Por Martha Gómez Ferrals
Muchos historiadores valoran a la Conspiración Soles y Rayos de Bolívar, frustrada en agosto de 1823, como un intento prematuro por la independencia de Cuba, aunque el alcance social del movimiento que la promovió es poco conocido hasta el momento, debido a la efectividad con que la metrópoli aplastó a los conjurados y desplegó un velo de silencio.
Eran tiempos en que América del Sur celebraba el nacimiento de la Gran Colombia, con las tierras independizadas por las tropas del Libertador Simón Bolívar, causando una grave pérdida para el colonialismo español en estos dominios, y no podía permitir que la corriente emancipadora llegara hasta Cuba.
Ese era uno de los principales objetivos de los organizadores del proyecto emancipador. También deseaban liberar a la Isla para integrarla al gran sueño bolivariano de una patria común para los latinoamericanos.
Nacida desde las reuniones de la logia masónica Los soles, la conspiración fue dirigida por el habanero José Francisco Lemus, quien fuera coronel del ejército colombiano, con el apoyo financiero de los patriotas sudamericanos José Fernández la Madrid (colombiano), el ecuatoriano Vicente Rocafuerte, el escritor peruano Manuel Lorenzo Vidaurre y el argentino, José A. Miralla.
Al darle el nombre Soles y Rayos de Bolívar se rendía homenaje al gran patricio, se mostraba la resonancia que habían tenido en la América hispana los logros del Padre de América. Los conspiradores de Los Soles estaban de acuerdo con otras sociedades secretas similares de la nación y se orientaba al futuro nacimiento de la República de Cubanacán, tras su separación de España.
Venezuela y Colombia darían respaldo al empeño. Se consigna por cronistas que en 1817 Lemus contactó en Filadelfia con los representantes colombianos ante el gobierno de Estados Unidos, los cuales lo reclutaron de común acuerdo para preparar en Cuba una insubordinación que apoyara la expedición bélica de tropas del ejército bolivariano, formadas por unos tres mil hombres.
Pero Lemus solo pudo comenzar el ajetreo conspirativo en firme durante la segunda mitad de 1822, con la colaboración del oficial colombiano Barrientos. Se ocultaban bajo el manto de las reuniones de Los Soles.
Entre las condiciones de los implicados en la conspiración estaba que cada afiliado –Sol-, antes de convertirse en Rayo debía reclutar a no menos de siete nuevos adeptos, solo conocidos por él, aunque juramentados.
Hasta un estandarte emblemático pudieron diseñar, con el centro azul turquesa, con un brillante sol de color plateado situado dentro de una circunferencia carmesí.
Ya en los primeros meses de 1823 el movimiento iba desde La Habana hasta Matanzas, Las Villas y Camagüey, con relaciones clandestinas que los unían a otras logias y organizaciones secretas, como los Caballeros Racionales de Matanzas y la Cadena Triangular de Puerto Príncipe.
Debido a su plataforma, tal movimiento atrajo a numerosos criollos ilustres, como Miguel Teurbe Tolón; José María Heredia; el abogado Martín de Nueces; José M. Oro, propietario de la imprenta Filantrópica o Tormentaria; Mariano Seguí y otros, entre los cuales figuraban jueces, sacerdotes, oficiales de la milicia y pequeños propietarios.
Según el Capitán General Francisco Dionisio Vives se incorporaron a esta “labradores, menesterales del campo y gentes de color, seducidos por algunos alcaldes, regidores y vecinos de igual categoría”. Pero, además, participaron latinoamericanos radicados en Cuba, entre ellos, el venezolano Juan J. Peoli, cuya esposa se afirma sostenía correspondencia con Bolívar.
Los cuatro años precedentes desde el encuentro de 1817 no habían sido baldíos, pues se consiguieron armas y municiones, se creó la bandera y se publicaron varias proclamas firmadas por Lemus como generalísimo, jefe de las primeras tropas republicanas de Cubanacán.
Con el establecimiento del absolutismo español, impuesto con la penetración de las tropas francesas en la metrópoli, Vives, quien ya conocía de la existencia de la conspiración desde 1821, debido a los servicios de inteligencia, se decidió a liquidarla totalmente en los meses de junio y julio de 1823.
A partir del 14 de agosto se hicieron más de 100 detenciones. José Francisco Lemus fue capturado cinco días después, el 19. Más de 600 personas fueron acusadas por conspiración, pero el capitán general mostró una estrategia moderada, evadiendo castigos sangrientos en cuanto consideró posible.
Es evidente que no quería incentivar una marea insurreccional de visibles proporciones. Lemus y Peoli partieron al exilio forzoso en España, donde debían estar bajo control del gobierno. Otras condenas fueron el pago de voluminosas multas. Ya en diciembre de 1824 se daba por terminado el asunto con el procesamiento de unas 25 personas.
“La siempre fiel Isla de Cuba” esperaría la maduración de su tiempo, en la segunda mitad de ese propio siglo para iniciar su Revolución redentora. Serían otros hombres quienes la llevarían adelante.
Sin embargo muchos como el bardo romántico Heredia, Francisco Agüero, Andrés Manuel Sánchez, José A. Iznaga, Gaspar Betancourt Cisneros, José A. Arango y otros, pudieron huir muy a tiempo al extranjero.
Pero de alguna manera aquel suceso causó serias zozobras y anunció lo que estaba por venir, inevitablemente, al poderío colonial.
(Tomado de la ACN)