La Paz, 19 de junio del 2017
Señor: General del Ejército, Raúl Castro Ruz, Presidente del Consejo de Estado y de Ministros
Hermano Presidente:
Mediante la presente reciba usted y el valeroso pueblo cubano un fraternal saludo. Después de escuchar el discurso del Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en Miami, en el que revierte el conjunto de acuerdos logrados durante la administración del Presidente Obama, que como todos sabemos formaban parte de un complejo proceso de negociación inacabado y todavía insatisfactorio para Cuba, corresponde expresar un explícito rechazo por éste retroceso. Al mismo tiempo queremos manifestar nuestra indignación por las falaces y temerarias expresiones cargadas de hostilidad y amenaza contra el gobierno de Cuba y su pueblo.
Para la comunidad internacional no son extraños los actos de arrogancia y prepotencia a los que nos tienen acostumbrados los gobiernos de los EEUU, peor aún, aquellas decisiones unilaterales y mezquinas que expresan su olímpico desprecio por la búsqueda de una mejor democracia y convivencia.
Valoramos la serenidad y sabiduría con la que ha recibido éstos anuncios el pueblo cubano cuyo gobierno ha respondido con la mayor dignidad y decoro. Como siempre, Cuba mantiene con indoblegable firmeza los principios socialistas inspirados en su constante lucha histórica, en la preservación de su soberanía, en el sacrificio de su pueblo y en el apoyo abrumador que le otorgan otros pueblos solidarios.
Nos sumamos a las voces de los pueblos del mundo que manifiestan su repudio contra el bochornoso espectáculo circense de Miami. Estamos seguros que una pequeña casta de terroristas y mercenarios, herederos de la más abyecta dictadura genocida de Batista, jamás se impondrá al pueblo más heroico del continente a pesar de todo el apoyo que pudieran recibir de sus amos imperiales.
Rechazamos categóricamente la despiadada continuidad del bloqueo, las prohibiciones en el ámbito comercial y la aplicación de sanciones con las que se quiere estrangular la economía cubana además de enviar mensajes disuasivos a la comunidad de inversionistas extranjeros que ven en Cuba una oportunidad para el comercio justo y el intercambio equitativo.
Con los anuncios de Trump, el gobierno norteamericano sólo reitera su proverbial adicción al conflicto y su penosa nostalgia por revivir la Guerra Fría a la que se pretende conducir a Cuba. Un minúsculo lobby de violentos o un pequeño grupo de sicarios, financiados por los más oscuros intereses criminales y proclives a estrategias terroristas, no podrá imponerse ante un mayoritario pueblo norteamericano que comparte la necesidad del diálogo y que al mismo tiempo repudia la violencia que pretende convertirse en bandera de su gobierno al que sectores democráticos considera poco legítimo. Resulta no sólo curioso sino también paradójico que miembros del propio partido republicano rechacen las decisiones inconsultas de su presidente. Estamos seguros que ninguna prohibición, bloqueo o sanción podrá modificar la voluntad irreductible del pueblo cubano que sabe más que nadie que su soberanía, su dignidad y la lucha constante por su emancipación no se negocia bajo ninguna circunstancia.
No hay nada más insano y dañino que el objetivo de persistir en el estrangulamiento de un pueblo y nada más errático que aplicar aquellas políticas que fueron una y otra vez derrotadas sistemáticamente a lo largo de casi seis décadas y 11 administraciones gubernamentales sucesivas. ¿Puede, la mayor potencia económica y militar del mundo, seguir cometiendo los mismos errores políticos, recibir el desprecio de la comunidad internacional recurrentemente e insistir en el camino equivocado de la violencia y la provocación? ¿Pueden seguir ignorando que al frente tienen un pueblo pacífico y solidario que tiene la razón, que se fortalece más cada vez que se lo ataca y que no se rendirá jamás? ¿Puede alguien pasarle el dato al Presidente de EEUU que el espíritu de cubanidad está hoy más fuerte que nunca y que tiene la capacidad de leer e interpretar los signos del tiempo nuevo que le toca vivir a la humanidad ?.
Sugerimos a los que gobiernan el imperio y a sus asesores rabiosos que tomen un segundo de su tiempo para enterarse que la cubanidad tiene el alma revolucionaria, solidaria e internacionalista y no ha renunciado jamás a sus principios, los mismos que descansan en la búsqueda de igualdad, en su vocación de paz y justicia y en la unidad inquebrantable de su pueblo.
Solo un espíritu acomplejado e iracundo y que ignora el pasado inmediato es capaz de amenazar al pueblo cubano que más que ningún otro ha sabido enfrentar la más ominosa agresión política, económica, militar y cultural durante casi seis décadas, manteniéndose siempre erguido, digno y victorioso como soñaran los próceres libertarios, Martí, Maceo, Camilo, el Ché o Fidel.
Mientras el monumental complejo militar-industrial impulsa guerras imperiales a lo largo del mundo para apropiarse de los recursos naturales estratégicos o el aparato financiero se devora el futuro de la humanidad sembrado desigualdad e injusticia o el capitalismo destruye de manera implacable la Madre Tierra, Cuba responde con la única arma que dispone un pueblo socialista, pacífico y solidario: más salud para su pueblo y los pueblos del mundo, más educación e investigación científica para la humanidad y más emancipación democrática y económica para evitar que impere la ley de la selva en el siglo XXI.
Se ha exaltado hasta la saciedad el modelo de democracia que desea el imperio para Cuba con la misma ligereza con la que se evoca el deseo de lograr libertad e independencia económica o el respeto a los derechos humanos que se demanda al gobierno cubano. No hay nada más ajeno al capitalismo que la democracia o la libertad puesto que ambas son incompatibles para éste sistema. No puede haber democracia donde gobierna una minoría privilegiada de banqueros o empresarios y tampoco podría existir libertad cuando se enajena la razón a los pueblos o se construyen aparentes consensos mediante la industria de la manipulación. Para nadie es desconocido que la propaganda, diseñada por los medios hegemónicos de comunicación, nace y se desarrolla desde los gabinetes del gran capital. Por lo tanto ni libertad ni democracia podrían existir cuando el poder se legitima mediante la manipulación planificada que convierte a la sociedad en un rebaño apacible.
Para subsistir, el sistema requiere producir tanto temor como dosis de anestesia social para frenar la rebelión de nuestros pueblos. Nada más triste y vergonzoso para el moderno capitalismo que se vanagloria de su democracia cuando manda construir muros para separar a la gente, cuando declara a millones de seres humanos refugiados ilegales impulsándolos a morir cruelmente en los mares, cuando convierte la guerra en un negocio lucrativo, cuando incentiva la cultura del desperdicio o cuando permite que unos cuantos acumulen comparativamente la riqueza de naciones enteras mientras millones de seres humanos mueren de hambre o por falta de servicios básicos.
Las exigencias intolerables al gobierno cubano no hacen otra cosa que poner en ridículo al propio gobierno norteamericano que es incapaz de mirarse en el espejo. El racismo y la violencia incontenible de policías blancos contra ciudadanos afroamericanos, las masacres cotidianas contra niños y jóvenes inocentes alentadas directa o indirectamente por la Asociación del Rifle, la miseria, locura y abandono en la que viven miles de veteranos, producto de sus guerras de conquista, el hambre y el desempleo que asola éste país con más de 50 millones de pobres y sin vivienda o la brutal desigualdad que promueve el sistema capitalista y salvaje debiera merecer alguna preocupación y respuesta de sus congresistas en lugar de levantar estérilmente la voz amenazante e iracunda.
EEUU no tiene nada que enseñar a nadie en ningún lugar del mundo. Todo lo contrario, estremece pensar en ésta potencia militar que no sólo inauguró la era de la guerra atómica, arrasando pueblos enteros (Hiroshima y Nagasaki), sino que se cree dueña del mundo para cuyo fin continúa llevando a cabo guerras fratricidas cuya crueldad e inhumanidad son detestables.
En los últimos años, el mundo ha sido testigo de la intervención unilateral, injusta y perversa realizada bajo el manto de la mentira y el engaño como en Irak, Afganistán, Libia, Siria o Yemen, además de otros países en Africa, Asia o América Latina. La cruel tarea de invadir pueblos, destruir servicios básicos, matar población inocente sólo para fomentar los buenos negocios de las grandes empresas transnacionales de EEUU y de sus aliados de la OTAN o para apropiarse de los recursos naturales de las naciones invadidas sólo es comparable con la mayor pesadilla de la humanidad.
En cambio, el pueblo cubano asombra al mundo entero con su cuota de sacrificio y solidaridad permanente en favor de los pueblos del mundo en medio de las más severas limitaciones a las que ha sido condenado por el imperio más poderoso del planeta. A pesar de la asfixia económica, el bloqueo criminal y las sanciones injustas que destruirían cualquier otra sociedad, Cuba sigue tendiendo la mano a los que más necesitan. La superioridad moral de Cuba respecto a sus opresores es incuestionable como lo es su capacidad para seguir siendo invencible.
Anticipamos que el gobierno de Trump será nuevamente vencido, moral y políticamente, como fueron sus antecesores desde 1959. De esto, no nos cabe la menor duda. No obstante, confiamos en la conciencia política del pueblo norteamericano, en su gente joven, en hombre y mujeres de color, en sus obreros, en los estudiantes, en los luchadores por la libertad, la justicia y la democracia participativa y en sus movimientos sociales. Confiamos en los millones de excluidos del sistema que más temprano que tarde recobrarán el poder que hoy los oprime y los explota.
El motivo de ésta carta, reitero hermano Raúl, es el de expresar nuestro incondicional apoyo y solidaridad a su valeroso pueblo y el orgullo que la Patria Grande siente por su inconmovible y ejemplar dignidad.
EVO MORALES AYMA, PRESIDENTE DEL ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA
(Cortesía a RHC del embajador de Bolivia en La Habana, Juan Ramón Quintana)