Por: Jorge Wejebe Cobo
Estados Unidos no se conformó con el control político económico de la República de Cuba, con un gobierno presidido por Tomás Estrada Palma ( 1902-1906), anexionista que consideraba a los cubanos incapaces de ser independientes.
Con la anuencia de Estrada Palma, EE.UU decidió asegurar la condición neocolonial de la Isla por medio de la Enmienda Platt, una adición a la Constitución elaborada por el senador estadounidense de igual nombre y aprobada por el Congreso de la nación norteña.
En dicho anexo, uno de sus artículos aseguraba que ”Concedía a Estados Unidos el derecho de intervenir militarmente en la Isla cuando peligraran a su juicio, la vida, la propiedad o las libertades individuales".
Además obligaba al gobierno cubano a ceder algunas de sus mejores bahías para bases navales del gran vecino y prohibía a la nación firmar tratados y acuerdos económicos internacionales sin supervisión de EE.UU.
Entre otras condiciones, iniciaba el camino para anexarse la Isla de Pinos, sobre la que se estipulaba que su estatus sería determinado en un futuro tratado.
En su estrategia de diseño del sistema neocolonial, el gobierno militar establecido en Cuba tras la intervención en 1898 logró disolver los órganos de la República en Armas, el Ejército Libertador y el Partido Revolucionario Cubano (PRC), para lo cual contó con la traición de Estrada Palma, quien sustituyó a José Martí al frente del PRC.
Las filas populares, al no contar con el liderazgo de Martí y Antonio Maceo, no fueron capaces de enfrentarse a esa estrategia imperialista que estimuló las rencillas y divisiones internas entre los patriotas, la mayoría de los cuales -organizados en el último vestigio independentista: la llamada Asamblea del Cerro-, destituyó a Máximo Gómez como jefe del Ejército Libertador.
Como parte de la doblez política, la administración estadounidense declaró que las tropas interventoras entregarían el poder a un gobierno cubano y creó una convención constituyente para redactar la Carta Magna de la nueva república, en la cual participaron destacados independentistas, sin embargo se les condicionó el cese de la ocupación con la aprobación de la Enmienda Platt, que finalmente fue aprobada el 12 de junio de 1901, por mayoría.
Lo que primó en esta decisión en muchos de los asambleístas fue que por lo menos Cuba sería independiente, aunque con una libertad menoscabada.
El general Leonard Wood, gobernador militar de la Isla durante la ocupación norteamericana, fue muy claro en su correspondencia privada al definir los objetivos de su política cuando expresó: (...)“Por supuesto que a Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia con la Enmienda Platt y lo único indicado ahora es buscar la anexión. (…) “Con el control que sin duda pronto se convertirá en posesión, en breve prácticamente controlaremos el comercio de azúcar en el mundo”….
En 1934, Estados Unidos y Cuba firmaron un nuevo tratado que dejó sin efecto la Enmienda Platt, aunque no se negociaron las condiciones de la Base Naval estadounidense en Guantánamo.
Sin embargo, este engendro centenario de dominación imperialista tiene sus seguidores en la mafia cubano americana y la actual administración estadounidense que intentan revivir los viejos sueños de una época en que las leyes estadounidenses se imponían en la Isla, y aplican un remedo de la Enmienda Platt: la Helms Burton.
Pero actualmente resultan obsoletos y condenados a un nuevo fracaso los métodos de dominación imperial que dieron resultado en aquellos lejanos años, solo gracias a la traición, falsificación y división del ideal independentista y antiimperialista concebido por José Martí y otros dignos próceres de nuestra independencia.
(Tomado de ACN)