La Habana, 20 sep (RHC) Un nuevo estudio al que tuvo acceso el programa televisivo Enquête, de Radio Canadá, alega que «agentes neurotóxicos usados en la fumigación con pesticidas» pudieron ser la causa de los problemas de salud que reportaron diplomáticos canadienses mientras estaban acreditados en Cuba.
La investigación científica está encabezada por el Doctor Alon Friedman, del Departamento de Neurociencias y Pediatría Médica de la Universidad de Dalhousie, Canadá.
Durante un encuentro celebrado el pasado mes de julio en La Habana, los investigadores canadienses compartieron su tesis, de forma preliminar, con las autoridades cubanas y el Comité de Expertos que estudia las alegaciones estadounidenses desde hace casi dos años, refiere el periódico Juventud Rebelde.
En un artículo de la cadena de noticias CBC News hace referencia a que existe una correlación entre los individuos más afectados por los síntomas y el número de fumigaciones que se realizaron en sus residencias. La Embajada canadiense en La Habana «pudo haber aplicado insecticidas para combatir mosquitos con una frecuencia hasta cinco veces más de lo usual».
De inmediato, Cubadebate contactó con autoridades del Ministerio de Salud Pública (Minsap) para indagar sobre el uso de insecticidas en el país:
«Para combatir a los mosquitos se han respetado los protocolos establecidos internacionalmente, incluidas las normas de la OMS y la OPS, y los procedimientos establecidos por los fabricantes de estos agentes químicos. No obstante, revisaremos el tema a tenor de las investigaciones que se están conduciendo», respondieron vía correo electrónico.
Los resultados de la investigación de la Universidad de Dalhousie niegan las teorías infundadas, y no demostradas científicamente, de que se produjeron «ataques» a los diplomáticos con «armas misteriosas».
Esta nueva hipótesis contribuye a esclarecer que las diversas teorías sobre los llamados «fenómenos direccionales» y otros eufemismos sobre supuestos «ataques sónicos» carecen de fundamento.
De manera preliminar, los expertos cubanos consideran que la hipótesis presentada por el equipo canadiense es un intento serio para explicar los síntomas reportados mediante la investigación científica, «aunque es prematuro llegar a conclusiones», comenta el Doctor en Ciencias Mitchell Joseph Valdés-Sosa, director general del Centro de Neurociencias de Cuba.
Según los científicos de la Universidad de Dalhousie, los resultados de su investigación son interpretados como «daño cerebral causado por exposición sostenida a insecticidas utilizados para el control de plagas». En el encuentro efectuado en julio, el equipo canadiense solicitó realizar investigaciones conjuntas con Cuba para explorar su hipótesis.
Ya se han iniciado intercambios entre los científicos de Canadá y el Comité de Expertos cubano para avanzar a corto plazo en más estudios en nuestro país, informó Valdés-Sosa.
En el estudio canadiense —en el cual intervinieron 15 investigadores principales y sus equipos— participaron 26 individuos, incluido un grupo de control integrado por personas que nunca estuvieron en La Habana.
Aunque el trabajo del equipo investigador de la Universidad de Dalhousie está realizado con rigor científico, los especialistas cubanos consideran que al utilizar una muestra pequeña y heterogénea, resulta difícil llegar a conclusiones definitivas. «No es posible excluir otras explicaciones basadas en patologías muy comunes».
Al respecto, el Doctor Valdés-Sosa señala que los canadienses hicieron las pruebas a un pequeño grupo del personal diplomático que se retiró de La Habana, «no a todos, porque algunos no tenían una justificación médica para examinarlos; algo que también se deduce cuando se realiza un examen cuidadoso de lo que han publicado los propios norteamericanos».
Al revisar en su conjunto los datos públicos sobre los incidentes de salud de diplomáticos canadienses y estadounidenses con estancias en Cuba, queda confirmado que no todos presentan los mismos problemas. De hecho, muchos de los hallazgos positivos en algunos de los estudios podrían estar determinados por subgrupos de personas con cuadros médicos distintos a los demás.
«Desde el primer momento, siempre dijimos que pudieran existir individuos enfermos, pero no por armas sónicas, ni que todos padecieran la misma patología. Por ejemplo, los medios de EE. UU. han hablado mucho de pérdida auditiva, pero en ambos casos, canadienses y norteamericanos, las personas que la presentan son una minoría que se reconoce que la tenían antes de estar en Cuba. Por tanto, eso no es verdad», afirma Valdés-Sosa.
Los canadienses encontraron cambios en imágenes del cerebro que, por cierto, son distintas a lo reportado en el segundo artículo publicado por investigadores estadounidenses en la revista JAMA; ambos textos muy criticados por la comunidad científica internacional.
Evidentemente, «no hay un síndrome de La Habana causado por misteriosas armas, porque todos los afectados tendrían que tener lo mismo y estamos convencidos de que algunos casos presentan síntomas mínimos».
La hipótesis canadiense —subraya Valdés-Sosa—, tiene una diferencia respecto a las matrices que los medios de Estados Unidos han reflejado y el tratamiento que el Gobierno de ese país ha dado al asunto.
«Canadá no dio a conocer el tema hasta haberlo discutido con nosotros y además pidió colaboración. Los estadounidenses investigaron y llegaron a conclusiones que son absurdas, como hemos demostrado.
«Nunca nos hemos reunido con los investigadores de EE. UU. Como parte de una delegación de médicos cubanos invitados por el Departamento de Estado, fuimos a Washington a discutir el tema y no hablamos con los científicos involucrados; quienes nos atendieron jamás habían participado en los estudios a los pacientes».
El neurocientífico recuerda que hay antecedentes en la literatura mundial sobre el hecho de que una exposición sostenida a insecticidas o plaguicidas, aunque sea en dosis bajas, puede producir síntomas de tipo neurosicológicos, lo cual denota que hay alguna alteración en las funciones cerebrales.
Precisamente, el estudio realizado en Canadá examina antecedentes registrados internacionalmente sobre el efecto de esas sustancias, y confirma que de existir una exposición a sustancias químicas, por parte de sus diplomáticos, sería a dosis bajas.
«Esta hipótesis no invoca armas misteriosas que violan las leyes de la física, como hicieron los estadounidenses, que empezaron a hablar de armas sónicas, microondas, ultrasonidos..., dando explicaciones que científicos del mundo entero declararon absurdas», valora Valdés-Sosa.
El estudio canadiense reconoce que los diplomáticos estaban expuestos a «un nivel de fumigación muy intenso» dentro de sus residencias, que no fueron realizadas por las brigadas antivectoriales de Salud Pública.
«En la población cubana nunca hemos detectado esta situación. Nuestro país se adhiere estrictamente a los protocolos internacionales que están normados por la OMS, la OPS y los propios fabricantes que recomiendan cómo usarlos», asevera.
El neurocientífico cubano explica que, de ser acertada la hipótesis, hay dos posibilidades:
«Que ellos pudieran tener una aplicación más intensa de los insecticidas, lo cual causaría algún tipo de afectación, o que existan algunos cubanos en situación similar que no hemos detectado. No descartamos eso. Cuba tiene la voluntad de investigar todo, de examinarlo todo. Vamos a hacer una investigación para verificarlo».
Advierte, sin embargo, que no hay antecedentes a lo largo de los años que se han aplicado los insecticidas en Cuba. «Las personas más expuestas son los trabajadores de la fumigación, quienes rigurosa y regularmente son examinados según los protocolos de Higiene y Salud del Trabajo del Minsap.
«De todas formas, en nuestra investigación seleccionaremos una muestra de ellos y les haremos un examen más completo con pruebas de sangre adicionales e imágenes del cerebro, como hicieron los canadienses».
Cuba está dispuesta a examinar esta hipótesis para buscar la verdad, porque la ciencia se basa en evidencias, agregó.
«Un aspecto que tienen en común todos los casos es que el Gobierno de EE. UU. hizo público que todos sus diplomáticos tenían una enfermedad misteriosa causada por un ataque —puntualizó—. Cuando usted le dice eso a un paciente, todo síntoma nuevo que se le presente lo va a atribuir a ello, porque es una presión sicológica añadida, incluso, en la interpretación de las señales que envía el cuerpo por otras causas».
Valdés-Sosa consideró que aunque el estudio canadiense fue hecho con seriedad, «es muy difícil llegar a conclusiones con tan pocos casos y en las condiciones complejas en las que se hizo la investigación».
«Hemos armado un equipo de trabajo para investigar esta hipótesis, integrado por el Comité de Expertos que venía trabajando el tema —neurólogos, siquiatras, neurofisiólogos—, e invitamos a especialistas en toxicología.
«Ya estamos seleccionando las muestras. Por ejemplo, hay un grupo de fumigadores que vamos a examinar, pues las personas que están en contacto diariamente con los insecticidas deben ser las primeras», aseguró el eminente Doctor en Ciencias.
Este nuevo capítulo en la saga de los supuestos incidentes de salud presentados por personal diplomático en La Habana vuelve a confirmar dos únicos factores en común: la manipulación política y el show mediático alrededor de un arsenal de acusaciones infundadas: calumnias del Gobierno de EE. UU. que, obviamente, responden a una estrategia calculada para desacreditar a Cuba. (Tomado de Cubadebate el 19 septiembre de 2019)
(Juventud Rebelde-Cubadebate)