Por Julio Yao Villalaz

Desde la noche de los tiempos, nada es posible sin algún orden. Sin un orden internacional es imposible una coexistencia pacífica o conflictiva.

Entre Estados, pueblos y naciones, siempre ha habido reglas de juego que contribuyan a mantener o regular la paz o el conflicto. Cuando ese orden no existe o no se respeta, cunden el caos, la incertidumbre y la anarquía.

La inexistencia de un Gobierno mundial deja al mundo temblando entre la ausencia de paz y la conflagración nuclear, y en una anomia en que la humanidad naufraga en océanos sin principios, sin leyes y sin reglas.

EE.UU. es el principal responsable de este caos mundial, porque estima que nada lo puede limitar, y su estrategia como depredador insuperable es agitar sin pausa para pescar en aguas revueltas.

Desde fines del siglo XIX, la potencia fue imperialista y se apartó cuando quiso del orden internacional, pero nunca proyectó su poder militar sin su diplomacia.

Con Donald Trump, EE.UU. pretende actuar fuera de la ONU sin el Derecho Internacional, sin diplomacia y de espaldas a la comunidad mundial bajo el lema ‘America's First'. Así lo demuestran las designaciones del mandatario: Michael ‘Mike' Pompeo, exdirector de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), como secretario de Estado, en reemplazo de Rex Tillerson, lo cual pone término a la diplomacia convencional despreciada por Trump, que prefiere a un consumado genocida y no a un diplomático.

Con Pompeo, los objetivos de la política exterior se lograrán con magnicidios, chantajes, extorsiones, intimidaciones y asesinatos. Para Latinoamérica, significa el retorno de las sanciones, las invasiones, los golpes de Estado, las dictaduras militares y las desapariciones.

El nombramiento de John Bolton como asesor de Seguridad del presidente Trump, en reemplazo del general H. R. McMaster, confirma la derechización extrema en política exterior. Bolton fue embajador permanente de EE.UU. en la ONU por un año (2005-2006) y director de la dudosa ‘Proliferation Security Initiative' (PSI), manejada privativamente por EE.UU., que mantiene intervenida a la Marina Mercante de Panamá, la mayor del mundo.

Bolton ha abogado abiertamente porque Washington se salga de la ONU, que esta sea expulsada de su territorio y que la potencia se desvincule del Derecho Internacional, de la Corte de La Haya y de la Convención de Viena sobre el Derecho de Tratados.

De esta manera, es EE.UU., que se excluye a sí mismo de la comunidad internacional, reemplaza la geopolítica por un lema racista y pone en peligro al planeta por un falso complejo de superioridad que nace de un bajón dramático en su autoestima.

Si se confirman las designaciones, un genocida suplantará a un diplomático-empresario, en tanto que un anarquista, hacha en mano, reemplazará a un general que, al menos, entiende la necesidad de un mínimo orden internacional.

EE.UU. descartará negociaciones con la RPD de Corea e Irán, sin olvidar a Siria; seguirá torpedeando a Cuba y Venezuela y provocará a China y Rusia para interferir su ascenso al podio mundial.

En suma, EE.UU. desecha la diplomacia y empuña el hacha medieval.