Por Martha Gómez Ferrals
Nadie ha olvidado en Santiago ni en Cuba la heroica caída en combate, el 30 de junio de 1957, de Josué País García, Floro Vistel Somodeville y Salvador Pascual Salcedo, jóvenes combatientes del Movimiento Nacional Revolucionario 26 de Julio, en una acción realizada en el corazón de la ciudad oriental contra la tiranía batistiana, mientras el Ejército Rebelde se afianzaba en la Sierra Maestra.
Testigos que de una forma u otra vivieron los acontecimientos finalizados en la masacre de los jóvenes, refieren que ese día, Santiago de Cuba parecía desde temprano un campo minado debido al ambiente represivo y tenso creado por el Ejército del dictador Fulgencio Batista, empeñado en celebrar en el céntrico Parque Céspedes un mitin electorero para mostrar la imagen de un país y gobierno estables, donde no había problemas.
Sin embargo era imposible ignorar la ola de crímenes, violencia y represión con que se oprimía al pueblo.
Ya habían asesinado a José Antonio Echeverría, los combatientes revolucionarios de Humboldt 7 y varios jóvenes involucrados en la expedición del yate Corinthia, que veían a apoyar la insurrección en la serranía.
Y el país se sacudía cada día por nuevos crímenes, desapariciones y torturas de lo mejor de su pueblo y juventud.
Pero también, el 28 de mayo se había producido la primera victoria contundente del Ejército Rebelde en la Sierra Maestra, en el enclave de El Uvero, y el afianzamiento y extensión de la lucha armada en las montañas, liderada por Fidel Castro, era una realidad.
El referido 30 de junio, el tristemente célebre gánster Rolando Masferrer campeaba en Oriente al frente de una banda paramilitar a la que se atribuía unos mil 500 sicarios, asesinos a sueldo en función de la represión del movimiento revolucionario que, por su parte, cada día se fortalecía y no les daba tregua.
Masferrer dirigiría el acto electorero de marras, que debía comenzar a las cuatro de la tarde. La ciudad, casi en cada esquina tenía postas de soldados y de los llamados Tigres de Masferrer, pues así apodaban al séquito del odiado gánster.
Frank País, por entonces ya Jefe nacional de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio, y ya en la clandestinidad total debido a los riesgos que corría, ordenó realizar acciones de sabotaje al amañado acto, al que por cierto solo asistieron muy pocas personas, a pesar de la aparatosa publicidad y organización que le habían dado las autoridades.
Su hermano menor, de solo 19 años, Josué País, era también uno de los miembros más destacados del movimiento.
Se había incorporado a las acciones patrióticas desde sus tiempos de estudiante de secundaria, en organizaciones martianas y había sufrido cárcel y represión por su activa contribución a manifestaciones que recorrieron las calles de su natal Santiago de Cuba.
En esa ciudad en rojo y al mismo tiempo semi desierta, con carros patrulleros de intimidante ulular por doquier, ocurrieron ese día los asesinatos de los tres héroes.
Josué y su amigo Floro estaban ocultos en una casa cercana al parque Céspedes, siguiendo por la radio el acto, pues debían escuchar el sonido de la detonación de una bomba colocada el día anterior bajo la alcantarillada, a fin de que estallara cerca de la tribuna a poco de comenzar la payasada electorera.
El sonido de la explosión sería la señal para que partiera al frente de uno de los dos comandos que realizarían acciones de disparos y otras pequeñas explosiones en los enclaves norte y suroeste de la ciudad.
Sin embargo la bomba cercana a la tribuna no detonó porque una operación de limpieza del lugar, con manguera de agua, la había desactivado casualmente.
Sin esperar más y sin poder comunicarse con sus superiores, tras varios intentos, Josué y sus compares Floro y Salvador salieron a hacer lo suyo.
Para ellos ocuparon un auto de alquiler, que prometieron devolver a su dueño, al que pidieron no hacer la denuncia a la policía. Este informó a las autoridades.
Cuando se dirigían a la zona señalada para sus acciones, los avisados masferreristas dieron pronto con ellos. Los persiguieron y detuvieron en la esquina de las calles Martí y Crombet. Dentro del mismo auto fueron acribillados Floro y Salvador, muertos en el acto.
En cambio Josué fue herido, no de gravedad y logra salir de la máquina, pistola en mano.
Eran muchos contra el joven herido y solitario. Lo capturaron. José María Salas Cañizares, otro asesino connotado, dio la aparente orden de que lo llevaran al hospital.
Lo montaron en el vehículo y allí le dieron un disparo en la sien. La única herida, se verificó después, que le causó la muerte.
Frank País, oculto y lleno de dolor escribió al saber su muerte: A mi hermano: Nervio de hombre en cuerpo joven, coraje de valor en temple acerado, ojos profundos y soñadores, cariño pronto y apasionado...
Justamente un mes más tarde, el 30 de julio de 1957, caía también bajo la bala criminal Frank, en el hoy histórico Callejón del Muro, junto a otros valiosos compañeros.
Josué nació el 28 de diciembre de 1937 en Santiago de Cuba. Además del M-26, el hermano menor había estado junto a Frank en Acción Revolucionaria Oriental (Aro), que luego devino Acción Nacional Revolucionaria (ANR).
Floro Vistel Somodeville, de origen humilde y ocupación de chofer, se había unido también temprano a la lucha en la ciudad. Participó en el alzamiento de 30 de noviembre en apoyo al desembarco del Granma y había cumplido acciones arriesgadas con entrega y valentía. Nació el 28 de mayo de 1934.
Por su parte Salvador Pascual Salcedo, quien viera la luz también en Santiago, el 8 de abril de 1934, tenía una abnegada trayectoria dentro del movimiento combativo, destacada en la recaudación de fondos y en el cumplimiento de cualquier misión. (Tomado de la ACN)