Los desgobiernos neocoloniales se ensañaron con parte de lo más bello, puro, honesto y valeroso de la juventud cubana. Los asesinatos de Julio Antonio Mella, Rafael Trejo (es el aniversario 90 de su muerte), Antonio Guiteras o Frank País son recordatorios perennes de que las tiranías no responden a su pueblo y odian a sus nuevos retoños, a quienes aniquilan en nombre de una falsa democracia y las órdenes, siempre las órdenes, de Washington.
El 30 de septiembre de 1930 es una fecha que marca un punto de inflexión en las luchas contra tales desmanes por parte del estudiantado, convertido en actor indispensable de la toma de conciencia social en contra del esquilme sistemático a los cubanos por aparatos gubernamentales corruptos que, cuando no podían lograr sus canalladas con el dinero, lo hacían con el plomo.
La protesta contra el sátrapa Gerardo Machado encontró en los alumnos de la Universidad de La Habana un resorte para la unidad con obreros y pueblo en general, como parte de un movimiento popular derivado en la Revolución del 30, parteaguas histórico que conllevó a derrocar al tirano el 12 de agosto de 1933.
En el año de su muerte, 1930, Rafael Trejo González tenía 20 primaveras y estudiaba Derecho, la misma carrera de su padre, en la principal institución docente del país. En dicha facultad el muchacho era dirigente de la Federación Estudiantil Universitaria -FEU.
En el acercamiento físico y psicológico a sí ayudan bastante las palabras de Raúl Roa, cronista de esa Revolución: «un mozalbete de pelo lustroso, tez trigueña, bigote mongol, torso amplio y ágil musculatura». Ese joven sencillo que aborrecía la corruptela al uso, le dijo al propio autor de Tiene la palabra el camarada maúser: «No creas que mi aspiración es hacerme rico a expensas del prójimo.
Mi ideal es poder defender algún día a los pobres y los perseguidos. Mi toga estará siempre al servicio de la justicia. También aspiro a ser útil a Cuba. Estoy dispuesto a sacrificarlo todo por verla como quiso Martí».
Rafael se sumó con convicción y gusto a la jornada de lucha del 30 de septiembre de 1930. Él demostró arrojo en las calles y con sus pocos años, desprovisto de técnicas de combate o entrenamiento militar, luchó cuerpo a cuerpo contra un esbirro que le superaba en lo anterior y, además, portaba un arma con la cual, cobardemente, disparó dos veces al joven.
Imposible olvidar las palabras de Pablo de la Torriente Brau, quien como consecuencia de un golpe en la cabeza fue conducido al hospital, junto a Trejo: «Yo no podré olvidar jamás la sonrisa con que me saludó Trejo...Era algo como si me volviera la cólera de la pelea a pesar de la sangre perdida, era que yo sabía ya, que Trejo con sus 20 años poderosos, se moría».
Con la bandera de Cuba en el féretro, Trejo fue enterrado el 2 de octubre de 1930, día nacional de rechazo estudiantil a una tiranía que, de forma automática, ocupa militarmente la Universidad de La Habana y suspende las garantías constitucionales.
Bandera de lucha para el Directorio Estudiantil Universitario como para todo nuestro pueblo, Trejo fue aliento y motivo para continuar el largo combate en el camino a conseguir nuestra verdadera y única libertad, el 1 de enero de 1959. (Tomado de Granma).