Por: Rolando Rodríguez
La Habana, 19 jun (RHC) Creo que no levantaba unos palmos del suelo cuando comencé a escuchar hablar de Guiteras, lo que este en su corta vida –no llegaba a los 29 años al morir– había hecho por el pueblo cubano. Recuerdo cómo junto a Martí, a Mella, a Fidel, al ataque al Moncada, aquella figura flacucha, un poco bizca –a causa de un accidente cuando era niño–, nacida de estirpe mambisa, en Bala Cyndwyd, Filadelfia, Estados Unidos, el 22 de noviembre de 1906, me ayudó a ser revolucionario y antimperialista.
Cómo olvidar la anécdota de que Guiteras tenía un valor tal que fue capaz de echar del campamento de Columbia –darle diez minutos para hacerlo– al exembajador de Estados Unidos, pues había injuriado al secretario de Gobernación, Guerra y Marina del Gobierno cubano y estaba en zona militar, y no podía permitírselo. También de ordenarle al sargento jefe del puesto de Guantánamo, que solo contaba con 125 hombres y dos ametralladoras, a dispararle al primer marine que saliera de la base y pisase suelo cubano.
En enero de 1959 al fin llegó Fidel para hacerse cargo de nuestro pobre e insumiso país. Para mi suerte Martí, Mella y Guiteras me habían preparado para lo que venía. Con el estudio supe que el héroe del Morrillo –cuyos restos reposan de nuevo en este lugar sagrado, junto a los del venezolano Carlos Aponte– había sido miembro del Directorio Estudiantil Universitario de 1927 contra la prórroga de poderes con que Machado quiso quedarse por dos años más en la presidencia, y que luego convirtió en seis. Que se salvó de la escabechina porque estudió Farmacia, que se cursaba en tres años, ya que de tener uno más el tribunal profesoral único de disciplina seguramente lo habría expulsado de la Universidad. Después, al egresar, para sostener a su madre viuda y sus dos hermanas, se convirtió en viajante de medicina y esto le dio la oportunidad de recorrer todas las provincias orientales y centrales, y ayudar a organizar fuerzas insurreccionales como las del plan de La Gallinita, cuyo fracaso lo llevó a prisión.
Al salir, gracias a una amnistía, de nuevo conspiró y ya con fuerzas propias preparó el ataque a Santiago de Cuba, quizá frustrado por una delación, pero sus subordinados tomaron San Luis. Luego, se alzó en tierras orientales. La horrenda mediación de Welles le envió emisarios para que se rindiera, pero gallardamente los rechazó. Entretanto, preparaba el Plan Bayamo: dinamitarían el cuartel y un comando bajo el mando de Guiteras lo asaltaría. Después de apoderarse del arsenal marcharían a la Sierra Maestra, para desarrollar una guerra de guerrillas.
Gobierno de los 127 días
Vino al fin la caída del tirano. Fueron tiempos en que le puso orden en Oriente a las fuerzas violentas del abc, mientras volvía a conspirar para derrocar al fantoche colocado en el poder por la embajada de Estados Unidos, y después del golpe cívico militar revolucionario del 4 de septiembre, usurpado por Batista, y la asunción el 10 de septiembre del gobierno provisional de los 127 días, presidido por Grau San Martín, sería llamado para hacerse cargo de la cartera de Gobernación y, luego, conjuntamente de la de Guerra y Marina.
De aquel gobierno sería, de hecho, el primer ministro. Las medidas fundamentales de aquella hora se le deben a él. Entre otras, de su inspiración salió la idea del establecimiento de un programa de la revolución, que llamó Socialismo de Estado; concibió instalar 30 000 familias en tierras agrícolas; por igual, la creación de granjas colectivas y cooperativas agrícolas; municipalizó los bateyes azucareros; creó una comisión que estudiara las peticiones de los obreros de los centrales; reconoció la personalidad jurídica de los sindicatos obreros y organizaciones campesinas; propuso la creación de la Secretaría de Trabajo; refrendó el decreto implantando las ocho horas de trabajo; propuso y estableció el jornal mínimo en la ciudad y en el campo; protegió las huelgas obreras; obtuvo la suspensión del pago de la deuda de 20 millones en bonos oro con el Chase Bank; ordenó crear una corporación de transporte terrestre y crear una empresa estatal de transporte motorizado; ordenó sistemáticamente la liberación de los comunistas, izquierdistas y obreros apresados por Batista; indujo la depuración de los profesores universitarios maculados por la connivencia con la tiranía de Machado; obtuvo el establecimiento de la autonomía universitaria; creó la Infantería de Marina con la idea de oponerla a Batista y refrendó el decreto que creaba una Guardia Revolucionaria. Hasta se propuso crear una milicia obrera, armada por Gobernación, pero los primeros comunistas lo rechazaron; disolvió la policía machadista y le ofreció cien plazas a los comunistas; consiguió la colegiación obligatoria de los médicos, los farmacéuticos, veterinarios, enfermeros y otros sectores; incautó los bienes del tirano Machado y los puso a disposición del ejército para que este fuera productor; anunció la investigación de las fortunas privadas en busca del robo de tierras del Estado, por geófagos, políticos y militares; obtuvo la derogación de los decretos machadistas que permitían juzgar a civiles por el fuero militar; preparó la reorganización del ejército para recortar sus fuerzas; propuso la ley de tanteo para el Estado, para evitar se malbarataran bienes cubanos; redujo el precio de los artículos de primera necesidad y el kilowat en 40 a 45 %; intervino los centrales yanquis Delicias y Chaparra, y la Compañía de Electricidad, también yanqui; ordenó la toma del Hotel Nacional, ocupado por los oficiales de tiempos de Machado. Todo eso y más en 127 días.
En el consejo de Secretarios, el 15 de noviembre de 1933, se anotó en el acta que dijo: “Que él es de “izquierda”, y si no se amoldara a la realidad no estaría en el Gobierno, porque el Gobierno no es de “izquierda”, pero cede en parte a sus principios para colaborar con la obra del Gobierno Revolucionario”.
Bien sabía que no era posible instaurar ningún gobierno soviético, como clamaban los comunistas, ni siquiera usar clichés que los trabajadores no entendían. Pero claro que era de izquierdas. No solo era antimperialista. Se había hecho marxista, había estudiado el Materialismo Dialéctico, de Thalheimer, el abc del Comunismo, de Bujarin, y había leído y solía regalar Los diez días que estremecieron al mundo, de John Reed. Cuando la matanza por el ejército en el entierro de las cenizas de Mella, recriminó a su subsecretario por haber dado la autorización para la manifestación. Él no había estado en la secretaría ese día y explicó que no la habría otorgado, porque todavía no tenía suficiente control sobre Batista y el ejército. Solo había estado unos 15 días en el cargo. Pero los primeros comunistas siempre lo acusaron del hecho.
Cuando cayó el gobierno de los 127 días, Guiteras creó primero Revolucionarios de Cuba, luego tnt y, por último, Joven Cuba. El programa de esta organización sirvió de modelo al que llevó Fidel al asalto al Moncada.
La revolución no se fue a bolina
Derrotado en 1935 el intento de huelga general contra el régimen de Caffery-Batista-Mendieta, Guiteras preparó la posible insurrección, mediante una expedición que traería de México, donde en un campamento entrenaría a los hombres de Joven Cuba, quienes arribarían y tomarían las armas en los cuarteles, como en San Luis. Con ese propósito consiguió 300 000 pesos a través del secuestro de Eutimio Falla Bonet, propietario de la recién incendiada Papelera Cubana, de Puentes Grandes, de lo que acababa de cobrar el seguro.
Pero el plan que seguiría, según el cual él, junto a los compañeros más comprometidos, saldría por el Morrillo (Matanzas) rumbo a México, fue delatado por un entonces capitán de la marina, Carmelo González, que había sido su compañero de bachillerato en Pinar del Río. Batista ordenó matarlo cuando intentara salir, pero si el yate Amalia lograba abandonar la costa, ordenó a la aviación que lo hundieran en medio del Golfo de México.
El 8 de mayo de 1935 cayó Guiteras junto a Aponte, en las orillas del río Canímar. Exactamente un año después, un paquete de circulares de la marina le estalló en las manos al jefe de la unidad naval de Cienfuegos, el ya comandante Carmelo González.
Luis Buch, primer secretario del consejo de ministros en 1959, integrante entonces de Joven Cuba, quien trabajaba en el correo, había sustraído el paquete de la dependencia y lo devolvió, días después, cargado de dinamita a la jaba de Las Villas. Hace años me dio copia de una carta al comandante Jesús Montané y a Raúl Roa, donde relataba en una docena de cuartillas el desarrollo del ajusticiamiento del traidor. El 17 de mayo de 1936, Carmelo González murió en el Hospital Militar de Columbia.
Sin duda, gracias a Martí, gracias a Mella, gracias a Guiteras, gracias a Fidel, gracias a toda la estela de héroes y mártires de Cuba, miles, cientos de miles, millones, nos convertimos en revolucionarios marxistas. A ellos agradecemos por la gloria de haber vivido una revolución que no se fue a bolina y que ha creado una saga que dura ya algo más de 150 años. (Fuente: Granma)