantorena, o recibiendo a Anier García en un abrazo al regresar de Sydney 2000, lo veo calzando los guantes, esquivando un potente jab jaranero de Stevenson, Félix o Mohamed Alí, repasando la mano de Dios de Maradona, feliz con Eugenio, Mireya, Regla, Idalmis, moviendo un alfil en la Plaza de la Revolución, analizando en su despacho las ventajas y desventajas de la inserción de nuestros voleibolistas y basquetbolistas en ligas foráneas en la década de los 90 del pasado siglo; preocupado por la salud de la cantera deportiva, el resquebrajamiento y la necesidad de mantener a sangre y fuego los principios fundamentales y estructura competitiva de nuestra pirámide a todos los niveles, la situación de las EIDE y las extintas ESPA…
Pasan los años, pasarán, porque la rueda dentada de Cronos es indetenible. Fidel será reconocido en la historia de la humanidad por muchas batallas libradas, por su incondicionalidad en calidad de defensor de las causas justas, por su postura perenne del lado de los más pobres y humildes, por la denuncia de flagelos y oprobios, por la búsqueda incansable de un mundo más justo y equitativo.
Entre todas esas virtudes, y como han dado fe muchos de nuestros principales exponentes de la actividad del músculo en incontables mensajes de gratitud y tributo, también se le recordará por su incalculable contribución al desarrollo del movimiento deportivo cubano.
Me gustaría pensar que de cara a su futuro, Fidel, como en otras tantas ocasiones, ha lanzado para la eternidad la primera bola.
(Cubasí)