A Marta la distinguió su humildad y su pasión por la Revolución.
Foto: Canal Caribe
Por Miguel Barnet
Celebro tu vida llena de alegría y optimismo. Celebro tu energía cotidiana, tu vocación de periodista que supo valorar como nadie los testimonios de nuestra historia reciente, tu fidelidad a la causa de Fidel, tu custodia de La Historia me absolverá donde supiste valorar también, y en su momento, que en ese discurso se vislumbraban los gérmenes de nuestro destino como nación.
Fuiste siempre la amiga cercana, la que convertía la utopía en acciones concretas, el sueño en realidad, el tedio en impulso alado y volátil.
Celebro tu eterna juventud, tu desdén a la muerte, tu majestad fecunda y vencedora, tu rechazo a todo atisbo de eternidad, tu mano sobre el papel y sobre el hombro del amigo. Violaste la censura batistiana y en la “pequeña gigante” imprimiste una página gloriosa de la Patria.
Creaste una imagen de la liviandad artística entregándole a la historia sus ademanes más cálidos. Tus novelas llevan la carga impetuosa de la dignidad frente al oprobio racista y el veneno colonial.
Tu precepción literaria desbordó cualquier dogma estético. Y en Inglesa por un año, tu bella novela sobre la toma de La Habana por los ingleses, emulaste con el brío épico de Pepe Antonio y el Memorial de Beatriz Jústiz, Marquesa de Santa Ana.
Cultivaste un espíritu de hermandad con la apoteosis de tu temperamento exultante. Y agotaste lo posible como quería Píndaro.
Durante tu larga vida no te dejaste envejecer. Tu ingenio juvenil y tu salud a prueba de balas nos hicieron creer que nunca nos dejarías, que ibas a ser tú la doliente de nuestras ausencias.
Pero no fue así, te fuiste callada, sobre las cuartillas de tu última novela o quizás de tu último artículo para Granma.
Como quiera nos dejaste sin aspavientos, con tu proverbial humildad, para una vez más sobrevivirnos en lo que te estaba destinado: el marmóreo rincón de la inmortalidad. (Tomado del periódico Granma)