Por Dayron Caballero Heredia.
Quien tanto hizo por el bien de Cuba y el mundo, por la paz, el desarrollo, jamás desaparece, porque quien obra de corazón la inmortalidad lo premia con orgullo.
Ese es nuestro comandante Fidel Castro Ruz, con su luz de victoria eternamente viva en el corazón de esta Cuba de la que hizo ara y no pedestal.
Fidel es tan grande de alma que ni la muerte podrá destruir el legado que ayer, hoy y siempre lo ha convertido en un hombre universal, de todos, forjado con el sentir de su Patria.
Ahora reposarán sus cenizas. Me niego a creer que la estrella de su ser se apagará porque su pueblo la mantendrá como savia de cada despertar para esta isla entre mares....su palabra tan fuerte y visionaria es la Revolución misma, una revolución de raíces profundas.
A él, al amigo incondicional, al padre y hermano, compañero de lucha de muchos, sabio político y estadista, al presidente vestido de pueblo, al orador insuperable y conocedor desde la nube hasta la más pequeña raíz, al luchador incansable, al cubano de pura sepa, en vez del adiós le damos las gracias por su firme presencia, por su confianza en el futuro, por el apoyo, la fidelidad, la entrega y el amor.
Gracias y no adiós porque no se despide a alguien como Fidel que nació para la gloria y la eternidad. Por eso gracias comandante, lo quiero mucho.
Como duele su muerte!!!!!!! es cierto; pero yo prefiero quedarme con su imagen en vida, con ese andar cariñoso, popular y sincero entre las personas que tanto amó.
Prefiero quedarme entonces con el recuerdo de su discurso oportuno, con su presencia de líder abogando por nosotros y el bienestar del mundo, con su palabra en las cumbres y eventos en los que creó senderos a favor de los más desprotegidos.
Por usted COMANDANTE es que me siento orgulloso de ser cubano porque soy de esta tierra bendecida con su total dedicación.
Y estoy seguro que muchos cubanos nos sentimos así: orgullosos por haber tenido la presencia de otro padre como usted, padre de esta gran familia que es Cuba.
Ahora lloramos porque es imposible secarle las lágrimas al corazón, pero estoy convencido que de este dolor sacaremos fuerzas comandante para seguir sembrando las semillas de su ejemplo.
Mi sueño siempre fue desde pequeño darle la mano y recibir un abrazo suyo porque lo admiro y aunque no pude lograr ese anhelo llevo conmigo cada momento en que lo vi vencedor, esos también fueron como abrazos porque me hicieron sentir seguro.
