Por: J orge Wejebe Cobo (ACN)
En la noche del dos de diciembre de 1999, el Comandante en Jefe Fidel Castro recibió en su despacho al trabajador de turismo de Varadero, Juan Miguel González, quien no venía a tratar asuntos de Estado. No, aquel joven de estatura mediana y mirada sincera, visitaba por primera vez el Palacio de la Revolución a instancias de Fidel para explicarle su problema personal que hacía días le quitaba el sueño y que en lo adelante se convertiría en la causa de todo el pueblo cubano.
La tragedia de Juan Miguel comenzó en noviembre de 1999, cuando su hijo Elián de seis años, sin su consentimiento, fue sacado ilegalmente de Cuba por su madre, Elizabeth Brotons, en un pequeño bote con el fin de llegar a los EE.UU., pero la embarcación naufragó y ella junto a la mayor parte de las personas se ahogaron.
Elián después de varios días a la deriva en una cámara de neumático fue rescatado a tres millas de las costas de la Florida por un pescador.
El Servicio de Inmigración y Naturalización entregó al niño bajo custodia a familiares residentes en Miami. Mientras, Juan Miguel en la Isla escribió a las autoridades cubanas para buscar ayuda en sus gestiones de reclamar le fuera devuelto su hijo en un trámite que parecía no tendría mayor complejidad, ya que las propias leyes estadounidenses y cubanas reconocen que en esos casos la solicitud del padre prevalece por encima de cualquier otra circunstancia.
Pero en Miami la extrema derecha cubano americana que tomó a Elián como bandera para enfrentar la Revolución, organizó una campaña para que el pequeño no regresara a Cuba y permaneciera en Estados Unidos de acuerdo con la Ley de Ajuste Cubano, a pesar de ser un menor.
Ese era el contexto de aquella histórica entrevista entre el líder de la Revolución y un padre desesperado por recobrar al hijo.
Juan Miguel recordó así aquel encuentro: “Se interesó por mi vida, por la familia. Quiso saber si lo que yo sentía hacia mi hijo era realmente un cariño de padre afectuoso. Me dijo que si quería dirigirme a EE.UU. a estar con mi hijo y quedarme allá, no había problema. Él planificaba todo, se arreglaba todo. Le manifesté que no tenía interés en ir allá, lo que quería era que me regresaran a Elián.
Y me respondió: "Tranquilo. A partir de mañana mismo se vuelca el pueblo, el país completo a hacer el reclamo por el regreso de tu hijo".
Fidel también relató que miró a los ojos de Juan Miguel y se convenció de su franqueza y del amor que tenía por su hijo. Desde entonces serían innumerables los encuentros del Comandante en Jefe con el padre de Elián y con su familia para compartir ideas, sentimientos y esperanzas, y preparar nuevas acciones de la Batalla de Ideas en que se convirtió la lucha por el regreso del pequeño que libraron el pueblo cubano y amigos de la Revolución en todo el mundo.
Mientras, en Miami se exhibía al infante con juguetes costosos y los cabecillas de la extrema derecha cubano americana trataban de congraciarse con el “balserito” que hasta apareció de mano de uno de esos personajes envuelto en la bandera estadounidense y al que se trató de cambiar la mente y descalificarle al padre por aparecer junto al Comandante en Jefe.
Juan Miguel viajó a los EE.UU. el seis de abril del 2000, a pesar de ese clima de odio con el fin de reunirse con su hijo secuestrado para traerlo a la Patria y contó también en ese país con la simpatía de gran parte del pueblo estadounidense, que se sensibilizó con aquel humilde trabajador que no mostraba flaqueza alguna en defender su derecho.
Al propio tiempo, millones de cubanos se manifestaron en todo el país en reclamo del regreso del niño Elián, consigna que unió a todo el pueblo en tribunas abiertas y marchas multitudinarias frente a la sede de la Oficina de Interés de Washington en el Malecón habandero y en todo el país durante 266 días de movilización popular.
La verdad se impuso. Las maniobras legales para impedir que el niño regresara fracasaron y finalmente el Tribunal Supremo de Estados Unidos favoreció a Juan Miguel.
El 28 de junio del 2000, Juan Miguel junto a Elián y su esposa bajaron la escalerilla del avión en el Aeropuerto Internacional José Martí, un hecho que la televisión cubana transmitió en vivo y que conmovió a todo el pueblo.
Fue una gran victoria moral y humana ganada a favor del derecho de un niño cubano a crecer y desarrollarse junto a su familia en la Patria.
Pasaron ya 20 años y el padre Juan Miguel sigue trabajando en el Parque Josone, de Varadero, y es el mismo hombre sencillo, sincero y decidido de siempre quien estuvo cerca de perder en el embravecido mar a su hijo Elián, hoy un joven graduado de ingeniería industrial lleno de realizaciones y proyectos futuros, muy comprometido con el pueblo y su Revolución.