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Por: Fernando M. García Bielsa
El primer debate presidencial auspiciado por la CNN en Atlanta el jueves 27 de junio fue desastroso para las aspiraciones presidenciales electorales del Partido Demócrata y en particular para el presidente Joe Biden.
Biden, próximo ya a sus 82 años, apareció inseguro, interrumpiendo a ratos el hilo de su pensamiento y con frases poco claras o inconclusas. Esta solo fue la última entre muchas otras ocasiones similares. Se incrementan las dudas sobre su avanzada edad, sus capacidades para asumir un nuevo mandato o, incluso, que pueda derrotar a Donald Trump en las presidenciales.
La campaña de reelección del Presidente hace aguas y se complica aún más por las desavenencias y cuestionamientos que se han generado en las filas partidistas. No hay claridad sobre el camino a seguir para el partido. Los legisladores debaten qué opción sería peor para sus perspectivas en noviembre: quedarse con Biden o nominar a un reemplazo como candidato presidencial. El ambiente entre los propios analistas estadounidenses es de incertidumbre. Mientras, la claque política opera desde trasfondos en madrigueras impenetrables y lo que aflora públicamente en la política de Estados Unidos es siempre como un circo bien manipulado.
En estas líneas parto de una hipótesis: que en los próximos días o semanas Biden, quien hasta ahora se resiste a ello, se verá forzado a renunciar a su postulación presidencial y que las fuerzas que internamente dominan el Partido Demócrata lograrán presentar un candidato alternativo o propiciar el cotejo entre unas pocas de las figuras mejor situadas para integrar la boleta presidencial, que será definida mediante votación de los 4 700 delegados a la Convención Nacional a efectuarse en Chicago entre el 19 y el 22 de agosto.
Falta apenas algo más de un mes para ese evento y tienen que moverse rápido, con el respaldo de todo el peso de la élite del poder. Deberán montar un proceso con cierta transparencia y presentar un candidato que sea visto como legítimo. Se afirma que dentro del Partido Demócrata son las facciones de los ex presidentes Barack Obama y Bill Clinton las que tienen el mayor control. Las acciones que emprenden pueden concretarse en diversas direcciones.
Desde los primeros días posteriores al debate, desde la Casa Blanca, el propio Presidente y algunas figuras relevantes se esmeran insistentemente en negar que Biden haya perdido facultades o se vaya a bajar de su candidatura. Por otra parte, en las filas del Partido Demócrata y en un creciente número de pronunciamientos públicos, se evidencia cierta frustración y carencia de un consenso, aunque resulta claro que es muy extendido el criterio en favor de que sea sustituido por otra figura con mayores posibilidades.
En las bases se ha activado la campaña #PassTheTorch, que le pide abandonar la nominación. Importantes donantes a la campaña anunciaron planes de retener o redirigir sus aportes. Algunos de ellos han creado un fondo denominado Comité de Acción Política “Nueva Generación” y pretenden recaudar $100 millones de dólares para apoyar al candidato de reemplazo.
La acusación lanzada a la defensiva por el presidente Biden de que los críticos demócratas de la “élite” no están en sintonía con su partido, parece haber provocado al consejo editorial del New York Times, que está redoblando su llamado posterior al debate para que Biden abandone la carrera presidencial.
Estimo probable que, entre fines de julio y comienzos de agosto, o en la propia convención, el presidente Biden – ahora muy reacio a abandonar la lid – anuncie de alguna manera que “por el bien del país” hace dejación de su pretensión de reelegirse. En el ínterin (y con bastante probabilidad en estos mismos momentos) se estaría negociando internamente entre facciones de más peso quien sería su reemplazo. Idealmente cierto consenso deberá lograrse antes del anuncio de la dimisión de Biden. En cualquier caso, el proceso de selección y designación de un sustituto no involucrará al público, salvo como espectadores.
No creo que las fuerzas oligárquicas que cuentan en este asunto puedan, ni que a muchos les interese, enmendar una imagen de Biden que ahora confirma y generaliza las dudas y cuestionamientos. No es fácil para el partido alterar el proceso previsto, pero no es imposible presentar una fórmula presidencial atractiva. Tendrían unos dos meses y medio para impulsar una gran campaña de recaudación de fondos y encumbrar a quien nominen candidato demócrata en lugar de Biden, lo cual no sería una tarea extraordinariamente difícil pues los Medios y el dinero harían su papel.
Pero no hay una certeza de que ese recambio vaya realmente a ocurrir. ¿Podría Biden seguir negándose a colaborar? También hay incertidumbre sobre cuanta variación en la contienda electoral pueda aportar la situación judicial de su rival Trump.
En cuanto a una figura como posible reemplazo para Biden sería demasiada especulación precisar nombres.
No obstante, hay personalidades que han sido mencionadas repetidamente. Será complicado saltarse y dejar fuera para encabezar el ticket, a la Kamala Harris, de 59 años, por ser la vicepresidenta, además de mujer y negra, pero el problema es que ella es tan impopular como Biden. A juzgar por algunos sondeos, el desgaste del gobierno habría pasado más factura a Harris que al presidente.
Entre los otros nombres que más se destacan - y por solo nombrar algunos - están el muy mencionado Gavin Newsom, de 56 años, gobernador de California, ex alcalde de San Francisco y hábil polemista; la popular ex primera dama Michele Obama, 60 años, abogada y escritora, quien desde hace tiempo es una figura nacional conocida. También se han referido a Pete Butiglieg, de 42 años, ex alcalde y actual ministro de transporte quien hizo buen papel en las primarias presidenciales de 2020, y Gretchen Whitmer, de 52 años, gobernadora de Michigan y ex congresista, quien destaca por tener más experiencia y un perfil más nacional que muchos otros gobernadores demócratas en ascenso.
Prematuras encuestas sobre la competitividad de estas y otras figuras que ahora se proyectan las colocan de momento en ligera desventaja, a cada una de ellas, respecto al ex presidente Trump, quien con casi total seguridad será el candidato presidencial del Partido Republicano.
En un artículo publicado en el influyente boletín digital “Politico” en días pasados, el exconsejero jurídico del expresidente Barack Obama, Gregory B. Craig, refuta a quienes afirman que sustituir a Biden es imposible o que provocaría el caos en la Convención Demócrata y conllevaría a la victoria de Trump. Aunque efectivamente es riesgoso sustituir Biden a estas alturas, Craig considera que los líderes del partido podrían establecer fácilmente un sistema transparente y ordenado, y asegura que sí, que hay opciones viables para que otra persona obtenga la nominación presidencial del Partido Demócrata y con capacidad para triunfar en noviembre.
Otra variante fue apuntada por el influyente representante demócrata Jim Clyburn, de Carolina del Sur, cuyo respaldo a Joe Biden fue fundamental para que este se impusiera en las primarias y para su victoria en 2020. Aunque ratificó su “apoyo pleno” al presidente, Clyburn dijo que, de necesitarse un reemplazo, esperaría ver una “mini primaria” antes de la Convención para escoger entre varios posibles candidatos. Otros han propuesto que, para considerarlas, esas figuras deberían tener el respaldo de cierto número de integrantes del Comité Nacional Demócrata.
La Convención del Partido será la encargada de aprobar por mayoría el dúo de candidatos para presidente y su vice. Un porcentaje muy alto de los delegados electos durante las elecciones primarias en los estados arribarán a la Convención bajo el compromiso formal de respaldar la nominación de Biden, quien se presentó en las mismas casi sin oposición. En una convención normal este tendría ya garantizada su nominación. Si Biden se retira ahora, después de tener claramente los votos para ello, será algo sin precedentes desde que las elecciones primarias se volvieron dominantes.
Si por razones extraordinarias Biden renuncia a su candidatura (como creo que se verá obligado a hacer), deberá también dejar libres de ese compromiso a sus delegados a la hora de votar.
Aunque las convenciones nacionales de los partidos en Estados Unidos la mayoría de las veces son eventos ceremoniales, esta sería de las que denominan convención impugnada o abierta (brokered convention)[1], sin que deje de ser un evento bastante orquestado. Allí la nominación puede definirse en la primera votación o después de muchas de ellas dependiendo de cuán divididas lleguen a la Convención las facciones del Partido, o de cuan efectiva haya sido la negociación previa y el consenso entre los jerarcas demócratas.
Idealmente el sustituto (o sustituta) de Biden sería apoyado con bombos y platillos en la Convención y por el Comité Nacional Demócrata, Asimismo las principales figuras del Partido aparecerían unidas en torno a la nueva candidatura presidencial. Todo eso estaría respaldado con gran cobertura en los medios de difusión con la intención de impulsar su proyección como figura nacional para las restantes 10 semanas que median entre el 22 de agosto y el martes 5 de noviembre, día de las elecciones.
Es un mundo lo que puede ocurrir en ese lapso. Además, en definitiva, el electorado demócrata y buena parte de los votantes independientes deben verse compelidos a movilizarse hacia las urnas y votar por su candidato impulsados por el temor de una victoria de Trump.