Por: Jorge Luis Merencio Cautín
El triunfo de la Revolución, el Primero de Enero de 1959, transformó radicalmente las malas condiciones en que vivía la gran mayoría del pueblo cubano, como consecuencia de siglos de dominación foránea y de gobiernos nacionales entreguistas, demagogos y corruptos.
Para Baracoa ese acontecimiento tuvo una connotación especial, por la miseria que padecía esta región, producto de su aislamiento con el resto del país y el abandono de los desgobiernos. Tal era el atraso de esta zona que se le acuñó el sobrenombre de cenicienta de Oriente, que era decir de Cuba.
La Revolución encontró allí condiciones sociales espantosas, como las de un médico por cada 15 000 pobladores, más de 60 niños fallecidos por cada 1 000 nacidos vivos, miles de viviendas en estado deplorable y un alto índice de analfabetismo. Baste significar que solo asistían a la escuela 5 000 de los 14 000 jóvenes en edad escolar.
El Primero de Enero también halló allí una región con elevado desempleo, prácticamente sin industrias, sin comunicación, transporte ni carreteras. Por demás sus atractivos naturales, arquitectónicos, históricos y culturales, reconocidos en buena parte del mundo, no se explotaban para el turismo.
Tamaño agravio este último incluso para el mismísimo Cristóbal Colón, quien el 27 de noviembre de 1492, impactado por las bellezas de Baracoa, escribió en su diario de campaña “… la más hermosa cosa del mundo… Andando por ella fue cosa maravillosa ver las arboledas y frescuras, y el agua clarísima, y las aves…”.
LA OTRA BARACOA
Bañada por el océano Atlántico y varios de los ríos más caudalosos de Cuba, esta urbe alargada y estrecha, como sus calles, vio la luz con la Revolución, que trajo salud y educación a todos los rincones de su abrupta geografía, electricidad segura, acueductos e industrias como las de café, cacao y coco, de chocolate, láctea, cárnica, de alimentos, de artesanías, de materiales de construcción, bebidas y refrescos, procesamiento de madera y en los últimos tiempos, de manera especial, la turística.
La nueva aurora aportó además empleo, viviendas, centros culturales, transporte público e importantes carreteras, como la Vía Mulata, Baracoa-Moa, Baracoa-Maisí y el majestuoso viaducto La Farola, la construcción cumbre de todas las realizadas, por su complejidad y belleza y su trascendencia socioeconómica. Alrededor del 96 % de las personas que entran o salen de la Primada de Cuba y del 80 % de las mercancías, transitan por este importante vial.
Promesa incumplida por varios gobiernos pseudorrepublicanos, La Farola se hizo realidad con la Revolución en apenas 20 meses de trabajo (desde abril de 1964 a diciembre de 1965). Esta maravilla de la ingeniería civil cubana sacó a Baracoa de la incomunicación terrestre y del aislamiento con el resto del país, padecidos durante siglos. Después de la apertura del serpenteante y empinado vial, esta zona comenzó su total transformación para bien.
A este territorio debemos quererlo no solo por sus bellezas naturales, conformadas por la diversidad, abundancia, endemismo y conservación de su flora y su fauna, por sus ríos, playas y paisajes. También debemos amarlo por la preservación de sus valores arquitectónicos y culturales, y por su historia.
Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, como la denominara el conquistador español Diego Velázquez al proclamarla como primera villa de Cuba, aportó a la nación cubana los primeros independentistas y mártires, provenientes de la lucha indígena contra los conquistadores españoles, encabezadas por los caciques Hatuey y Guamá.
La primera villa, capital y obispado del país acogió a Carlos Manuel de Céspedes en su destierro, en 1852. El 23 de diciembre de 1876 el General Antonio Maceo tomó a Sabanilla y el 7 de enero de 1877 atacó a la ciudad de Baracoa logrando como botín de guerra 209 fusiles, 32 000 tiros, 144 machetes, 5 000 raciones y 400 caballos.
Por esa zona desembarcaron célebres expediciones para incorporarse a la Guerra Necesaria, como la de la Goleta Honor por playa Duaba, el primero de abril de 1895, y un año después, por la bahía de Maraví, la encabezada por el Mayor General Calixto García.
Las montañas baracoenses constituyeron un baluarte del Segundo Frente Oriental Frank País y principal escenario de guerra en la zona hasta la liberación definitiva de la ciudad por el Ejército Rebelde, el 27 de diciembre de 1957.