Díaz-Canel en Santiago de Cuba.
Querido General de Ejército Raúl Castro Ruz, líder de la Revolución Cubana;
Heroínas y héroes de la patria;
Pueblo heroico de la heroica Santiago de Cuba;
Querido pueblo cubano:
Es un honor estar aquí hoy, 65 años después de aquella noche que la Revolución iluminó con su triunfo, como si el Sol no se hubiera escondido ese día. Es un enorme privilegio estar y compartir la celebración junto a históricos protagonistas de la gesta.
Lo hemos visto en las imágenes del recuento. Y hemos recordado lo que dijo Fidel ante el pueblo eufórico por la victoria: “Esta vez, por fortuna para Cuba, la Revolución llegará de verdad al poder [...]. Ni ladrones, ni traidores, ni intervencionistas. Esta vez sí que es la Revolución”. Una frase con un significado extraordinario.
Por fin los cubanos éramos completamente libres, se cumplía el sueño frustrado de los mambises. Ya para siempre una sola bandera ondearía en los edificios públicos. Ningún otro poeta tendría que preguntarse, como Bonifacio Byrne, por qué “deben flotar dos banderas donde basta con una: ¡la mía!”.
Para los que no habíamos nacido aún y que supimos de la trascendencia de aquella noche por los libros algunos años después, significa mucho estar en el lugar en que Fidel habló al pueblo el primer día del primer año de la Revolución, lo cual marcaría un antes y un después en la historia de nuestra América.
Todo resulta impresionante cuando se entra en la historia de Santiago, pero hay un momento particular y único: el Primero de Enero de 1959. La fachada exhibiendo la estrella de Ciudad Héroe nos recuerda todo lo que sus hijos más generosos entregaron a la causa de la libertad. Ciudad de los Maceo, de los moncadistas; de los hermanos Frank y Josué País, de Vilma, de Asela, de Hart y de tantos nombres que harían infinito el recuento. Por sus calles marcharon las madres cubanas para que cesara el asesinato de sus hijos, y un día como hoy hace 65 años, con Fidel al frente, ¡los mambises entraron a Santiago!
Siempre que visitamos esta ciudad nos emociona mirar este balcón desde el cual, con Raúl, Almeida, Celia y otros combatientes a su lado, Fidel proclamó la victoria lograda tras más de dos años de cruenta guerra; después fue al futuro y regresó para advertir al pueblo sobre los colosales desafíos que nos esperaban, y dijo: “la Revolución no será una tarea fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros”.
Los 65 años transcurridos confirman su advertencia. Nada ha sido fácil para Cuba. Tampoco lo ha sido para los enemigos de la Revolución, que lo han intentado todo y en todo han fracasado, porque el odio se desintegra frente a la resistencia de un pueblo heroico y creativo que eligió el amor y la dignidad como fórmula.
Nos inspira la épica hazaña que atraviesa, como un signo de identidad inmutable, los 155 años de lucha que van desde 1868 hasta nuestros días, con un momento fundamental de enlace en esa victoria de 1959.
Fidel y su Generación del Centenario, aquí representada por Raúl, Ramiro, Guillermo, Machado y todos sus compañeros vivos o muertos, bebieron del ideario de Martí el sorprendente cúmulo de valores humanos y de principios innegociables que antes Céspedes, Agramonte, Maceo, Gómez y tantos líderes del mambisado legaron a las generaciones posteriores con historias personales dignas de un poema épico aún por escribirse.
La eticidad que atraviesa la historia revolucionaria cubana desde sus orígenes anticolonialistas –“ese sol del mundo moral” lo llamó Cintio Vitier– alcanza la posibilidad de realizarse plenamente en la práctica a partir del triunfo de enero de 1959 con la Revolución en el poder. Su triunfo significó libertad, dignidad y justicia verdadera para todos, desde las primeras leyes. Y no se ganó la confianza del pueblo con promesas, sino con hechos y realizaciones: obras de profundo y sostenido calado social, que en pocos años transformaron a un país pobre y atrasado en un referente mundial en educación, salud, deportes y cultura.
Esta Revolución es, en primer lugar, un acto libertario de proyección continental que no solo liberó al país de una dictadura servil, represiva y corrupta, sino que muy pronto desató los nudos de la dependencia económica de las transnacionales yanquis y liquidó las más crueles expresiones de la explotación humana, que se habían naturalizado en el seno de la sociedad cubana, como el trabajo infantil, la prostitución o la semiesclavitud de los inmigrantes haitianos.
La obra de 65 años es inmensa y sería tan difícil desconocerla como resumirla en pocas palabras. Esta es la Revolución, genuina y profunda, de la Reforma Agraria y de la Reforma Urbana, que empoderó al pueblo al nacionalizar y poner al servicio de los intereses populares la tierra, las industrias, los bancos, las comunicaciones, las grandes construcciones e inversiones, el transporte, el comercio exterior e interior. La que eliminó el desempleo, garantizando a mujeres y hombres el humano derecho al trabajo. Y es la que levantó cientos de miles de apartamentos para trabajadores y campesinos hasta en las más apartadas zonas del país.
Esta es la Revolución que, después de haber perdido 3 000 médicos por un éxodo políticamente inducido en la década del 60 del pasado siglo, construyó uno de los más formidables y prestigiosos sistemas de Salud de nuestra época y hoy cuenta con medio millón de trabajadores en todos sus niveles, que garantizan cobertura universal y asistencia gratuita para todas las cubanas y cubanos.
Paralelamente, durante estas seis décadas, 600 000 profesionales de la Salud cubanos han prestado colaboración en 165 países. Y más recientemente, en el periodo pandémico de COVID-19, unos 3 000 integrantes del Contingente Henry Reeve brindaron servicios en 40 de ellos.
Unos 27 000 jóvenes de un centenar de naciones se han graduado en la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas (ELAM), y más de 4 millones de personas de bajos ingresos de nuestra región y de África recuperaron la visión con la Operación Milagro. Esta es también la Revolución: la coherencia con el ejemplo de Ernesto Guevara, el querido Che, la voluntad permanente de practicar la solidaridad y compartir lo que tenemos, con la convicción profunda de que son médicos y no bombas, cooperación y no sanciones, lo que los pueblos necesitan.
Todo ello ha sido posible gracias a que primero se nacionalizó la enseñanza, se liquidó el analfabetismo y se ha desarrollado una profunda revolución en la educación, que garantiza el acceso universal y gratuito a todos los ciudadanos.
Con el programa cubano de alfabetización Yo sí puedo, implementado en 30 naciones, se han alfabetizado más de 10 millones de personas de prácticamente todos los continentes. Más de 70 000 estudiantes extranjeros se han graduado en Cuba y actualmente más de 3 000 realizan estudios en nuestra isla.
La educación superior, la ciencia, la innovación, la biotecnología, la preservación del medio ambiente y el desarrollo sostenible son otras áreas destacadas por las investigaciones y aportes del talentoso ser nacional al esfuerzo por remontar los obstáculos que nos imponen el bloqueo, la condición de país pequeño y nuestras propias limitaciones. En las potencialidades infinitas de esas fuerzas combinadas, se basa el Sistema de Ciencia e Innovación en la gestión de Gobierno.
Creemos firmemente en la capacidad revolucionadora y transformadora de la mente humana para hacer realidad los sueños más grandes. Es una de las enseñanzas de Fidel que podemos practicar en todos los ámbitos hoy porque antes hubo una revolución en la educación, en la ciencia e incluso en las políticas de desarrollo de la mujer, que hoy es mayoría determinante en los avances que describimos.
Por supuesto que esta es también la Revolución que ha garantizado el derecho de todo el pueblo al deporte, y las condiciones sociales radicalmente nuevas en que se desenvuelve la educación física y la actividad deportiva, así como su masividad, han permitido obtener importantes éxitos y ocupar los primeros lugares en numerosos certámenes a nivel internacional, a pesar del número relativamente pequeño de la población cubana.
Nuestra cultura, reconocida internacionalmente en sus diversas manifestaciones, está al servicio del pueblo, eliminando el carácter elitista de otras épocas para desarrollar a plenitud lo más auténtico de la cultura nacional junto a los continuos aportes de la cultura universal.
Se ha desarrollado el proceso de industrialización, se incrementó la generación de electricidad, se han construido más carreteras y caminos que en toda la historia anterior del país.
Esta es la Revolución que ganó las libertades democráticas para todos los trabajadores al poner en sus manos la propiedad de los medios fundamentales de producción, lo que se manifiesta en la participación popular creciente en la gestión económica y en la toma de decisiones en las cuestiones del desarrollo económico-social del país.
Esta es la Revolución que liquidó el orden jurídico burgués para establecer un nuevo derecho, basado en la legalidad socialista, refrendado por la participación activa del pueblo en la elaboración y discusión de leyes. Y la que a lo largo de los años ha fortalecido y perfeccionado el nuevo Estado socialista y establece sus órganos de Poder Popular acordes con los intereses del pueblo trabajador.
Todo lo que he listado y mucho más es obra de la Revolución, que ha logrado sobrevivir a una política de persecución, acoso y desgaste, de guerra económica que antes fue guerra militar también, porque ha desarrollado, sin descuidarla jamás, la capacidad defensiva de sus gloriosas Fuerzas Armadas Revolucionarias y mantiene alertas sus órganos de Seguridad del Estado y Orden Interior para aplastar todo asomo de agresión imperialista.
Esta es la Revolución que creó y practica una política internacional independiente –lo que todavía es un sueño para naciones de similar desarrollo–; una política internacional independiente, de amistad fraternal, en estrecha colaboración con la mayoría de los países del mundo, de acuerdo con los principios del internacionalismo socialista; la integración con los países de América Latina y del Caribe; la amistad entrañable con los pueblos de Asia, y de cooperación con todos los países que respetan nuestra soberanía nacional.
En esa política ocupa un lugar central la relación con los pueblos de África, donde varios de los mejores hijos de la Revolución han escrito incontables páginas de heroísmo junto a sus compañeros de arma africanos, que consolidaron la independencia de Angola, otras naciones africanas y fueron determinantes para el fin del apartheid.
Si la contrarrevolución de origen cubano, financiada, armada y entrenada por la CIA, no ha podido vencer a Cuba en ningún terreno, a lo largo de estos años, esa es la obra de la Revolución en sus organismos y órganos de inteligencia y defensa de la Seguridad del Estado. Y esa es una de las mayores razones por la que hemos derrotado tantas veces al poderoso enemigo de la pequeña Cuba, en lo político, lo económico, lo ideológico y lo militar, convirtiendo al socialismo cubano en un hecho histórico irreversible.
Con genuinas organizaciones de masas y todas las vías posibles abiertas a la participación en el proceso revolucionario, se ha forjado la sagrada y esencial unidad de los revolucionarios dentro del Partido Comunista de Cuba y en torno a él.
Esta es la Revolución, un hecho fundamental, a veces indescriptible, que nos trasciende a todos en todos los órdenes, pero al mismo tiempo nos incluye en lo individual y lo colectivo, porque la Revolución somos todos, más allá de lo mucho que ha representado la Revolución en el orden material, aunque algunos lo olviden en la intensidad de las carencias actuales.
Es una alta conciencia política en la mayoría del pueblo, que siente profundamente a la Revolución, que la comprende, que entiende las dificultades y los errores y lucha por vencerlos; que no ha perdido el entusiasmo revolucionario y que está impregnado de un extraordinario sentimiento internacionalista.
La Revolución es el camino a un hombre y una mujer nuevos al proclamar y garantizar los derechos a la igualdad social de la mujer, creando premisas para su liberación total y trazando la política adecuada para alcanzar plenamente ese objetivo, al proponerse el desarrollo feliz de la niñez y favorecer las mayores posibilidades de crecimiento material y espiritual para la juventud. Velando siempre porque desaparezcan definitivamente todas las expresiones prácticas o solapadas de discriminación o exclusión por el color de la piel, orientación sexual o prejuicios incompatibles con la condición humana.
Sé bien que no agoto con estas palabras la reseña mínima de la obra de los 65 años transcurridos. Quedan muchas batallas por contar, muchos méritos que destacar, incontables proezas que quizás jamás conoceremos. En una Revolución bajo asedio perpetuo, el silencio también es un arma, y la modestia una escuela.
Los hacedores principales de esta colosal obra, los que la han traído invicta hacia nosotros, merecen el mayor de los reconocimientos, que será, sin duda, ver que las generaciones siguientes son leales a la historia.
Cuando hacemos el recuento, aunque sea mínimo, de lo logrado en condiciones de bloqueo genocida, siempre resistiendo y superando adversidades, siempre creciendo moral y dignamente, pero con mil sueños detenidos y con infinitas aspiraciones postergadas, salta entonces una pregunta: ¿cuánto más inmensa sería la obra sin ese cerco atroz bloqueándonos?
La mayoría del pueblo cubano sabe que solo la unidad en torno al Partido y la Revolución permitirá preservar la nación cubana y las conquistas económico-sociales. Esa certeza y la llegada del año 66 de la Revolución dan fuerzas que nos oxigenarán en el avance hacia nuevas y desafiantes metas.
La entrega absoluta de los próceres y sus continuadores de la Generación del Centenario a la causa de la libertad de los cubanos y la independencia definitiva de la patria siguen calando profundamente en la juventud cubana de esta época, en los muchos que están aquí y también en la mayoría de los que se van.
Nuestros jóvenes siguen poniendo el pecho a las balas de la guerra económica y están haciendo cosas admirables, convencidos de que sí se puede derrotar a un mismo tiempo la agresión externa y los frenos internos.
Este es un día de hondo significado para la nación, que tradicionalmente dedicamos a celebrar, como lo haría Camilo Cienfuegos, con la alegría ganada en el sacrificio, la suerte de seguir unidos y leales a esa herencia de valor supremo.
Hoy estamos convocados a salvar la dignidad del futuro, evitando el error y empeñados en el acierto, con todas las armas de la inteligencia humana que distinguen al cubano y el máximo esfuerzo, que todavía falta, puestos en función de resultados positivos inmediatos, conscientes de que lo que hagamos tarde ya no será útil.
Me atrevo a decir, en nombre de todos los que tenemos la responsabilidad de lograrlo, que asumimos el compromiso conscientes del riesgo que supone enfrentar cualquier cambio o transformación económica y social en un país bloqueado con saña y en un contexto internacional minado por la incertidumbre, la injusticia, el abuso y la indiferencia de los poderosos.
No nos cansaremos de demandar el levantamiento del bloqueo y el fin de la guerra económica. Es un derecho legítimo enfrentarnos al hostil y arbitrario orden económico internacional en igualdad de condiciones con el resto de las naciones, sin acoso ni persecución financiera. Y a quienes dicen que lo usamos como pretexto para nuestra ineficiencia, una vez más les decimos: quítennos el pretexto.
Con las manos y los pies atados no se vale. Juego limpio, señores imperialistas, y vamos a ver quién gana.
Pero si prefieren ser condenados por la historia a cuenta de ese crimen de lesa humanidad que es pretender la rendición de un país por hambre y necesidad, si no quitan el bloqueo, Cuba encontrará el modo de resolverlo.
Este país cuenta con dignidad, talento y voluntad suficientes para levantarse con sus propios esfuerzos por encima del cerco y saltarlo. No será en un día, ¡pero lo haremos!
La prepotencia imperial, que ha convertido su política arbitraria de sanciones unilaterales en una especie de epidemia global, será derrotada más temprano que tarde, con la articulación de fuerzas y esfuerzos de otros pueblos y gobiernos injusta e irracionalmente condenados como el cubano por no aceptar sus imposiciones y designios.
A diferencia del imperio estadounidense, cada vez más desmoralizado por sus pretensiones hegemónicas, Cuba es respetada y admirada en el mundo por su permanente disposición a la cooperación, la solidaridad, el intercambio justo, todo lo que la humanidad necesita hoy para revertir las peligrosas tendencias a su desaparición como especie.
Compatriotas:
Queda mucho por decir, pero queda más aún por hacer. Ante la hermosa bandera que cada 1ro. de enero nos trae augurios de cómo será el año que empieza, traemos el compromiso de trabajar sin descanso para que siga ondeando con fuerza la voluntad de hacerlo mejor.
Ante la piedra que guarda las sagradas cenizas de Fidel; ante el General de Ejército y líder de la Revolución, Raúl Castro Ruz; ante la Generación Histórica, que sigue de pie a nuestro lado; ante la memoria de todos los que cayeron o vencieron combatiendo por la definitiva independencia de Cuba y le ganaron a Santiago de Cuba el título honorífico de Ciudad Héroe, ratifiquemos el compromiso de cambiar todo lo que tenga que ser cambiado, sin renunciar a un solo principio de la Revolución.
Cubanas y cubanos:
Los mambises seguirán entrando en Santiago.
Como Raúl en el aniversario 60, hoy podemos expresar que después de 65 años de lucha, sacrificio y victorias, vivimos en un país libre, soberano y justo.
¡Viva por siempre la Revolución Cubana! (Exclamaciones de: “¡Viva!”)
¡Patria o Muerte!
¡Socialismo o Muerte!
¡Venceremos!
(Versiones Taquigráficas - Presidencia de la República)