La Habana, 19 nov (JIT) Trascender más allá de su tiempo y ser considerado uno de los genios imprescindibles del ajedrez mundial es el principal legado del cubano José Raúl Capablanca, un adelantado a su época y único latinoamericano que se ha ceñido la corona absoluta del juego ciencia.
A 130 años de su natalicio –que se cumplen este 19 de noviembre– Capablanca es más que nunca referencia para todos los que se adentran en el fascinante mundo de los trebejos. Sus contemporáneos intentaron comprender la sencillez de sus razonamientos, y quienes llegaron después le estudian entre admirados y sorprendidos por su profunda intuición.
Nacido en la Catillo del Príncipe de La Habana en 1888, dicen que movió sus primeras piezas con solo cuatro años, con apenas 11 ya se coronó campeón de la Isla y muy poco después comenzó a ganar partidas internacionales en Estados Unidos, primer país en el que enseñó su talento.
El prestigioso torneo de San Sebastián, en España, en 1911 le catapultó a la fama. Fue luego de su inesperado triunfo allí que su nombre comenzó a figurar entre los que hablaban de posibles próximos campeones mundiales.
Las profecías se hicieron realidad y en 1921 Capablanca se inscribía como tercer monarca de la historia luego de derrotar en su propia Habana al alemán Emmanuel Lasker, un hombre que había ostentado el cetro durante 27 años.
El reinado del cubano duró hasta 1927 cuando el ruso-francés Alexander Alekhine le destronó con una nueva concepción del juego, una preparación teórica que superó la intuición de su rival.
Capablanca fue sobre todas las cosas un adelantado a su tiempo, dueño de una brillantez y genialidad natural que poco han podido experimentar, su riqueza mayor era que hacía parecer fácil la compresión de cualquier posición por difícil que pareciera.
Se mantuvo invicto por más de ocho años, le han descrito como poseedor de un juego fresco e interesante, y de colosal superioridad sobre sus contemporáneos, que no podías descubrir sus “pequeños” defectos en medio de la partida.
Fuera de los tableros también hizo historia. Comparado con un galán de cine fue centro de atención para las mujeres de su época, elegante, de muy buen vestir y maneras refinadas, poseedor de una cultura excepcional, reafirmada por su trabajo como embajador cubano, contrastó con el modelo de los ajedrecistas más importantes.
La mayoría de estos no se preocupaba por su apariencia, vivían inmersos en su mundo de ensueños dedicados solo al juego de las 64 casillas, sin embargo Capablanca demostró que se podía ser diferente y logró brillar en ambos aspectos.
Aunque nunca recibió el derecho a la revancha por el título mundial, consiguió varios de sus mejores resultados incluso cuando ya no poseía la corona. Uno de ellos fue la medalla de oro como primer tablero en la Olimpiada Mundial de 1939, incluso con el propio Alekhine también en esa cita.
En Cuba su legado es guía para todos los que se entregan a este deporte, nadie concibe convertirse en Maestro sin conocer su obra. Inspirados en su manera de interpretar el ajedrez se han formado muchas generaciones de un movimiento que muestra orgulloso sus más de 25 Grandes Maestros y varias medallas olímpicas.
Tomado de Jit