Una mujer sin cabeza y vestida con tules blancos deambulaba por el Salón de los Pasos Perdidos. Afirman que el espectro llegó hasta allí atraído por el diamante, y que no era otra que la Reina de Francia, María Antonieta.
Sin embargo, la mayoría opina que el verdadero fantasma del lugar es Clemente Vázquez Bello, quien fuera presidente del Senado y murió en un atentado. Más allá de mitos y leyendas, el Capitolio de La Habana tiene mucha historia que contar.
Fue el 20 de mayo de 1929, bajo la presidencia de Gerardo Machado —el asno con garras, como le bautizara Rubén Martínez Villena—, que quedó inaugurado el Palacio, realizado bajo la dirección del arquitecto Eugenio Raynieri Piedra y estimado entre los seis más hermosos del mundo.
Muchos lo vieron alzarse, entre asombrados y curiosos, y muchos también pusieron «su granito de arena» en una construcción que se extendió por años.
Artistas renombrados colocaron su impronta; los más lujosos mármoles y bronces colmaron sus espacios, así como un diamante que merece un poco de historia. Con su origen en los zares de Rusia, fue colocado en el Salón de los Pasos Perdidos para marcar el kilómetro cero de la Carretera Central.
Aunque estaba en una urna hermética, fue robado el 25 de marzo de 1946 y reapareció en la mesa del Presidente de la República el 2 de junio de 1947. Como en Las mil y una noches, la joya desapareció y apareció en el más absoluto misterio.
Colmado de fantasías, el Capitolio fue durante muchos años emblema de la ciudad. Los que llegaban de otro lugar de la Isla no dejaban de hacerse una foto delante de su escalinata, prueba irrefutable de la visita a la urbe. Para inmortalizar el momento había carismáticos fotógrafos que, con cámaras de cajón, desafiaban, como la edificación, el paso del tiempo.
Algunos alcanzamos a visitar varios de sus salones: el Museo de Historia Natural y el Planetario. Pero los años fueron haciendo mella en sus instalaciones y el centellador de la cúpula se apagó un día para no volver a iluminar las noches del Paseo de Martí (para muchos aún el Prado habanero).
Inicio de una travesía
"Cuando me dijeron que iba a estar al frente de la obra del Capitolio fue un reto y una sorpresa. Aunque llevo 26 años en la Oficina del Historiador, hacía solo uno que estaba al frente del grupo, y esta es realmente una labor de gran magnitud que, por su trascendencia patrimonial, requiere de un trabajo cuidadoso de cada detalle", expresa en entrevista exclusiva para JR la ingeniera Mariela Mulet Hernández, jefa del grupo de inversiones Prado, de la unidad presupuestada inversionista de la Oficina del Historiador de La Habana.
Mariela se graduó de la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría, Cujae, en 1991. Laboró en la restauración de la Casa de las Tejas Verdes, en Miramar, y del Teatro Martí, entre otras obras, lo cual asegura fue muy importante en su carrera, pero el Capitolio es otra cosa; algo trascendental para todos los que laboramos en él.
"Es una obra muy compleja, con grado de protección uno", dice y ante nuestra cara de "no sé", explica condescendiente:
"Hay que respetar cada detalle, nada se puede cambiar. Entonces comienzan las dificultades, porque debajo de los pisos, detrás de las paredes, están los sistemas que dan vida a la edificación pero, ¿cómo llegar a ellos? Además surge la necesidad de dotarla de nuevas tecnologías de climatización, seguridad, pero sin que queden expuestos porque serían objetos anacrónicos, por lo que es imprescindible enmascararlos".
El inmueble había tenido restauraciones parciales, pero no una de esta envergadura, remarca la ingeniera. "Por ejemplo, la alimentación eléctrica principal tenía el cableado original y tuvimos que retirarlo; era ineludible restaurar los servicios sanitarios y pluviales manteniendo las características arquitectónicas y los elementos decorativos, sin estropear nada, porque todo es patrimonio", detalla.
La conversación con Mariela inicia en uno de los jardines interiores del Palacio, pero la ingeniera insiste en caminar, "porque vamos viendo las cosas".
Así comienza un recorrido que se extendió por más de dos horas entre andamios, latas de pintura, obras restauradas y protegidas por cartones o nailon, que ella muestra con cuidado y orgullo. "Hasta aquí está restaurado, para allá falta, ¿notas la diferencia?", dice señalando el altísimo techo donde varios jóvenes trabajan. Así, poco a poco, cada maravilla retorna a la vida.
A mitad del recorrido el cansancio agota, pero ella sigue «como si nada». Comentamos sobre las largas horas dedicadas al trabajo, y pregunto si ha visto por allí algún fantasma… Sonriente dice que es tanto el empeño y la dedicación que solo siente fatiga cuando llega a su casa.
Y fantasmas… esos los ve todos los días cuando algo no sale bien. Por supuesto que no puede faltar alguna anécdota sobre Eusebio Leal, historiador de La Habana, el ángel bueno pero exigente, que no pierde un detalle del trabajo que allí se realiza.
"Comenzamos diagnosticando el edificio e iniciamos los proyectos con todos los requerimientos que nos solicitaron", recuerda.
"Teníamos que buscar los materiales que, para una restauración así, el 90 por ciento son de importación, y muchas veces se dificulta obtenerlos. Todo fue complicado, pero hemos ido superando esa etapa. Comenzamos por las cubiertas, patios interiores y tratando de resolver todo aquello que podía dañar aún más el edificio". Subiendo por una de las escaleras señala la pared y dice: "Eso que ves son marcas de los murciélagos; todavía andan por acá".
Al preguntarle cuáles fueron los problemas más complejos, asegura que evaluar los sistemas de tuberías para reutilizarlos; hemos tenido que hacer magia —precisa sonriente— y hasta conseguir un aparato con una pequeña cámara para ver el interior de las instalaciones.
El Capitolio tiene esplendorosos salones, elevadores con bellas puertas, escaleras con torneadas barandas, y relojes, lámparas, muebles, puertas y ventanas con un sello elegante, majestuoso; a veces deslumbrante, otros más sobrios.
"A las carpinterías originales de maderas preciosas y bronce, y a las luminarias también de bronce les faltaban elementos o no estaban. Utilizamos el libro original del Capitolio, y se reprodujeron completas, o las partes necesarias. Tuvimos que ir a México para sustituir con plafones de ónix los rotos de alabastro.
"Además hay 60 tipos de mármoles en los pisos; la mayoría se pudieron restaurar, pero hicimos contacto con la casa en Italia de donde se trajeron originalmente y trajimos lo necesario para reponer lo faltante. También se recuperó el mobiliario y la vajilla original del Capitolio".
Con manos de artista
Mariela significa el importante aporte de los jóvenes de la escuela-taller de la Oficina del Historiador, de la Empresa Puerto Carenas y de artistas, artesanos, trabajadores por cuenta propia, y otros profesionales como ingenieros y arquitectos. "Es un equipo multidisciplinario y se trabaja con una excelente calidad, amén de la exigencia", subraya.
Cuando transcurre esta entrevista, el ir y venir de personas se hace sentir en el inmueble y se escucha el ruido de los instrumentos. "Hemos tenido momentos con picos de 500 trabajadores a la vez. Lo habitual son unos 300. Tratamos de tener los talleres dentro de la propia obra", puntualiza.
Regresa el centellador
Uno de los lugares que se encontraba en peores condiciones, refiere Mariela, era la cúpula de 91,73 metros de altura. "Fue necesario demoler una parte. La pretensión es terminarla este año y que el centellador ilumine de nuevo. Fue el primero de su época y regresará con todo su esplendor", asegura con sana vanidad.
El recorrido nos lleva hasta la entrada principal. Desde allí se divisan los jardines exteriores, el ala norte restaurada; en el sur se trabaja todavía.
"El pavimento es de terrazo integral. Estaba muy deteriorado y lo hemos sustituido por una réplica del original. Las instalaciones eléctricas son 101 farolas de hierro y bronce que ya están restauradas y llevarán iluminación led, moderna y ahorrativa", puntualiza.
«La réplica del diamante —el original está en el Banco Nacional— volverá al Salón de los Pasos Perdidos, a los pies de la Estatua de La República, obra del artista italiano Ángelo Zanelli, uno de los más prestigiosos de su época. Esa figura, que mide 17 metros y pesa 49 toneladas, es una de las más grandes del mundo colocada bajo techo.
En nuestro camino recorremos los salones Martí, Baraguá, Bolívar, Yara, Jimaguayú y Baire, con características arquitectónicas y artísticas diferenciadas. Al norte, el Hemiciclo Camilo Cienfuegos, otrora Cámara de Representantes, con forma de anfiteatro; al sur, el Salón del Senado.
Ambos separados con toda intención por "el de Los Pasos Perdidos". Y la biblioteca, impresionantemente hermosa con sus anaqueles de madera, elegantes muebles y lámparas majestuosas, otrora dedicada a los congresistas.
No puede dejar de mencionarse la ancha escalinata central de granito, que con 55 escalones conduce al pórtico central. A cada lado, una escultura de Zanelli: la de la derecha representa la virtud tutelar del pueblo; la colocada a la izquierda simboliza el trabajo.
Sobre las puertas, recuadros de mármol a ambos lados representan la guerra y la paz; en el centro el escudo de la República. Encima de las ventanas se destacan metopas labradas con temas de la vida nacional: comercio, familia, justicia, agricultura e instrucción. También hay otras referidas a las ciencias y las artes.
Mariela explica que esa zona del Capitolio siempre fue de paseo, para ser visitada por el público, y esa idea será retomada una vez concluida la restauración.
Cubanía y esplendor
Aunque la idea de construir el Capitolio fue de un dictador que no vale la pena recordar, la nacionalidad cubana se observa en cada lugar adonde se dirija la mirada. El escudo, las letras RC —iniciales de República de Cuba—, así como alusiones a la cultura y la historia están en cada espacio. Ante esta convicción, preguntamos a la entrevistada si cree que el Capitolio de La Habana es puramente cubano.
"Sobre eso hay opiniones diversas. Elementos que marcan nuestra identidad y cubanía están en todas partes. En algo tan insignificante como un sistema de limpieza de aire al vacío está el escudo de la República. Los patios interiores, que no están en ningún otro Capitolio, son pensados para Cuba. Las manos de artistas cubanos crearon lo que atesora", destaca.
"Creo que merecía ser reparado. Es un legado para las nuevas generaciones y referencia de lo que significa la restauración. Para los estudiantes de la escuela-taller y otros especialistas recién graduados es muy importante participar en el rescate de un edificio como este".
Cuando La Habana celebre el 16 de noviembre de 2019 el aniversario 500 de su fundación, mostrará con orgullo su Capitolio, que habrá desterrado para siempre los fantasmas del descuido para mostrarse inmenso, hermoso y cubano.
Patrimonio del pueblo cubano
En el cumpleaños 497 de La Habana, el 16 de noviembre de 2016, la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) llegó al Capitolio. Y aunque los períodos ordinarios de sesiones continuarán teniendo lugar como hasta ahora en el Palacio de Convenciones, las oficinas auxiliares del órgano supremo del poder del Estado están en el emblemático edificio, adueñadas de su ala norte.
Quizá en algún momento todos los diputados de Cuba se reúnan en el simbólico sitio, pero, al menos por ahora, la realidad es que los dos salones amplios con los que este cuenta (construidos cuando el Parlamento tenía dos cámaras) no poseen la capacidad numérica, ni tecnológica y logística para recibir a los representantes del pueblo en las reuniones de las diez comisiones permanentes de trabajo, o en las sesiones legislativas.
Aún así, las comisiones y la Presidencia del órgano tienen —en los cuatro pisos de su área del Capitolio— sus oficinas, y los salones de protocolo en los que se recibe a los visitantes del más alto nivel. Aquí se han puesto al alcance de diputados y trabajadores tecnología de avanzada y condiciones superiores para trabajar.
A unas cuadras de allí, exactamente en Barcelona No. 109, entre Águila y Galiano, reside la Oficina de Atención a la Población, dotada de mayor confort que la anterior. Con el cambio de instalación, puede estar más cerca de la ciudadanía, pues se encuentra en el medio de dos municipios muy populosos: Centro Habana y La Habana Vieja. Esa realidad mueve el quehacer diario de la sede del Parlamento, pues han organizado actividades para insertarse en el nuevo entorno.
Además de las visitas coordinadas que diariamente reciben desde que llegaron al Capitolio, la creación del aula parlamentaria ha generado un vínculo extra con la comunidad.
Con sus tres modalidades de funcionamiento (conferencias para adultos, aulas de clases para preuniversitarios y círculo de interés para niños), esta iniciativa persigue que la población se acerque más a la Asamblea. Así lo explica Daymaris Alemán Salazar, joven funcionaria que labora en el área de Comunicación de la ANPP.
Las conferencias se planifican mensualmente para las instituciones que lo deseen y están a cargo de diputados y especialistas de la Asamblea, detalla Daymaris, y expone que se imparten generalmente sobre sistema electoral o cualquier cuestión de Gobierno que el organismo requiera.
Aunque las de este año ya están agendadas, la joven arguye que muchas entidades solicitan que, si no pueden asistir al aula, los expertos acudan a sus centros de trabajo.
La Asamblea realizó además un convenio de trabajo con la Dirección Provincial de Educación para que todas las escuelas visiten el lugar. Por ahora, alumnos de dos preuniversitarios cercanos asisten una vez al mes para recibir sus clases de cualquier asignatura, pero precedidas de una breve conferencia sobre sistema político y electoral. El curso que viene pretenden extender esta experiencia a centros de otros municipios.
Los alumnos de sexto grado de la escuela primaria Concepción Arenal asisten quincenalmente para desarrollar su círculo de interés sobre temas de la Educación Cívica. También se les dan recorridos por el Capitolio y han departido con la Vicepresidenta y otros diputados, además de que se les explican el significado de la edificación y el proceso de restauración que experimenta.
Paralela a las visitas de cualquiera que llegue al Capitolio para disfrutar su ala sur, dedicada al museo que antaño fue, el ala norte también abre sus puertas no solo al tesoro palpable de un edificio símbolo, sino al botín infinito de democracia que es la Asamblea del pueblo.
Para una joven como Daymaris, estar en el Capitolio significa haber reconquistado un espacio de la nación, que no siempre fue un buen lugar para el país, pero ahora, sin dudas, lo es. "Me siento un poco dueña del Capitolio", sentencia con aire de quien haría lo que fuera por lo que ama.
Sobre lo que este cambio representa para Cuba, la comunicadora señala que, aunque cualquier malintencionado pretenda que el establecimiento de la Asamblea Nacional del Poder Popular en el Capitolio pueda significar un regreso al capitalismo, que nada tiene que hacer en este país, en realidad simboliza que "ahora será el edificio del pueblo cubano como nunca antes lo fue; donde estarán sus representantes y al que se podrá asistir para conocer.
"Por eso hemos tomado como eslogan de la campaña la frase Una sede, dos tesoros, porque Cuba tendrá aquí un edificio simbólico, pero también la sede de su expresión máxima de democracia", acota la joven.
(Tomado del periódico Juventud Rebelde)