Kinshasa, 12 oct (RHC) A 125 ascendió el número de personas fallecidas por ébola al sumarse otros tres en la ciudad de Beni, en el noreste de la República Democrática del Congo.

El Ministerio de Salud de la nación africana informó que a falta de dos días para el completamiento de la semana, esta es la más mortífera desde que la epidemia se desató en la localidad rural de Mangina, el primero de agosto, pues de domingo a jueves ya se contaron 14 fallecidos, la mayoría de ellos en Beni.

Las autoridades comunicaron que el número de contagiados con la fiebre hemorrágica llegó a 200 y de acuerdo con el conteo de este jueves hubo seis nuevos casos confirmados, mientras la cifra de curados se mantuvo en 53.

El brote actual es el segundo en el año y el más mortífero en una década, por lo cual la Organización Mundial de la Salud teme su propagación por la región con lo que podría vivirse una situación similar a la del occidente africano durante 2014 – 2015.

Altamente infeccioso, el virus del ébola se transmite por el contacto con fluidos de personas y animales infectadas. El hospedero puede ser vivo o muerto.

La tasa de nuevos casos de ébola se duplicó en lo que va de octubre en comparación con todo el mes anterior, cuando se suspendió brevemente la ayuda en el nordeste de la República Democrática del Congo (RDC) por la violencia insurgente, notificaron funcionarios de dependencias de salud.

Según esas fuentes, la mayoría de esos nuevos casos ocurrieron en Beni, donde expertos tuvieron que suspender por varios días el trabajo para contener el ébola tras un ataque rebelde.

En ese contexto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) precisó que 19 trabajadores de salud que contrajeron ébola durante este brote, resultaron infectados fuera de hospitales o clínicas, lo cual significa que el virus se está propagando en la comunidad.

La OMS calificó de muy alto el peligro de propagación de la enfermedad en esa área del oriente de la RDC y señaló que Kivu Norte e Ituri, provincias congoleñas afectadas, están en la frontera con Uganda y Ruanda.

Por su parte, funcionarios de salud afirmaron que ellos están prácticamente trabajando en una zona de guerra, porque en esa región persisten las actividades de varios grupos armados.

“Esta es una señal no solo de que el brote está fuera de control, sino también de que sin la participación integral de la comunidad las cosas podrían ir peor”, expresó Michelle Gayer, directora de emergencias de salud del IRC.