Por: Jorge Wejebe Cobo
El general español Arsenio Martínez Campos cabalgaba confiado en la mañana del 15 de marzo de 1878 hacia Mangos de Baraguá, en la región oriental de Cuba. Iba seguro de que lograría la pacificación de la Isla, después de 10 años de guerra, cuando se entrevistara en ese lugar con Antonio Maceo, a quien convencería de firmar la rendición que significaba el Pacto del Zanjón.
Pero estaba muy lejos de saber que ese día acabaría su buena suerte de confundir y engañar a jefes mambises con mentiras y promesas de libertades y reformas que España nunca les cumpliría a los cubanos.
Cuando el general peninsular pensó iniciar su exposición, el Titán de Bronce le comunicó el desacuerdo con el pacto, porque no establecía la independencia de Cuba ni la abolición de la esclavitud.
Posteriormente se produjo el conocido diálogo en Mangos de Baraguá que culminó con la ratificación del jefe mambí de que no habría arreglo, máxima expresión de su intransigencia y rechazo al Pacto del Zanjón, que pasó a la historia con la famosa frase de “no nos entendemos”.
Según testigos del hecho, Martínez Campos se desconcertó ante tal actitud que evidentemente no estaba en sus planes y lo único que acordó en la entrevista fue el reinicio de las hostilidades en un plazo de ocho días para que las tropas pudieran regresar a sus respectivos territorios.
Fue entonces que la tensión se rompió cuando el capitán cubano Fulgencio Duarte exclamó: “¡Muchachos, el 23 se rompe el corojo!”, mientras que Martínez Campos espoleó su caballo y partió a galope del lugar.
A pesar de que Maceo y sus compañeros tenían escasas posibilidades de seguir la guerra, con su actitud salvaron los ideales independentistas y abrieron una etapa de ”tregua fecunda” en la lucha, un contexto en el que José Martí, organizador de la “Guerra Necesaria”, dijo: “Tengo ante mí la Protesta de Baraguá, que es de lo más glorioso de nuestra historia”.
La intransigencia de Maceo en Mangos de Baraguá desde entonces se convirtió en un legado que acompaña a los cubanos, y que después del triunfo revolucionario del primero de enero de 1959 sirve de inspiración y resistencia a las nuevas generaciones de patriotas que rinden homenaje a la fecha más allá de los merecidos tributos formales.
Uno de esos momentos históricos fue cuando el homenaje a la Protesta de Baraguá tomó un especial significado, hace exactamente 20 años en ese lugar. Entonces, el Comandante en Jefe Fidel Castro pronunció un discurso conocido como Juramento de Baraguá.
Esa alocución exponía los principios de la Batalla de Ideas, iniciada con diversas acciones a favor del regreso del niño Elián González, retenido en Estados Unidos por parientes lejanos.
Fidel, al referirse a la fortaleza de nuestro pueblo ante los nuevos retos, afirmó: “Sus armas invencibles son sus ideas revolucionarias, humanistas y universales. Contra ellas nada pueden las armas nucleares, la tecnología militar o científica, el monopolio de los medios masivos de divulgación, el poder político y económico del imperio, ante un mundo cada vez más explotado, más insubordinado y más rebelde, que más que nunca pierde el miedo y se arma con ideas”.
Dos décadas han transcurrido de esas palabras, y desde entonces el imperialismo yanqui ha ido renovando con nuevas artimañas sus acciones contra Cuba y aplicando con inusitada furia el bloqueo económico, comercial y financiero, mientras lleva adelante un programa de agresiones subversivas de todo tipo al considerar llegado el momento de la derrota definitiva de la Revolución.
En tales circunstancias, los cubanos recordamos la intransigencia del Titán de Bronce, quien en condiciones también muy difíciles rechazó la claudicación y la traición ante el poderoso imperio español en la Protesta de Baraguá que no solo es la página más gloriosa de nuestra historia como dijera Martí, sino que también el espíritu y ejemplo de sus protagonistas están presentes en un pueblo unido que resiste y vence.
(Tomado de ACN)