Cuando una madre llora

بقلم: Lorena Viñas Rodríguez
2018-05-11 13:54:05

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Por: Yilian González

A propósito del día de las Madres este 13 de mayo las personas en general resaltamos la influencia, el amor y la importancia de esos seres vitales en nuestro desarrollo físico y cívico.

Asimismo destacamos los esfuerzos y las contingencias a las que se enfrentan en el afán de criar a un hijo a tal punto de dar incluso hasta su propia vida.

En tal sentido recordamos el dolor de las madres que sufren el tráfico infantil, las que con el objetivo de un futuro mejor para su familia mueren con ella en las aguas del Mediterráneo víctimas de la migración hacia Europa, las que permanecen dolidas por la desaparición de sus hijos, como es el caso en México de los Normalistas de Ayopzinapa, o en Argentina de las Madres de la Plaza Mayo, o las que todavía sufren la reciente masacre en la Escuela de Florida, en Estados Unidos, el pasado día 14 de febrero.

Sin embargo, me quiero referir especialmente a la triste coincidencia de hace 60 años, cuando a dos días de la fecha la Patria perdía, sin dudas, a uno de sus hijos adoptivos más ilustres: Carlos Bastidas Arguello.

De nacionalidad ecuatoriana, pero con un profundo sentimiento patriótico por Cuba, y un defensor de las causas justas, Bastidas Arguello transitó a la inmortalidad, dos días después de que le dispararan el 13 de mayo de 1958, víctima de la represión policial de los esbirros de Fulgencio Batista, convirtiéndose en el último periodista asesinado por la dictadura.

22 años de edad tenía el también escritor ecuatoriano cuando llegó a Cuba dos meses antes de su muerte, y se internó en la Sierra Maestra, donde entrevistó a Fidel Castro y colaboró en las primeras emisiones de Radio Rebelde, bajo el seudónimo político de Atahualpa Recio.

Entonces ya había anunciado que escribía un libro sobre las caídas de las dictaduras militares en América Latina, en el cual incluiría a Batista. Así sentenciaba su epitafio.

Una anécdota nos recuerda el dolor de la madre de ese periodista de profesión, y al mismo tiempo el sentido de pertenencia de Bastidas Arguello con su tiempo. Es la ocasión en que la que la progenitora lo interroga acerca de si siente temor de hallar la muerte metiéndose en las revoluciones y en la violencia política; a lo que él respondió:

¡Lo mismo me da morir tarde que temprano, pero me hieren profundamente las injusticias y sufro cuando el pueblo sufre!

Con su corta edad Carlos Bastidas no tuvo hijos pero sin dudas sembró un árbol, para quedar en la historia de las causas dignas.

Por la vigencia de su legado, la Patria lo recuerda con un amor maternal, y con su voz tal vez arrollaría ese recuerdo, como a un niño, cantándole las estrofas de Silvio Rodríguez:

Disfruté tanto tanto cada parte
Y gocé tanto tanto cada todo
Que me duele algo menos cuando partes
Porque aquí te me quedas de algún modo.

 



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