En los siglos XVIII y XIX, y en la primera mitad del XX, los autores de cronologías no incluyeron a Santiago de Cuba entre las ciudades que padecían con frecuencia el impacto de huracanes, reveló hoy en esta capital un experto en la materia.
Por tanto, insinuaban a veces sin proponérselo, que los huracanes eran cosa de interés solo para el occidente del país, comentó en exclusiva a la ACN el profesor Luis Enrique Ramos Guadalupe, un prestigioso investigador de la Academia de Ciencias de Cuba.
A ello debe sumarse que, en términos de amenazas por fenómenos naturales y la posible ocurrencia de desastres, la primera atención de los medios de comunicación se enfocaba hacia los terremotos y no hacia los eventos hidrometeorológicos, señaló.
Dijo que aún en los pocos casos de ciclones tropicales que se citaban sobre el oriente de Cuba, las crónicas referidas a este tipo aluden principalmente a grandes inundaciones y no al efecto del viento, un factor esencial en el dramático impacto del Sandy en 2012.
Una observación que llama la atención, continuó, es que los mapas y esquemas cartográficos adjuntos a algunas de las cronologías antiguas citadas y estudiadas, no contienen ninguna trayectoria que inequívocamente cruce directamente sobre la ciudad de Santiago de Cuba, con lo cual también se avalaba de alguna manera aquellas conclusiones de una falsa inmunidad.
Calificó de curioso el hecho de que los meteorólogos cubanos más reconocidos hasta 1965 no elaboraron reseñas o memorias descriptivas detalladas sobre el impacto de huracanes intensos en la antigua provincia de Oriente, como ocurría con los ciclones que azotaron La Habana.
El asunto contrastaba con las numerosas referencias a los terremotos y la actividad sísmica en el mar Caribe alusivas a Santiago y al oriente del país.
Mencionó también la acendrada creencia, muy potenciada durante la primera mitad del siglo XX, de que las montañas de la Sierra Maestra ofrecían a la ciudad santiaguera una especie de protección natural contra los ciclones.
Al respecto, aclaró que de manera indirecta, la prensa de la época contribuyó de algún modo a difundir esa opinión, que se fue trasladando además de generación en generación.
Tan fijas estaban todas estas ideas que, tras las extensas inundaciones causadas por el paso del huracán Flora en octubre de 1963, muchos campesinos residentes en las actuales provincias de Granma, en el sur de Holguín y en Guantánamo, creían firmemente que las aguas que cubrían los valles procedían de una invasión del mar Caribe y el mar del Norte, subrayó.
Los meteorólogos (científicos o empíricos) que trabajaron en Santiago de Cuba no ignoraron jamás la necesidad de estudiar en profundidad los ciclones tropicales en esta parte del país, continuó.
Una evidencia sobre el particular, especificó, puede ser fácilmente hallada en las numerosas publicaciones del padre Santiago Viña, director del observatorio del antiguo Colegio de Dolores y, en fecha más reciente, en los trabajos del investigador Fernando Boytel, y en los artículos y libros del destacado profesor Pedro Cañas Abril.
Tomado de ACN