La alerta surge desde el momento de la producción de los aparatos en los cuales se utiliza petróleo para el plástico, minerales como el oro y la plata, estaño para los circuitos, así como ácidos y bases para la fabricación de las pilas.

La afectación más directa es al momento de desecharlos sobre todo cuando está comprobado que los usuarios, en los países más desarrollados, conservan en promedio sus móviles durante 18 meses y dos años.

Otro de los factores negativos es el alto consumo de energía, necesaria no solo para recargar la batería sino también para enviar los mensajes de textos y transmitir los datos a través de las redes de servicios inalámbricos.

Para paliar el impacto ambiental en muchos países se aplican estrategias que promueven la reparación, reutilización, redistribución, readaptación y correcto reciclado de estos dispositivos.

Igualmente proponen vencer la obsolescencia simbólica, la cual propicia el cambio de teléfono por modernidad sin ser necesario en la mayoría de los casos, o comprar modelos amigables con el medio ambiente fabricados por varias empresas.

Al desechar un celular hay que tener en cuenta el reciclado controlado, ya que estos aparatos están repletos de elementos altamente contaminantes que en su origen agravan además la extracción de recursos naturales escasos.