La Habana, 3 sep (RHC) La casa colonial de dos pisos y balcones, número 88 de la calle Prado, es hoy la más alegre de La Habana Vieja. Allí aprendió Martí «todo lo bueno y lo bello» de este mundo y en ese lugar, después de casi tres años de un proceso de restauración, el antiguo colegio San Pablo abre hoy sus puertas a cientos de niños de uniforme blanco y rojo, que estudiarán en los salones que vieron crecer al Apóstol, y donde tendrá lugar el acto nacional por el inicio del curso escolar en Cuba.
Conserva de 1865, el año en que el niño Martí recibía de Rafael María de Mendive clases de historia y poesía, y «sin saber de ciencias mucho, se sentaba a hablarnos de fuerzas en la clase de física», dos columnas de ladrillos muy rojos, una escalera de hierro en forma de caracol con arabescos en cada tramo, un mural, un salón de losas geométricas en el último piso, adornado por algunos de los muebles del siglo XIX que usó Mendive.
En el entonces Colegio de San Pablo, el maestro de Martí «empleó su riqueza, más de una vez, en hermosear a su alrededor la vida».
Con estos recuerdos abre sus puertas la casa «que era toda de ángeles». Hoy, con el nombre de Rafael María de Mendive, la escuela recupera el color blanco de las paredes y persianas, y compartirá su historia con 450 niños de prescolar al sexto grados, de los millones de todas las enseñanzas que comienzan este lunes el curso escolar a lo largo y ancho de la Isla.
Al traspasar el umbral de la entrada, una escultura a tamaño real de Martí y su Maestro recibe a los pioneros. La obra, del escultor José Villa Soberón, muestra a Mendive de barba y traje, como recordara Martí al que iba «siempre vestido de dril blanco».
A su lado, el discípulo adolescente va vestido con un saco y una medallita prendida al pecho. Mira con atención un libro que le muestra Mendive.
Así imaginó el artista la relación de Martí con su maestro, quien descubrió y ayudó a pulir el gran talento del joven, que escribió en su colegio la obra de teatro Abdala, ha contado Villa.
El Maestro y su discípulo, título de la obra de José Villa Soberón, están ubicados en el patio interior de la escuela, que tiene a cada lateral una frase del Apóstol. La luz traspasa cuatro vitrales y llega en colores azules, rojos, naranja, un regalo del artista Ernesto Rancaño que muestra a Martí, la bandera cubana, el sol...
Las 19 aulas de la escuela tienen mesas y sillas de madera, de varios tamaños, según el grado; pizarra, televisor, ventilador, balconcito a la calle Prado o laterales. Adornan las paredes de cada una fragmentos de poemas del libro escrito por Martí para las niñas y los niños La Edad de Oro, en láminas a colores, y el aula recibe el nombre del poema al que le correspondan los versos. Dos milagros es, por ejemplo, una de las salas de primer grado.
La Biblioteca es otra de las áreas que los niños nuevos podrán disfrutar. Conserva la forma original, toda en madera, y los libros se alzan a más de cinco metros del suelo. Para alcanzarlos, tendrán que subir por escaleritas también de madera. En el suelo solo quedarán las mesas para el estudio y la lectura.
El área de recreo, en el último piso, está cubierta por mallas y cercas. Hasta allí llega el olor a mar y se ve la cima de las casas que forman esa otra mitad de La Habana Vieja, extendida hasta la Bahía de La Habana, frente al Morro-Cabaña, vista que era cotidiana para Martí en sus años junto a Mendive.
(Granma)