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Por si fueran poco las guerras locales, los ataques de grupos islamistas, la corrupción, el subdesarrollo y las secuelas del colonialismo, África está amenazada hoy por una plaga capaz de amenazar la vida en varios países.
La irrupción en el continente de la indeseada visita anual de enjambres de Acnur, en esta ocasión, y alentados por vientos extremos y lluvias portentosas se ciernen sobre zonas áridas del norte y el este de África, el Levante y el sur de Asia a cuyos habitantes amenazan con la hambruna.
Cálculos científicos estiman que un enjambre de langostas de un kilómetro cuadrado contiene 80 millones de individuos los cuales son capaces de consumir en un día suficientes cultivos para alimentar a 35 mil personas.
Esa voracidad, sumada a la intensidad del ansia procreadora del insecto hizo que la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura los calificara de “la plaga migratoria más destructiva del mundo”.
Lo peor es que “la creciente frecuencia de eventos meteorológicos extremos derivados del cambio climático añade falta de capacidad para predecir las invasiones de la plaga”, según el estudio del profesor Xiaogang He, de la Universidad de Singapur, publicado días atrás en la revista especializada Science Advances y conocido aquí.
El análisis, según los autores, aborda el aspecto sombrío de la crisis y busca “ayudar a los países a entender y enfrentar los impactos de las variaciones en la dinámica de las langostas en particular en el contexto de sus repercusiones en la productividad agrícola y la seguridad alimentaria”.
Esa perspectiva es limitada pues se abstiene de abordar el aspecto logístico de la defensa contra los aunque diminutos destructivos invasores: insecticidas, aviones para atomizarlos sobre los enjambres y personal calificado, tal vez el flanco decisivo, pero el más débil en el cual a los interesados les va la vida. (Tomado de Prensa Latina).