Una exitosa emboscada del Ejército Rebelde

بقلم: Maria Calvo
2022-09-17 04:04:41

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Ejécito Rebelde

por Mailenys Oliva Ferrales

En el firme de la Sierra Maestra, a más de 1 630 metros sobre el nivel del mar, un intrincado paraje nombrado Pino del Agua (perteneciente al municipio montañoso de Guisa) se perpetúa para la historia como el emblemático sitio donde el Ejército Rebelde «escribió», con fuego y arrojo, dos victorias memorables frente a la dictadura batistiana, en 1957 y 1958.

A 65 años del primero de esos dos combates, acaecido el 17 de septiembre de 1957, Granma se acerca a aquella significativa acción, en la que los integrantes de la Columna No. 4, bajo el liderazgo del Che, derrotaron al enemigo con una emboscada que se convirtió en un éxito político y militar.

MEMORIAS DE UN LÍDER

Líder y protagonista excepcional del primer combate de Pino del Agua, el Guerrillero Heroico, Ernesto (Che) Guevara, al escribir, años después, sus memorias sobre la guerra, narró los pormenores de la maniobra, en la que el factor sorpresa fue determinante.

Según detalló, entonces, el también Comandante del Ejército Rebelde, él y los hombres bajo su mando tuvieron un encuentro previo con Fidel, el 29 de agosto, tras el cual marcharon «juntos a veces, y otras separándonos alguna distancia, pero con el objeto de pasar unidos por el aserrío de Pino del Agua».

Durante esa abrupta caminata hasta el lugar del combate hubo dos deserciones y no pocos contratiempos, pero también se sumaron manos solidarias, que hicieron más épico el recorrido. En esos días, por ejemplo, el Che conoció a Lidia Doce, quien pasó a ser una gran compañera de la guerrilla rebelde y la encargada de todas las faenas de contactos de la Columna No. 4, hasta su muerte.

Al describir esas jornadas, el Guerrillero Heroico señalaría que la tarea de trasladar la mercancía fue dura, debido a los empinados caminos, por donde solamente los camiones con doble diferencial, y no muy cargados, podían subir; «…los nuestros se rompieron…, y hubo que cargar todo el abastecimiento entre mulos y hombres».

Después de esos incidentes reanudaron la marcha, hasta llegar el 10 de septiembre a Pino del Agua; un caserío pequeño, edificado alrededor de un aserrío, en el mismo firme de la Sierra Maestra. «En aquella época estaba administrado por un español y había unos cuantos obreros, nadie del ejército enemigo».

Luego de conocer que en ese lugar no se encontraban tropas batistianas, el plan de Fidel consistió en tomar, si existía, alguna guarnición pequeña, y en caso contrario, hacer acto de presencia y seguir él, con su tropa, para la zona de Chivirico.

Por su parte, la Columna del Che debía quedarse emboscada esperando al Ejército que, en esos casos, inmediatamente venía para hacer una demostración de fuerza y disipar en el campesinado el efecto revolucionario por la presencia de los rebeldes.

Al anochecer de ese día 10 de septiembre la tropa ocupó el caserío y, con toda intención, Fidel dejó conocer su itinerario a la gente del lugar, calculando que algo se filtraría al ejército enemigo. El «anzuelo» había sido lanzado.

Fue así como, mientras la columna de Fidel continuaba su marcha hacia Santiago de Cuba, a la vista de todo el mundo los barbudos dirigidos por el Comandante Guevara comenzaban a realizar una pequeña maniobra de diversión.

Su tropa se distribuyó de tal manera que quedaron todos los caminos vigilados. Un destacamento aseguró la retaguardia; otro pelotón custodió varios senderos que desembocaban en el río Peladero, y un tercer grupo se apostó en el camino hacia el Uvero.

En los apuntes realizados por el Che aparece, en detalles, la táctica diseñada para aquel golpe. «El lugar elegido permitía avistar los camiones desde muy lejos. El plan era simple: se les dispararía de ambos lados y pararíamos el primer camión en una curva, iniciando el fuego contra todos los otros que siguieran; […] podíamos tomar tres o cuatro vehículos si la sorpresa resultaba».

No obstante, los rebeldes de la Columna No. 4 tuvieron que esperar emboscados siete días, antes de ver llegar a las tropas del Ejército.

Tras el aviso y el zumbido de los camiones trepando la áspera pendiente, las fuerzas se prepararon para el combate. Era el 17 de septiembre, y en el lugar principal se colocaron los hombres bajo el mando del capitán Ignacio Pérez, con el objetivo de parar el primer camión, y los demás dispararían sobre los distintos vehículos.

LA ACCIÓN

Veinte minutos antes del combate se desató una lluvia torrencial –cosa habitual en la Sierra– que, según relató el Che, los «empapó hasta los huesos». Pero un factor clave los favoreció: los soldados enemigos iban más preocupados por el agua que por las posibilidades de un ataque, y eso les sirvió para la sorpresa.

El encargado de abrir fuego tenía una ametralladora Thompson, pero en tales condiciones no le dio a nadie. Tras sus disparos se generalizó el tiroteo, logrando que los soldados del primer camión, asustados y sorprendidos, saltaran al camino y se dispersaran.

Los camiones del Ejército eran cinco y transportaban una compañía, y aunque la escuadra dirigida por el teniente rebelde Antonio López logró cumplir a cabalidad las instrucciones de no permitir el paso de otras fuerzas del enemigo, después de iniciado el combate, algunos soldados hicieron una resistencia enérgica.

Uno de ellos se refugió debajo de un camión, y no dejó asomar la cabeza a nadie hasta que se retiró arrastrándose con su fusil ametralladora. Logró así salvarse de morir o caer prisionero.

En medio del combate también se produjo una confusión entre los rebeldes, debido a una falsa orden de retirada. Hubo que dar instrucciones a todos de que volvieran, y pedir el refuerzo de los pelotones dirigidos por Lalo Sardiñas y Efigenio Ameijeiras, los cuales avanzaron sobre los camiones y liquidaron la resistencia.

«Los soldados huían camino abajo, a la desbandada, algunos, y otros en dos camiones que habían salvado, abandonando todos los otros pertrechos», apuntaría, años más tarde, el Guerrillero Heroico.

Y si importante fue la victoria, más trascendental fue su repercusión, al ser conocida en toda Cuba. Allí, en Pino del Agua, la Columna del Che le había ocasionado al ejército batistiano tres bajas y un herido (prisionero que se devolvió), además de lograr capturar a otro soldado al día siguiente, en el último peinado de la zona.

La tropa rebelde también le ocupó al enemigo una ametralladora de trípode con su parque, un fusil automático Browning, seis fusiles Garands, y tres camiones que fueron quemados.

Por los rebeldes hubo un herido leve, y un caído en combate llamado José de la Cruz, más conocido como Crucito. Justo en ese sitio, y en medio de la consternación de la tropa, se le dio sepultura al querido combatiente, también bautizado por sus compañeros de lucha como «el ruiseñor de la Maestra», por sus dotes de bardo.

Para destacar su heroicidad durante la acción fueron reconocidos el teniente Efigenio Ameijeiras, el capitán Lalo Sardiñas, el capitán Víctor Mora, el teniente Antonio López y su escuadra, y los soldados Dermidio Escalona y Arquímedes Fonseca. A este último se le entregó la ametralladora de trípode, para que la usara después de curarse una de sus manos, traspasada por un balazo.

La retirada de Pino del Agua se hizo por distintos caminos hasta volver a la zona de Pico Verde, donde la tropa se reorganizó en espera de la llegada de Fidel, quien ya tenía conocimiento del encuentro.

Pero, a pesar de aquella contundente victoria, el Che señaló, con profundo espíritu autocrítico, que «el análisis del combate mostraba que, si bien había sido un éxito político y militar, nuestras deficiencias eran enormes. El factor sorpresa debía haber sido aprovechado a fondo para casi aniquilar a los ocupantes de los tres primeros vehículos…».

La falsa orden de retirada que hizo perder el control de la gente, la indecisión para tomar los vehículos, defendidos por pocos soldados, y la retirada definitiva con bastante desorden, fueron otros de los puntos expuestos en el análisis del Guerrillero Heroico.

«Todo esto indicaba la necesidad imperiosa de mejorar la preparación combativa y la disciplina de nuestra tropa, tarea a la que nos dimos en los días siguientes», sentenció entonces.

Cinco meses después –en el propio escenario de Pino del Agua– tendría lugar otro combate de mayor envergadura. Allí, el 16 de febrero de 1958, el Ejército Rebelde, bajo la conducción de Fidel, alcanzó una victoria de gran repercusión, que permitió ampliar el radio de acción de la guerrilla en la provincia de Oriente, al crear nuevos frentes de combate que reforzaron la ruta libertaria hacia el triunfo definitivo del 1ro. de enero de 1959.



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