La Habana, 16 jun (Infobae) No canta el himno con fervor. No grita, no hace aspavientos, no da indicaciones para las cámaras; cuanto mucho deja entrever su malestar con una mueca de fastidio, para advertir con lupa, o con un seguimiento minucioso de sus movimientos. Juega solo su cofradía.
Mucho se ha dicho y escrito sobre Lionel Messi en sus 13 años con la camiseta de la Selección Mayor. Sin embargo, el astro rosarino ejerce su liderazgo desde un modo diferente al que suele observarse en el fútbol argentino, sin el rebenque del caudillo. Desde el silencio. O tras bambalinas.
Tal vez, su reclamo más grandilocuente se vio en la Copa América 2016, cuando con un posteo en Instagram junto al Kun Agüero, denunció la desorganización en una AFA envuelta en un difícil clima político. Posteriormente a la final frente a Chile, renunció a la celeste y blanca, pero inmediatamente aceptó ser reincorporado cuando Edgardo Bauza asumió la dirección técnico y viajó a Barcelona para seducirlo.
Después, su liderazgo parte desde el juego. Desde la contundencia de su figura. No reluce por sus arengas puertas adentro; muchas veces es Javier Mascherano, quien lo conoce en profundidad y por carácter asume el rol de comunicador, es el que oficia como su voz, o el ejecutor de lo que quiere transmitir.
Las arengas justas
Es verdad que, con el paso de los años, por el peso de su estrella, fue haciendo carne la cinta de capitán a la hora de aguijonear al grupo. Como en el tiempo extra de la semifinal del Mundial 2014, cuando tomó la palabra y motivó a su compañero de habitación, Sergio Agüero.
"Yo venía mal por la lesión. Y ahí nomás dijo: 'Yo quiero decir algo'. Y me dijo adelante de todos que me dé cuenta el jugador que soy, que le dé para adelante. Que soy muy bueno, que soy el mejor", confesó el punta.
Otra oportunidad en la que puso el cuerpo fue luego del doloroso 1-6 contra España. Messi no pudo jugar por lesión. De todos modos, minutos antes de la finalización de la paliza bajó al vestuario y encaró a sus compañeros para masajearles el espíritu: "Levanten la cabeza, esto lo sacamos entre todos".
Son ejemplos que se hicieron públicos. Pero cuando se cierra la puerta del túnel, aparecen los otros; los invisibles. Los que lo devuelven al pibe que creció pateando la pelota en Grandoli o en Newell's; no la figura global de Barcelona que se multiplica en las camisetas de los niños del mundo.
Principio de igualdad
A los 30 años, Messi es uno más. Los empresarios que se acercan a la AFA para negociar los amistosos de la Selección siempre incluyen una cláusula que proporciona un plus en el caché si la Pulga participa del mismo. A su vez, le ofrecen trato diferencial.
Y si no son los propios organizadores de los eventos, son los gerentes de los hoteles los que le ofrecen la habitación más lujosa, o la suite presidencial, para que repose en soledad. Sin embargo, Messi siempre lo rechazó.
Su postura es clara: no quiere preferencias respecto de sus compañeros. Hoy está cómodo, una vez más, codo a codo con el Kun Agüero, durante el grueso de la concentración, en la habitación de Bronnitsy, observando la bajada de línea que lo impulsa desde la pared: "Sean eternos los laureles".
Lo mío es lo tuyo
Dicho quedó, así como muchas veces hay un extra para la Selección por presentar a Messi en los amistosos, a veces también hay un "reconocimiento" para el propio delantero de Barcelona.
De todas maneras, apenas si ese dinero pasa por sus manos: lo reparte equitativamente entre sus compañeros, como complemento del premio. Capitán, también en las cuentas.
Juegan todos, con o sin botines
La familia de la Selección, para Messi, no sólo esta constituida por los futbolistas. Marcelo D'Andrea, fisioterapeuta, es su amigo y confesor. Con el equipo de utileros, encabezado por Marito Destéfano, es un eslabón más de la ronda de mates.
A mediados de 2016, con la AFA en plena ebullición, muchos empleados del complejo de Ezeiza estaban al día con sus haberes, pero acumulaban varios meses de deuda de las horas extra, que representaban un porcentaje muy importante en sus ingresos. Y Messi, en la previa de la Copa América, se preocupó por la situación y hasta ofreció ayudar a los más complicados.
No se trató de una novedad. En 2013, el "regalo" fue masivo. Gestionó la compra de heladeras, lavarropas, televisores y cuatro motos. Y realizo un sorteo que revolucionó Ezeiza, del que participaron todos los empleados, incluyendo los de limpieza y maestranza.
Quiero retruco
Entre ellos, Messi deja de ser Messi. O mueve sus influencias, el poder de su nombre, pero con intenciones inocentes. Por ejemplo, "arreglar" el sorteo del torneo de truco, "delito" del que los acusó Omar Souto (gerente de Selecciones) a Leo y a Kun, para enfrentarse en el primer duelo del certamen interno a Diego, el cocinero, y David, mozo histórico y una especie de "papá" para muchos jugadores.
Gestos del otro Messi, del que lleva las riendas del grupo como dialogan sus botines con la pelota. Jugando. En silencio.