Maria Teresa Vera: un pedazo de alma en nuestra música

بقلم: María Candela
2024-02-06 18:54:09

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María Teresa Vera y Lorenzo Hierrezuelo.

Por Alejandro Lóriga Santos

Es inmenso el legado de la trova que se cultivó en Cuba allá por la segunda mitad del pasado siglo. Nombres como Sindo Garay, Alberto Villalón, José Pepe Sánchez y Manuel Corona, que apenas sin estudiar las técnicas de la música, alcanzaron poner en alto su talento y recibir a cambio la admiración del pueblo.

En medio de ese contexto, de no pocas luces para el arte cubano y en el que se decidió declarar aquella revolución musical como “Movimiento de la trova”, los "cantadores" adornaban la ciudad, además, con boleros, habaneras, claves, bambucos y otros estilos con los que abrazaron la “canción de oro". Bajo tales despertares nació el 6 de febrero de 1895 en Guanajay, entonces provincia de Pinar del Río (hoy Artemisa) la cantante y compositora María Teresa Vera.

La Gran Dama de la Trova Cubana fue una de las figuras más importantes de la música iberoamericana, incluso de las pocas mujeres que en su momento se dedicaban a cantar.

Alcanzó grabar en su voz cerca de 200 canciones en 50 intensos años de carrera artística; temas inolvidables como "Veinte años", "Boda Negra", "Longina", "Porque me siento tan triste", entre otras tantas reconocidas.

La madre de María Teresa Vera, Rita Vera, era de una generación de esclavos radicados en el occidente del país, pero fue liberta. Se dice que Los Vera fueron quienes la enseñaron a leer y escribir. Sin embargo, la descendencia paterna de María Teresa queda aún difusa pues en algunos libros y estudios de la época, se asocia a un romance de su progenitora con un militar español cuyo nombre era Urbano González.

Los primeros años de María transcurrieron en el seno de una familia acomodada: los Aramburu. Ellos le permitieron la posibilidad de aprender letras, números y un sin fin de enseñanzas en una escuela privada de Guanajay hasta sus cinco años. Jorge Calderón, considerado el biógrafo de esta destacada personalidad de la cultura, asume que “su nivel de instrucción no fue más allá de la enseñanza elemental o primaria”.

Al poco tiempo ella junto a su familia se trasladan a La Habana a comenzar una nueva etapa en sus vidas pues España frustraba sus anhelos en el país, y Estados Unidos se imponía con varias transformaciones en lo económico, político y social. Residen entonces en un solar de la urbe capitalina pero la música, pese a las circunstancias vividas por la clase social a la que pertenecía, se mantenía intacta y cada vez eran más los deseos de conquistar lugares para compartir su talento.

A principios del pasado siglo María Teresa debuta con "Mercedes" una habanera de Manuel Corona. Después aprendió a tocar la guitarra gracias a José Díaz (Joseíto o El Negro como le decía la familia) quien puso por primera vez en sus manos este inseparable instrumento, aunque ella misma reconoció que Corona también la enseñó a unir voz y guitarra.
Todavía se recuerdan la admiración que alcanzó durante su primera presentación en en el teatro Politeama Grande de la Manzana de Gómez, con las notas de la canción que decía "(...) Por ella canto y lloro / por ella siento amor, / por ti, Merced querida, / que extingues mi dolor (...)". Parecían no detenerse los aplausos de un público que amó desde el principio la hermosa voz de la guanajayense, y le obligó a cantar seis canciones más aquel día.

Después vinieron las presentaciones y glorias con la que nos devuelven su historia en el presente. La habanera "Veinte años" compuesta por Guillermina Aramburu, la más popular y difundida, narra la dolorosa experiencia de su creadora abandonada por su esposo. Aramburu le pidió que guardará en silencio quién la había escrito, María Teresa cumplió, pero con el paso de los años y de la fama, el secreto fue develado.

Esta canción ha sido versionada por reconocidos interpretes dentro y fuera de Cuba en los últimos tiempos. Uno de los homenajes más hermosos lo hicieron los hermanos franceses Isaac y Nora, quienes regalaron a la música universal una versión que nos recuerda la inmensidad de la trova... de María Teresa Vera.

Cada año, justo frente a su hogar de nacimiento, personalidades de la cultura y la población en general se congregan para recordarla con sobrado orgullo. Aunque no son pocas las deudas y las aspiraciones en su tierra natal, se mantiene viva entre la cotidianidad del presente: en su parque, teatro… desandando las calles de la Atenas de Occidente. Ella es motivo y homenaje, dulzura en cada cuerda que desprende hacia el mañana, los sonidos de su impronta y su distinción.  

 



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