Por Víctor Pérez Galdós
El 16 de febrero de 1959, Fidel Castro asume la responsabilidad de Primer Ministro del Gobierno Revolucionario.
Ese día en el entonces Palacio Presidencial, donde tiene su sede desde hace varios lustros el Museo de la Revolución, Fidel señaló al respecto: “…en los instantes en que recibo este honor de ponerme al frente del Consejo de Ministros, no experimento en estos instantes sino una honda preocupación por la responsabilidad que se ha puesto sobre mis hombros, por la seriedad y la devoción que siempre he puesto en el cumplimiento de mi deber.”
Y agregó más adelante:
“De cuantas tareas he tenido que realizar en mi vida, ninguna considero tan difícil como ésta; ninguna considero tan preñada de obstáculos, ninguna tan dura de llevar adelante, porque estoy consciente de todas las dificultades, estoy muy consciente de todas las dificultades, estoy muy consciente de todos los obstáculos.”
Igualmente, Fidel hizo la siguiente consideración acerca de la responsabilidad que asumía:
“Los cargos, como cargos, no me importan; los honores, como honores, no me importan. Aquí, desde esta posición sigo siendo el mismo ciudadano, que he sido siempre. Como ciudadano no me diferencio en nada de lo que me diferenciaba antes, de cualquier otro ciudadano. Soy igual que cualquier otro, modesto y humilde cubano; sólo que un cubano con las mismas facultades que otro cubano cualquiera a quien se le ha asignado una gran y difícil tarea.”
Comentó que siempre había afrontado las dificultades resueltamente y resaltó que lo que le interesaba era que la Revolución siguiera adelante y el pueblo no resultase defraudado.
Precisó: “Somos hombres de trabajo, somos hombres de acción y nos gustan los hechos más que las palabras.”
Aseguró que la Revolución tenía obstáculos delante y que no podría hacer las cosas a la perfección y añadió: “Lo que no hará jamás la Revolución es contemporizar con una negación de los principios por los cuales hemos estado luchando y el pueblo es quien debe ayudarnos señalándonos, aportando pruebas de aquellas cosas que a su juicio constituyan una violación del principio revolucionario…”
En esa oportunidad, Fidel expuso valoraciones acerca del papel y la labor de los que asumían funciones de dirección en el período revolucionario.
“Los hombres que sirven al Estado tienen que hacerlo por vocación, para que la administración del Estado, que es la del pueblo; para que el Estado que representa los intereses del pueblo, funcione mejor que cualquier otro tipo de institución.”
Instó al pueblo a meditar y estar consciente que el camino era difícil y largo y añadió que “tenemos que sudar mucho la camisa luchando y que no solamente hay que tener eso presente, sino que hay que estar siempre alerta y no dejar que el entusiasmo muera porque esa obra grande que se ha impuesto el pueblo de Cuba no es obra de pueblos mezquinos, sino de pueblo grande como el nuestro.”
En correspondencia plena con lo que planteara ese 16 de febrero de 1959, Fidel actuó primero como Primer Ministro y después como Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, a partir de diciembre de 1976, cuando fue elegido para esa función tras crearse en Cuba la Asamblea Nacional del Poder Popular.
También el 16 de febrero de 1959, Fidel habló en el Colegio de Arquitectos. Hizo referencia a la situación que tenía Cuba a menos de dos meses de haberse producido el triunfo de la Revolución.
“Hay muchos intereses creados, y toda obra revolucionaria tiene necesidad de chocar con esos intereses. Nosotros, más que chocar, tratamos de conducir el país hacia adelante con la mayor armonía entre todos los intereses, para evitarle conflictos a la Revolución, pero decididos a llevar sus propósitos adelante. Comprendo que esta es una tarea muy dura y comprendo, naturalmente, que los intereses que puedan resultar afectados no hayan de tener con nosotros la mayor indulgencia.”
Y enfatizó: “Pero sí sé que lo que estamos haciendo va a beneficiar al país, y eso es lo que importa.”
(Tomado de Radio Rebelde)