Por: Lili Chang, Melissa King y Mónica Mestre
La Habana, 1 oct (RHC) Aunque la vida en la capital suele ser convulsa, entrar al barrio Chino provoca una metamorfosis en sus transeúntes, estos adoptan andares tranquilos de quien a pesar de las prisas puede detenerse a observar la belleza circundante.
Desde el pórtico se vislumbra la danza entre dos naciones, la primera en su papel de huésped todavía conserva rostros típicos de calles habaneras, sin embargo, la segunda recrea una cultura milenaria llena secretos y tradiciones.
No obstante, esta visión ha sido empañada por el deterioro acelerado de su patrimonio urbano, la desarticulación de la tradicional red comercial y de servicio, una profunda pérdida de sentido de pertenencia y ciertas indisciplinas sociales que ponen en peligro la herencia oriental en La Habana.
La unión de múltiples asociaciones chinas, autoridades gubernamentales, el proyecto “Ciudad Amarilla” y varios pobladores, en pos de la recuperación del esplendor del barrio parece ser la solución idónea para convertir al que fuera el Barrio Chino más grande de América Latina, en un polo turístico único de su tipo.
Desde hace unos meses, los amaneceres del Cuchillo de Zanja, la Plaza San Fang Kong y otras zonas del barrio chino están cubiertos de polvo, pues han sido dispuestos en sus áreas brigadas de trabajadores que en tiempo récord redescubren una de las mayores atracciones de la ciudad.
Hoy día el cuchillo ostenta ocho restaurantes que conjugarán platos tradicionales chinos junto a un menú internacional, un sencillo, a la par de hermoso jardín de los bonsáis y una nueva casa del té. Asimismo, varias calles han sido adoquinadas y fue reinaugurada una farmacia de medicina tradicional china.
Varias personalidades del emblemático Barrio, como el fundador de la Escuela Cubana de Wushu, Roberto Vargas Lee, y la artista de origen asiático, Flora Fong expresaron su satisfacción por las acciones acometidas en la recuperación de la belleza de este, quien fue desde hace más de un siglo la cuna forjadora de lazos de armonía entre el gigante asiático y la Isla.
A su vez, el primer secretario del Partido Comunista de Cuba en La Habana, Luis Antonio Torres Iríbar, elogió la rapidez con que se han concretado las primeras transformaciones y exhortó a continuar el buen trabajo, para así poder regalarle “esta ciudad dentro de otra” a La Habana por sus 500 años.
Entre las principales proyecciones de la reforma se encuentra la creación de entidades culturales con posibilidades de comercialización como: una editorial, escuela de oficios, taller de cerámica, taller de grabados, galería de arte, estudios taller para artistas plásticos, taller de lámparas, entre muchas otras.
Rescatar el Barrio, el modo tradicional chino de hacer comercio y los servicios, caracterizados por ser eficientes, sencillos, viables y de calidad, es una opción vital para contribuir a la satisfacción de las necesidades de sus pobladores y de todos aquellos caminantes que disfrutaban de un marcado aroma oriental por las calles de La Habana.
¿Cómo surgió el Barrio Chino?
Se estima que entre 1847 y 1874 llegaron los primeros chinos a Cuba, provenientes de Hong Kong, Macao y Taiwán, los llamados culíes eran contratados para trabajar en las plantaciones de café y caña.
Aunque se embarcaban hacia la Isla con sueño de enriquecerse, trabajaban en condiciones de semiesclavitud y recibían cuatro pesos mensuales por una jornada de ocho horas diarias.
Los chinos firmaban documentos que los obligaban a servir durante ocho años y al finalizar sus contratos se quedaban a trabajar en los campos o se asentaban en las ciudades. De esta manera aplicaron en disímiles oficios de la industria, el comercio, los servicios, la agricultura y las construcciones.
Desde 1869 y hasta la primera mitad del siglo XX, una oleada de los llamados chinos californianos, se unió a los sobrevivientes de los viejos chinos culíes. A diferencia de los culíes, llegados directamente desde Asia, estos provenían de California, Estados Unidos, desde donde migraban por las leyes racistas y con la idea de establecer mercados y negocios.
Con la llegada de los chinos californianos se inició un proceso de auge y expansión de la comunidad china, sobre todo en la principal zona de asentamiento: el Barrio Chino de La Habana, que actualmente abarca desde las calles Escobar a Galeano y de San José a Reina, en el municipio de Centro Habana, donde comenzaron a establecer comercios de todo tipo, convirtiéndose en una céntrica zona estratégicamente situada desde el punto de vista comercial.
Los primeros negocios y las casas de comida china tuvieron un éxito inmediato entre los habaneros. Así se llenó la zona de puestos en los que se ofrecían frituras, chicharrones y frutas. Luego se sumaron otros como las quincallas y los trenes de lavado.
Se organizaban en sociedades llamadas de instrucción y recreo, donde se agrupaban por apellidos y regiones de procedencia, tales como Chang-Weng-Chun-Hong y el Chi-Kong Tong, y que servían de apoyo a los chinos que no tenían familiares en Cuba.
Existían otras asociaciones de carácter comercial como la Cámara de Comercio, radicada en la calle Reina, entre Manrique y San Nicolás; la Unión de Detallistas del Comercio y la Wha Tin Yi Kuan Con Hui, Asociación de Lavanderías Chinas, que agrupó a más de 250. Además contaban con el Banco de China, que llegó a manejar cerca de dos millones de pesos.
Hacia 1920 ya se había convertido en el barrio asiático más grande de Latinoamérica. Pero todo ese esplendor, principalmente en la década de los cincuenta del siglo XX, vino acompañado también de mucha corrupción y negocios ilegales.
El sistema de salud consistía en un centro de consultas y laboratorio en el mismo barrio y las farmacias chinas, que vendían una extensa variedad de remedios naturales provenientes de Asia.
La estancia en La Habana de esta población, significó la entrada también de su cultura, religión y tradiciones.
En 1958 la comunidad china de La Habana contaba con cuatro cines distribuidos por todo el barrio. Uno de ellos, el Águila de Oro, ofrecía funciones de teatro para piezas de ópera china.
Las sociedades culturales y deportivas tuvieron gran relevancia, destacándose las artes marciales de origen chino, entre ellas la danza del león y el dragón, rescatadas por la escuela de Wushu.
La comunidad china no tuvo su presencia próspera en la televisión nacional, pero en la radio, a partir de 1930, algunas emisoras divulgaban la música china y, después de 1940, tres emisoras trasmitían ópera china y un noticiero en lengua cantonesa.
Existieron tres diarios chinos independientes: Wah Man Sion Po (Comercial), Man Sen Yat Po (Nacionalista – Kou Ming Tang) y Hoy Men Kun Po (de noticias e información general).
El cementerio chino, ubicado en la actual Avenida 26 del reparto Nuevo Vedado, consistía el descanso para quienes terminaban sus días tan lejos de su origen.
Después de 1959, gran parte de esta población emigró hacia Estados Unidos o a su país de origen, y poco a poco, sus costumbres, fueron quedando adormiladas. No es hasta la década de 1990, cuando un fuerte proceso de recuperación de las tradiciones revivió el espíritu del Barrio Chino, gracias al grupo promotor de la comunidad.
En un inicio, los chinos se mantuvieron fieles a sus costumbres, celebrando matrimonios entre ellos mismos, pero cuando muchos comenzaron a emigrar, los orientales que se quedaron se casaron con cubanos.
Actualmente, el barrio se extiende a lo largo de las calles Zanja y Dragones. Desde la calle Escobar, por el oeste, hasta la calle Amistad, donde el Pórtico Chino delimita con el centro histórico. Se sitúa en el corazón comercial de la urbe, en Centro Habana.
Caminar entre sus calles puede ser toda una revelación. El Barrio Chino, con sus farolas y dragones, es una de las visitas imprescindibles de nuestra ciudad maravilla.
Instituto Confucio, un puente entre Cuba y Chin
El Instituto Confucio de la Universidad de La Habana se inaugura el 30 de noviembre de 2009, en sus inicios radicaba en aulas del Estadio Universitario Juan Abrantes (SEDER). Como primera institución de su tipo en el país, persiguió el objetivo de preparar a los cubanos para poder comunicarse en idioma chino.
En ese entonces el gigante asiático era nuestro segundo socio comercial. Luego, las relaciones políticas y económicas entre Cuba y China continuaron fortaleciéndose. Ante estas circunstancias surge de la necesidad de ubicar la escuela en un espacio propio, que le permitiera convertirse en más que un colegio; así se traslada hacia su actual sede en San Nicolás y Zanja.
“En el 2015 se inaugura aquí, pensando en aportar a la vida del Barrio Chino, que era esencialmente un barrio comercial. Ofrecería a la comunidad una vía para aprender la lengua y además fomentaría el rescate de la cultura china que tanto se había perdido”, expresó la directora del Instituto, Yorbelis Rosell León.
Desde la institución se rescatan tradiciones de la idiosincrasia oriental. Entre sus festejos se encuentran: la fiesta de la primavera, por la despedida y recibimiento de año; la fiesta del medio otoño, que potencia los valores familiares, la unión y la cooperación. Además, celebran la creación de los institutos Confucio cada 27 de septiembre.
“Era necesario formar personas capaces de hacer un puente, y es lo que hace nuestro Instituto. Un puente, no solo lingüístico, si no también cultural, entre Cuba y China”, explicó Yorbelis Rosell.
Existe una estrecha relación de todas las asociaciones que conviven en el barrio. La directora del Instituto comenta que ellos también participan en actividades y espacios con la Escuela Cubana de Wushu. “Se podría decir que compartimos estudiantes, pues casi todos los que estudian allá luego vienen a aprender chino, y viceversa”.
“La Casa de Artes y Tradiciones se creó para potenciar la cultura y allí tenemos aulas de chino para niños de 7 a 14 años. Participamos en todas las actividades de la casa y ellos en las del Instituto” dijo Yorbelis Robell.
Los profesores del colegio ayudan en la traducción de los textos del Periódico del Barrio Chino. El instituto también participa en la Feria del Libro. Se dan conferencias en el Instituto con especialistas de la Casa de Artes y Tradiciones, de la Escuela Cubana de Wushu, del Casino Shung Wua, de la Mi Ching Tang.
“Nosotros somos parte del barrio. Aquí no hay nadie que predomine sobre la vida del otro. No podemos decir que hay un jefe, sino el deseo de trabajar por la divulgación de una cultura que es parte del Patrimonio Intangible de la Cultura Cubana.
“La vida que tiene este Barrio Chino lo distingue de otros. Aquí no predomina tanto la parte comercial, sino la cultural”, expresó la directora del Instituto Confucio.
El Casino Shun Wua representa al resto de las Sociedades Chinas. Festejan fechas cubanas, invitan a las instituciones y a la comunidad del barrio. “La idea no es competir es colaborar. Las distintas instituciones nos organizamos para no coincidir en actividades”, refirió Yorbelis Rosell.
Se pretende montar un círculo de interés para los estudiantes de enseñanza preuniversitaria, además de un aula de chino en la Galería Flora Fong, quien luego expondrá en homenaje al décimo aniversario del Instituto Confucio.
Sobre la actual apariencia del Barrio Chino, Yorbelis Rosell comenta que ha contribuido a consolidar los lazos de colaboración entre sus moradores.
“Rescatamos el cuchillo y el barrio se ve hermoso. Ahora nos toca rescatar más elementos de la cultura”.
(Fuente: Cubadebate)