Por Marianela Samper
Poco después de las 3:00 pm del 4 de marzo de l960 una gran explosión en el puerto de La Habana estremeció a la capital cubana.
La columna de humo que ascendió a partir de las llamas, trajo a la mente escenas del holocausto nuclear en Hiroshima, en l945.
De inmediato, bomberos, policías, socorristas, trabajadores que se encontraban cerca del lugar acudieron al auxilio.
Allí estuvo también la más alta dirección del joven gobierno revolucionario.
En menos de 24 horas, el líder de la Revolución, Fidel Castro (1926-2016) caracterizó la acción como un brutal zarpazo imperial.
Algunos autores lo señalan como el suceso terrorista más mortífero ocurrido durante el siglo XX en el continente americano.
A 59 años de aquel sangriento episodio, las investigaciones de Cuba concluyeron. Aún falta por conocer los resultados de las realizadas por países envueltos en los acontecimientos.
El especialista Tomás Gutiérrez González, del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado y autor del recién presentado libro “La explosión de La Coubre. Frente al terror Patria o Muerte”, comentó a Radio Habana Cuba (RHC):
“Estados Unidos no ha hecho ninguna declaración, no ha desclasificado ningún documento alrededor de este hecho. Es una acción organizada, planificada e introducidos los explosivos en un puerto del exterior.
“En Francia existen expedientes resultado de las investigaciones de la compañía trasatlántica francesa y los mantienen clasificados, uno de ellos por 150 años, otro indefinidamente. ¿Qué se pretende ocultar?”, se pregunta el entrevistado.
El primer capítulo del libro abarca desde la aproximación del buque a la bahía de La Habana, la descarga, protección, primera explosión, auxilio a las víctimas, segunda explosión 30 minutos después, hasta el sepelio de las víctimas. El segundo está dedicado a la investigación ocurrida en los días posteriores.
Refiere Gutiérrez González que llamó la atención de que en el buque viajaran dos pasajeros.
“El capitán tuvo que bajar a dos tripulantes en la ciudad portuaria de Le Havre, Francia, para darle espacio al periodista norteamericano Donald Lee Chapman y al dominico francés que iba a oficiar misas en México, llamado Raoul Desobrý”, añadió el estudioso.
Señaló que “con Chapman se conoció que de EE.UU. a Francia se trasladó en buque de lujo, fue a Inglaterra, pasó por varios países de Europa, el norte de África y regresaba a Cuba en un buque mercante cargado de explosivo, incómodo. Esto llamó la atención de los investigadores”.
Cuenta Gutiérrez González que cuando el buque arribó a Amberes, Bélgica, el 13 de febrero de 1960, Chapman cruzó la frontera terrestre de Francia y estuvo presente en el lugar cuando se hacía la carga de la embarcación, para luego ir hacia Holanda.
“Regresó a Francia unas horas antes de partir para La Habana. Es, de los pocos testigos presentes en todos los lugares. No existen elementos hasta el presente que lo involucren, según lo investigado”, acotó.
Este hecho de connotación política mostró al mundo de lo que era capaz Washington contra la naciente Revolución cubana.
El acucioso escritor Gutiérrez González resumió el impacto de la acción terrorista en la sociedad cubana.
“Como consecuencia de este hecho perdieron la vida 101 personas, entre ellas seis marinos franceses tripulantes del vapor. La investigación reveló que también murieron ocho ciudadanos españoles radicados en Cuba, el resto eran cubanos. Hubo 33 desaparecidos.
“Cerca de 400 personas fueron heridas o recibieron lesiones, muchas de ellas quedaron incapacitadas para el resto de sus vidas.
“Provocó, además, que 82 niños quedaran sin padres, y enviudaran decenas de mujeres, tres de las cuales estaban embarazadas. Sus hijos son víctimas del terrorismo antes de nacer”, comentó.
El sabotaje al buque La Coubre también radicalizó la conciencia política de los cubanos.
Durante el sepelio de las víctimas, el líder de la Revolución, Fidel Castro, habló de los resultados de las primeras indagaciones realizadas y llegó a conclusiones puntuales, como aparece en el libro de Gutiérrez González.
“No se trataba de un accidente, se trataba de un sabotaje, de un acto intencional preparado en el exterior, en uno de los puertos tocados por el vapor La Coubre. No pudo ser en Cuba porque el buque llegó en las primeras horas de la mañana y después de cinco horas de atracado fue que estalló en presencia de participantes y custodios de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. También indicó que había que buscar a los autores entre los que estaban interesados en que Cuba no se armara”.
El contexto en que se desarrolló el hecho estaba caracterizado por las agresiones del gobierno de EE.UU. y la hostilidad hacia la Revolución cubana.
Era inminente adquirir armas para defender el proyecto que se construía. Las gestiones en Europa occidental fueron obstaculizadas por la administración norteamericana de turno.
Agregados militares insistieron con las fábricas belgas y el gobierno de esa nación para que suspendieran los contratos o las licencias de exportación hacia Cuba. Iguales gestiones hicieron con varios países europeos.
En la esquina de las calles 23 y 12, en la barriada habanera de El Vedado, Fidel pronunció por primera vez el llamado al combate a todos los cubanos, con una frase: ¡Patria o Muerte!
Los responsables del crimen y sus motivos estaban claros. No había que esperar más de un siglo para saberlo.
Las armas llegaron entonces de la antigua Unión Soviética y de otros países del campo Socialista. Con ellas se prepararon el pueblo cubano y sus Fuerzas Armadas para defender la soberanía de la nación.
Con la misma decisión, hoy seguimos el llamado que siempre nos convoca: ¡PATRIA O MUERTE!!